[10]

6 1 0
                                    

Las veces que me has abrazado no me siento tan sola

o solo es que no me duele tanto mi soledad,

pues me sostienes

y me dices que nada malo habrá de pasar

mientras sostienes mi mano

y me invitas a pasar.

Mientras ofreces una taza de té

o un poco de flor de azar,

mientras me cedes una siento

y me cubres con una manta,

mientras me dices tiernamente

que esperabas el momento

de escucharme a tu puerta tocar,

pues extrañas mis visitas,

extrañas mis risitas

en el patio sonar;

y espantar a las aves mientras corría,

mientras al resto de los vecinos

hacía rabiar,

y me doy cuenta que llueve

y no fuera;

no son gotas golpeando la ventana,

sino mis propias lágrimas

mojando mi propios cristales.

Mientras con la manta trato de limpiarlos,

me acaricias el cabello y besas mi frente,

¡oh, como te he extrañado!

Y mis ojos siguen dejando salir todo,

pues estas no son lágrimas

son recuerdos que ya no necesito.

Y mientras tanto, te sientas y me escuchas,

sin decir palabra,

pues no lo necesito

sé que estoy aquí para decir verdades

que muchas veces no puedo admitir,

y solo sonríes al darte cuenta que he crecido

que sigo aprendiendo

y que busco ser mejor,

no para alguien sino para mí,

y te enorgulleces de ver que me quiero

y que me quiero bien,

por esto estoy aquí tomando té,

sosteniendo tu mano.

Y hay veces que solo necesitas quien se ría de tus chistes,

quien escuche tus historias,

quien se quede cuando el sol comienza a caer

y el frió acaricia tu piel;

a veces lo que necesitas no es un amante o un amigo

sino una noche entera hablando contigo.

CATÁSTROFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora