D I E C I N U E V E

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   En medio del bosque se encontraba una Catelyn Stark preocupada, escuchando el silbido del aire, el crujido de las ramas de los árboles, la corriente del agua de los ríos. Hace unas horas su hijo había partido a la guerra, una verdadera guerra, y desde ese momento el nudo en la garganta no se alejaba. Recordaba como se veía arriba de su semental con el escudo con el lobo huargo, la armadura digna de un Stark, y su yelmo que era de forma de lobo, pensaba que se miraba como un gran señor, ya no era su niño pequeño, ya no le cambiaba los pañales ni necesitaba su ayuda. La dejó con quince hombres, y la chica Krane, pero ella prefería tener más intimidad y se fue al espesor del bosque. Cuando se fue Catelyn sintió gran curiosidad, la quiso seguir, pero respetó su decisión en ir sola.

   El ruido de las armas chocando, de los caballos muriendo al igual que las personas se escuchaban sin parar. Cada hombre armado buscando sobrevivir a aquello, peleando ferozmente. Un caballero en medio de ese mar de sangre se encontraba al lado del Stark, no se le veía el rostro gracias al yelmo, pero su espada relucia como nunca, su desestreza se notaba, y su valentía era un hecho. Manejaba la espada con una mano dando golpes a izquierda y diestra, no se despegaba de Robb Stark, era como su sombra, mientras él no lo veía, el caballero siempre estaba allí, como una sombra.

   Pocos hombres en batalla quedaban, se podía observar como el Matareyes mataba a cada persona que se enterponia en su camino.

   —¡Stark, ven aquí cobarde! —se escuchó por parte del Lannister, estaba caminado hacia el muchacho matando a cada persona que se interpusiera.

   Robb Stark no podía sentir más miedo en ese momentos, era el Mata Reyes, el mejor espadachín de Poniente, y lo estaba amenazando, lo estaba llamando a su muerte. El hijo de el señor Karstark se interpusó en su camino blandiendo su espada, pero en un abrir y cerrar de ojos estaba tirado en el suelo agonizante, y así con su otro hijo.

   —¡Te llamo a ti, niño! ¡Ven y pelea conmigo como hombre! —se acercó más y corrió hacia él con su espada en alto, pero otra espada lo detuvo, a esta espada no se veía más que sangre y un trapo negro en el mango.

   Un caballero, un mozo, un gran señor, no se veía gracias a la armadura algo dañada, y el yelmo que dejaba su rostro a la imaginación. No dijo nada, solo blandio su espada en contra del Lannister intentando resistir, el rubio en un intento de acabar con esa persona puso toda su fuerza y chocó su espada contra la de su contrincante, el hombre se tambalea y en un furioso movimiento le intenta clavar la espalda, pero el Lannister la esquiva dándole una patada haciéndole caer. Justo en el momento en que el Matareyes tomó la espada con sus dos manos y le lanzó un mandoble a la cabeza de la persona, pero antes cayó gracias a una fuerte patada en la rodilla, pero eso no detuvo que le hiciera un gran tajo en el brazo, antes de que el Lannister hiciera algo más lo agarraron por la espalda y le tiraron su espada.

   —Grande destreza, quisiera saber quién pudo hacerme frente —preguntó con una sonrisa en sus labios.

   El contrincante solo se quedó callado, y sin decir nada más se montó en un caballo cerca para perderse entre los árboles. Los señores que se encontraban allí miraron a Robb y guardaron su espada.

   —¿Quiere que vaya por él, Stark? —preguntó el joven Bolton con una mano en el pomo de su espada, cubierto de sangre y tierra como todos.

   —No —Robb Stark negó con la vista fija en donde se había ido el caballero—. Dejenlo, me ha salvado.

   Nadie se negó a ello, pero aún así todos sentían curiosidad sobre aquel caballero que luchaba a la sombra de Robb Stark, y que algunas veces fue salvado por el mismo lobo huargo de él.

   La señora de Invernalia se encontraba aún en la misma posición, escuchando y observando, esperando a que su hijo y su tío volvieran. Y entonces escucho el sonido de galopadas de caballos acercándose, los guardias se pusieron atentos, y ella se levantó con emoción y preocupación. La preocupación se olvido cuando lo primero que vió fue a su hijo montado en un caballo que no era el suyo, y atrás de ellos los vasallos de su esposo con una sonrisa triunfante.

   —Madre —saludo Robb con una sonrisa, bajando del caballo. Catelyn se acercó a él y le acarició el cabello sonriendo—. Ganamos.

   —¿Y él? ¿Donde está el matareyes? —exigió saber, el Stark hizo una señal y un hombre lo arrastró a ella.

   —Lamento no saludar como es debido, mi señora, pero ya se ha dado cuenta de mi situación —comentó con una sonrisa burlona, arrodillado ante ella.

   —Veo que no ha perdido su característico humor, matareyes.

   —Debes matarlo, mi señor, debes cortarle el cuello de una vez —exclamó Lord Karstark sacando la espada, mirándolo con rencor e ira.

   —No lo matarán, no hoy. Amarrenlo —ordenó Robb quitandose los guantes—. Aún falta ganar Aguasdulces.

   Lady Catelyn espero a que se llevarán al Lannister, para preguntar algo que quería saber.

   —¿A qué se debe tanta insistencia en Lord Karstark con matarlo?

   —Mató a los dos, a sus dos hijos —empezó Robb.

   —Ellos se interpusieron en él. El matareyes gritaba el nombre de Robb mientras se acercaba, estaba hundido en su pérdida —siguió Theon como si fuera un orgullo.

   —Estuviera de luto si no fuera por ellos —dijo Lady Catelyn algo agradecida.

   —Por ellos, y por otro caballero que salió ileso, pero... —Robb suspiró—. Huyó.

   —¿Un caballero que huyó? ¿Sabes quién era? —preguntó Lady Catelyn, su hijo negó.

   —No tenía algo para reconocerlo, podría decirse hasta que era campesino, pero luchó como si fuera el hijo de un señor —le contestó Mark.

   —Estaré agradecida con él también.

   —No sólo tú, madre —comentó Robb, y miró a todas partes esperando encontrar a alguien—. ¿Y Skylar?

   —Ella... —pensó que decir, pero antes de hablar fue interrumpida por una voz.

   —Está aquí —la nombrada salió de los árboles con una sonrisa, se le veía cansada—. ¿Cómo fue? ¿Cómo es estar en un batalla de verdad?

   —Ganamos —le dijo Robb, y ella le sonrió emocionada para abrazarlo sumamente rápido.

   —Estoy orgullosa de ti, tú estrategia fue un éxito —soltó y le dió un pequeño golpe en el hombro, aunque soltó un quejido—. No debí hacer eso.

   —¿Estás bien? —preguntó Mark acercándose, ella rió y asintió.

   —¡Estoy feliz! ¡Hay que celebrar la victoria! ¡Venga, chicos, dejen las caras largas! —les sonrió a los dos, y se fue al campamento rápidamente.

   Los dos muchachos se quedaron viéndola, para luego verse entre ellos preguntándose que había pasado. Es verdad que puede ser enérgica y feliz a veces, pero hay algo que ambos notaron, y era la sangre fresca que se encontraba en la capa.

PHOENIX ➢ Robb StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora