[8]

7 0 0
                                    

Todos tienen su momento,

para nacer, para morir,

para enamorarse

o hasta para dejarse seducir

por el mismísimo diablo

disfrazado de cordero,

eso lo aprendí a la mala

y de mi error no me recupero;

pues cuando vives con alguien

que literalmente te roba el alma

es difícil volver a empezar;

pero no estamos aquí para hablar de mi,

aunque siempre lo parezca,

sino de esa,

su nueva victima.

Aquella pequeña criatura

tan toxica como indefensa,

pero tan grotesca como hermosa,

con ese nulo balance entre los opuestos,

pues siempre le gusto vivir en los extremos

para hacerse notar,

para hacerse sentir

y hacerse necesitar.

Todavía huelen tus flores

a ausencia y despedida,

todavía duelen tus palabras,

como cuando recién se abre la herida.

Me tiemblan las manos

y el alma, 

cuando le pido

Venga a sentarse a mi lado

Aunque se perfectamente que no me escucha,

pues le es difícil entre el ruido de sus berrinches.

Hay tanto que tengo por decir,

no ha llegado su momento,

soy consciente de ello

y que implica tremendo impedimento,

que me mete en apuros

por meterme donde no se me llama,

por el simple hecho de decirle lo que siento.

Pero no puedo quedarme callada,

no puedo dejarle sin saber nada

de lo que él es,

de lo que le espera

si con ese monstruo ella se queda,

de lo que duele

despertar una mañana

con más cicatrices emocionales 

de las que te imaginaste llegar a tener,

de lo horrible que es dar todo,

y no recibir nada a cambio,

salvo migajas de amor

que te vende como su todo,

como lo que mereces,

como lo que hay.

Enseñando a conformarse,

con lo poco de amor que da,

con esos besos ocasionales

vacíos de todo.

No puedo dejar que siga ciega como está,

no quiero que siga por la vida,

necesito hacerle saber de todo esto,

de todo lo que ignora,

por verle feliz,

aunque él no merezca nada.

No quisiera quedarme solo viendo, como le hace lo mismo,

que me ha hecho a mi.

CATÁSTROFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora