CAPITULO 13

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Llevarme por mis impulsos más primitivos no era algo de lo que estuviera orgullosa... Pero creo que ambos necesitabamos ese momento y ese beso.

Me separé de manera algo brusca y puse mis manos en el pecho de Ryder, manteniendo las distancias.

-Esto no debería haber pasado... Creo que será mejor que te vayas- dije agachando la mirada.

-Mirame- susurró él, levantando mi rostro por la barbilla y obligándome a encontrarme con sus ojos- Tú también lo querías... Y no lo niegues- se adelantó a decir antes de que yo reprochara nada.

-Ryder- dije, y fue más una súplica que otra cosa... No quería admitir que yo también quería aquello.

-Está bien...- susurró antes de darme un beso fugaz.

-Para de hacer eso- dije alejándome aún más.

En sus labios se instaló una sonrisa divertida y fruncí el ceño ante su reacción.

-¿Qué?- pregunté molesta.

-Acabo de cobrar mi favor de curarte la herida...- dijo refiriéndose a los besos.

-Vete de aquí, largo- dije mientras le agarraba por los hombros y le empezaba a empujar fuera de mi apartamento.

-Admitelo- inquirió Ryder.

-¿Él que?

-Que te ha gustado tanto como a mí- dijo mientras yo abría la puerta.

-Fuera de aquí- dije dándole un leve empujón, medio divertida por la situación.

-¿Alexa?- llamó él mi atención. Levanté mi mirada- Buenas noches...- dijo al fin, pero sabía que eso no era exactamente lo que quiso que saliera por sus labios.

-Si...- susurré ocultando una sonrisa.

Cerré la puerta y apoyé mi espalda en ésta, no queriendo asimilar lo que acababa de pasar... Sacudí mi cabeza un par de veces y decidí que lo mejor, después de ese día de locos, sería ir a dormir.

Me di una ducha y rebusqué en mi maleta hasta que encontré un pijama, seguido eso me metí en la enorme cama de matrimonio que ocupaba el dormitorio e intenté dormir... Pero la verdad es que no pude, un solo pensamiento rondaba mi cabeza, y aquello que no me dejaba dormir tenía nombre y apellido.

Vi por el ventanal del dormitorio como empezaba a amanecer y no me podía creer que hubiese estado horas pensando en ese zoquete... Era inconcebible.

Empecé a mentalizarme y a pensar con claridad, no podía caer en esa mierda, no lo permitiría... No, en este negocio no hay cabida para el amor.

Me levanté de la cama de un salto, y enseguida me arrepentí al notar como ambas pieles de la herida se abrían de nuevo.

-Joder, ¿Es enserio?- me pregunté a mi misma.

Casi corrí al salón para buscar el neceser que había dejado horas antes y agradecí que Ryder no aceptara su devolución.

Hice de nuevo toda la cura que Ryder había hecho y finalicé colocando puntos de papel.

La herida parecía tener buen aspecto así que no me preocupé mucho.

Miré el reloj situado en una de las paredes del salón, situado encima del televisor. Marcaban las seis y media de la mañana y al estar entrando en verano ya era casi de día.

Me puse ropa cómoda que constaba de pantalones cortos holgados y unos tirantes. Había decidido no salir en todo el día del apartamento, pero aún que quisiese, no me sería permitido.

Preparé un café con lo que encontré en los armarios y en la nevera. Seguido ésto me senté en el sillón que se situaba delante del ventanal del salón, observando desde ahí gran parte de la ciudad.

Gracias a que el edificio estaba cerca de Long Beach, podía ver el mar desde ahí... Y varios recuerdos vinieron a mi mente sin poder detenerlos.

La última vez que pisé una playa fue a los diez años... Y después de casi once años, aún podía oler el mar... Aún podía sentir la arena colándose entre mis dedos y el sabor a sal en la boca.

Suspiré levemente al sentir todo aquello y me estremecí al escuchar como alguien llamaba a la puerta.

-¿¡Quién es!?- grité sin querer moverme del ventanal para averiguarlo.

-¡Ven a abrir y averigualo!- escuché la voz del pequeño Ry al otro lado de la puerta.

Una sonrisa involuntaria se formó en mis labios, pero enseguida la reprimí, recordándome que debía mantener la mente fria en todo momento.

Dejé el café encima de la mesa y me moví hasta la puerta principal, mentalizandome para poder enfrentarle sin caer de nuevo en su red.

Finalmente abrí y me encontré a un Ryder vestido en pijama, cosa que me sorprendió mucho ya que siempre iba en traje. Me esquivó y se metió en mi apartamento.

-¿Se puede saber que haces?- me crucé de brazos mientras observaba como se adentraba en el salón y se tumbaba en el sofá, pasando sus brazos por detrás de su cabeza y soltando un suspiro.

Me miró y entrecerró sus ojos con una sonrisa de lado en los labios.

-No he podido dormir en las últimas horas...- me informó una vez me acerqué donde él estaba, pero manteniendo las distancias y mi posición de brazos cruzados.

-¿Que te hace pensar que me importa?- dije fría mirándole de reojo.

Pude ver cómo me miraba, y descifré sorpresa en sus ojos al notar lo distante que estaba con él.

-¿Ocurre algo?- preguntó casi en un susurro.

-Ocurre que no entiendo qué diablos haces aquí- dije más seria de lo que me hubiese gustado.

-Alexa...

-¿Qué?- hice una pausa, tomándome mi tiempo para armarme de valor para decir lo que dije- Si pensabas que por el estúpido desliz de antes nuestra relación cambiaría, estabas muy equivocado, pequeño Ry...

-¿Estúpido desliz?- dijo él levantándose del sofá, no queriendo creer mis palabras- ¿Fue estúpido hacer lo que sentíamos? Dime, ¿Lo fue?- presionó.

-Si, lo fue... Por Dios, Ryder... Abre los ojos, esto es la puta y cruda realidad, no estamos en una novela donde dos personas sin salvación se enamoran... No me puedo creer que seas así de crédulo- espeté amargamente, no queriendo admitir que lo que pasó, no fue estúpido.

Ryder rio, no era una risa de diversión y felicidad, no... Era una de esas risas que ponían la piel de gallina, que te calaba hasta lo más hondo, obligándote casi a dejar de respirar...

Desconecté mis sentimientos por completo, no viéndome capaz de enfrentar aquello y tras dedicarle una fría y amenazante mirada, le señalé la puerta.

-Con mucho gusto- siseó Ryder al ver mi gesto.

Se encaminó hacia la puerta y salió del apartamento dando un portazo que me hizo saltar en mi sitio.

Me froté la sien un par de veces, intentando relajar los músculos y la tensión acumulada en los últimos minutos.

Cogí el café de la mesa y tras mirarmelo varias veces lo tiré por el fregadero de la cocina, pues aquel pique con Ryder me había quitado cualquier tipo de apetito que tuviese.

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