Rescate.

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JiSung sacudió su linterna de un lado a otro, pero incluso si la prendió y la apagó como le enseñaron los boy scout, nadie dio ninguna señal. No era el único que estaba ahí, todos estaban poniendo su mayor esfuerzo en rescatar víctimas, pero quizás el daño había sido más grande de lo que tenían pesado. 

El paisaje era tan desolador que parecía que una guerra había devastado todo el sitio hace años. Su corazón dio un vuelco y su estómago se retorció se formas extrañas, estar allí le daba mala espina pero su espíritu solidario era más grande que el niño interior que le decía que tenía que ir a su cama a cenar una sopa caliente y fingir que nada de eso había ocurrido . 

Dobló por una esquina, escuchando el grito de su padre que le decía que no se alejara mucho porque podía perderse o lastimarse. Le gritó que estaría bien, que no se preocupara, pero al pasar la esquina, se dio cuenta que el lugar estaba en llamas y los bomberos voluntarios todavía no habían ido allí a apagar el fuego. 

El susto le hizo permanecer en silencio, tan solo con el solido del crepitar de llamas de fondo y allá, mucho más allá, el bullicio de los vecinos trabajando. Pero, en medio de todo eso, el sonido de un quejido le hizo dar un respingo en su lugar y, con miedo, apuntó la lintera hacia el sitio del que provenía aquel ruido. 

Al entornar su mirada notó que un muchacho tosía y se arrastraba, seguramente porque le costaba respirar entre tanto humo. 

— ¡Papá! ¡Hay alguien aquí!

— ¡Ya voy, pero no te hagas ilusiones, que seguro no es nadie! 

— ¡Papá, te digo que hay alguien aquí! 

— ¡Ya voy, que aquí también estoy ocupado, JiSung! 

JiSung maldijo por lo bajo y tiró la linterna, también su mochila con el botiquín de primeros auxilios y avanzó con cuidado. Era difícil caminar por la cantidad de humo más que por el fuego, pero parecía que el muchacho ya había atravesado lo peor del camino él solito. Por lo que fue bastante fácil levantarlo por el brazo y arrastrarlo, aunque era más pesado de lo que parecía. 

Se sentó en el piso, al lado del muchacho y le extendió una botella de agua mientras se limpiaba las manchas de cenizas de la cara. Mientras el chico tosía y luego tragaba el agua con desesperación, el menor lo miraba atentamente, la ropa -incluso maltrecha- le indicaba que era algún militar o algo por el estilo. Seguramente había sido llevado allí para frenar a los protestantes. 

— Hola, soy Park JiSung y estoy ayudando a buscar gente en todo este desastre— se presentó, extendiendo su mano. 

El muchacho, con sus impresionantes ojos negros, lo miró un tanto dudoso, pero terminó estrechando su mano.

— Soy Lee TaeYong y estaba intentando no morir asfixiado en aquella callejuela—respondió, en el mismo tono, algo que le causó gracia al menor pero que no parecía tan gracioso para el soldado. 

JiSung se acercó y observó sus ojos. 

— Eh, ¿y encima estás enfermo? Mala suerte la tuya.

El rostro del soldado se descompuso en una mueca de horror. JiSung se levantó y se sacudió sus jeans gastados.

— Tranquilo, no se lo diré a nadie y no, no se te nota. Pero es mi don. Mi mamá dice que Dios me regaló esa virtud para hacer el bien, pero yo digo que es una estupidez y seguro es algo más como una enfermedad hereditaria o algo por el estilo. Tipo la gente que tiene ojos de distintos colores— se encogió de hombros mientras veía como su papá y sus amigos se acercaban corriendo. 

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