Capítulo 12: Museo Rostel

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Seth se ha esmerado más que de costumbre en ayudarme a arreglar, incluso parece que la cita fue pactada por él, en vez de mi misma y mi búsqueda de aumentar mi carga laboral, como si la que tengo en la actualidad no fuera suficiente.

No lo puedo negar, me veo bien, el pelo en suaves ondas, con un par de pinzas que mantienen sujeto un pequeño mechón ha sido un buen toque. Las sombras color pastel y suaves le dan un toque casi natural a todo el maquillaje de mi rostro, sin embargo el rosa oscuro en mis labios hace que la atención se enfoque en ellos.

—¿Intentas venderme o algo?— me quejo, el resultado es asombroso, pero la ocasión no tanto, sigo avergonzada y eso que no sé a ciencia cierta todo lo que le dije la noche anterior.

—Intento que tengas recuerdos que compartir con tus nietos— me corrige Seth.

—Sí, claro, fingiré que te creo eso— hago una mueca que me aseguro que él vea a través del espejo.

—No siempre tienes la oportunidad de decir que saliste con un cantante famoso— mi amigo se encoge de hombros —Algún día me lo vas a agradecer— sus manos se apoyan en mis hombros y los aprieta.

—Deja de ver esas malas películas románticas, no eres cupido y a veces siento que estás construyendo una comedia para mi vida, en vez de un romance— enfoco mi vista en el reflejo en el espejo.

Debo ser honesta, Seth tiene un don, de verdad me veo hermosa.

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Christopher McGee guarda silencio mientras me mira de arriba a abajo, haciéndome demasiado consciente de que llevo puesto un pantalón blanco de tiro alto hasta la cintura y una blusa negra corta. Ni siquiera estoy mostrando mucha piel, pero me siento algo expuesta.

Estoy a punto de ponerme el blazer negro que llevo en el brazo, cuando finalmente se digna a hablar.

—¿Vas a ir vestida así?— me repasa una vez más con la mirada.

—Sí— miro hacia abajo viendo si tengo alguna mancha en la ropa que causa que él me vea de esa forma —¿Me veo mal?— realmente no le pregunto a él, sino a mi misma en voz alta, sin embargo recibo una respuesta.

—No, no es eso— se encoge de hombros —No está mal— la comisura de su boca se levanta.

>>Bellus— sus ojos están fijos en los míos.

Trago saliva, ni siquiera estoy segura de lo que ha dicho, y me siento nerviosa, incluso puedo sentir un calor en la parte de atrás del cuello, como si la nuca estuviera destinada a recordarme que la presencia de un hombre atractivo.

Christopher me guía a su auto y abre la puerta del copiloto por mi, hace espacio para que entre y pone su mano unos centímetros por encima de mi cabeza hasta que me siento en la silla. Él se agacha y toma el cinturón de seguridad para acomodarlo sobre mi.

Trago saliva, y hago los ejercicios de respiración que me enseñaron en la única clase de yoga a la que fui. Tal vez deba retomar esas clases después de hoy, me estoy sintiendo muy fuera de lugar, y mi corazón no lo hace más fácil al acelerarse.

Algo que puedo decir es que Christopher McGee huele realmente bien, tanto que estoy tentada a hundir mi nariz en su cuello e inhalar profundamente.

—Todo listo por este lado— su rostro está muy cerca al mío y no puedo enfocarlo por completo, solo veo detalles, como sus ojos café oscuro brillando o sus labios formando una curva.

>>Hora de irnos— se aleja de mí y cierra la puerta del auto con suavidad, y lo veo dar la vuelta por la parte delantera del carro para ocupar el asiento del conductor.

Los Labios de ChristopherWhere stories live. Discover now