Prólogo

569 56 0
                                    

—Así que básicamente me estás diciendo que debo escribir canciones con alguien más— Donatello asiente —Bueno, ese punto lo entiendo, lo que no entiendo es ¿por qué?— me cruzo de brazos mientras me recuesto en la silla de su oficina, levanto los pies y los pongo sobre su escritorio, pero esta posición no me dura mucho, mis pies son empujados al suelo una vez más.

—Porque tus canciones son...— hace una breve pausa —¿Cómo decirlo sin herirte, Christopher?— toma su barbilla con dos de sus dedos —¿Deprimente? Sí, ese es un buen adjetivo— ruedo los ojos y hago un gesto despectivo con mi mano.

—Son realistas, basadas en vivencias— me defiendo, eso es lo que mi música es, el reflejo de mi pasado y un camino hacia el futuro.

—Sí, pero el público está un poco cansado de tus lamentos, y esta persona puede ayudarte a cambiar aquello, ha estado trabajando con varios artistas últimamente y sus canciones han sido un éxito— pone sus codos sobre el escritorio, cruza sus manos y apoya su cabeza en ellos, la sonrisa en su rostro es irritante.

—¿Quieres que escriba cursilerías en vez de realidades?— eso no suena como algo productivo para mí.

—Quiero que cambies tu realidad— bufo, no es la primera vez que mi mánager me sale con algo así.

Cierro los ojos y me llevo los dedos a las sienes, hago círculos en ellas, ya siento los chuzos en mi cabeza, mi cerebro empieza a palpitar.

—Eres muy cursi, querido Don, pero supongo que puedo intentarlo— me encojo de hombros y me acomodo en una posición que indicaba seriedad —Pero no se la voy a poner fácil— le guiño un ojo y me levanto.

—Lo supuse— Donatello ríe, pero adopta una pose de relajación.

—Tú sí me conoces, Don— camino hacia la puerta sin mirar atrás, no le daré el gusto de ver mi cara de frustración, esa expresión solo es para mí, y solo la muestro luego de cerrar la puerta.

Paso una mano por mi cabeza, odio tener que depender de alguien nuevo cuando se trata de mi eje creativo, al momento de escribir canciones es el único momento donde me siento libre y dueño de mi mismo, donde no dependo de lo que los relacionistas públicos consideran correcto para mi imagen, donde por un momento no soy un cantante reconocido, solo un ser humano, solo un individuo con la capacidad de sentir dolor, tristeza, anhelo.

Tomo la banie que llevo siempre en el bolsillo y cubro mi pelo mientras pienso en qué debo hacer con la situación a la que me veo enfrentado ahora. Sigo caminando y sonrió, una imagen cruza por mi cabeza, pero para ello voy a necesitar ayuda.

Entro al ascensor después de acomodar el gorro de forma cómoda sobre mi cabeza. Saco mi teléfono celular y marco el número de quien sé va a ser más fácil de lidiar para lo que planeo.

—¿Christopher?— el escepticismo de su voz es casi molesto, incluso es algo ofensivo.

—Sí ¿es tan difícil creerlo?— casi gruño mientras espero por el ascensor.

—Sí— es completamente sincero —Es casi un milagro que bajes de egolandia para socializar con simples mortales y malas fotocopias— el tono sarcástico no me pasa desapercibido.

—¿No vas a olvidarlo, Charlie? Creo que incluso Chesed, siendo el impulsivo que es, ha manejado mejor mis golpes de ego— entro en el elevador en cuanto las puertas se abren, solo hay un par de tipos hablando, ninguno me presta atención.

—Chesed no lo ha manejado mejor, solo está esperando la mejor forma de darte el golpe, ahora, ¿por qué me llamas?— ah, sí, he olvidado la razón por la que he tomado el celular y buscado su nombre.

—Casi lo olvido, he estado pensando que sería bueno vernos, ya sabes, reunión de hermanos y todo aquello— él bufa, sé que no aceptará fácilmente.

Bajo del ascensor en el nivel del estacionamiento y empiezo a pensar en dónde he dejado mi auto. Camino hacia él una vez que lo localizo.

—Solo si pagas todo— sé que el maldito ama verme sufrir, y quejarme por todo, incluso si al final terminan peleando por que cada uno deba pagar lo suyo, le encanta verme aceptando todas sus imposiciones.

—Seguro— digo simplemente.

Abro la puerta del vehículo y entro, es genial estar en un lugar que solo es mío para decidir sobre él.

—Entonces estoy dentro, tengo el fin de semana libre, aprovéchame— la sonrisa en su cara es palpable incluso a través de un teléfono móvil.

—¿Chesed tiene pelea?— pregunto sutilmente.

—¿Quieres que haga que vaya?— pregunta de forma contundente.

—Es un hermano ¿no?— tamborileo los dedos en el volante.

—¿También quieres que vaya Alana y Acer? Ellos también son hermanos.

—Quiero unirme con los hermanos con quienes compartí vientre— mis hermanitos me pedirían algo, estoy seguro de ello y siendo los menores saben que tienen ventaja sobre nosotros.

—Te van a odiar por ello— rie.

—Ya lo superarán ¿entonces?

—Seguro, pero me vas a deber una grande— nos ponemos de acuerdo en los detalles y colgamos, bueno, él me cuelga el teléfono.

Tengo unos hermanos muy groseros.

Enciendo el auto y la radio, mi último sencillo está sonando justo en ese momento, no puedo evitar darme una palmadita mental, la euforia no se va por más que escuchara otra de mis canciones en la radio, estoy viviendo una buena vida.

.

Cuando llego al restaurante, Chesed ya está sentado y acomodado en una mesa, es el primero en llegar, siempre, tiene una extraña manía y aprecio por la puntualidad.

—Chesed— tomo asiento a su lado.

—Christopher— solo asiente hacia mí en reconocimiento y vuelve a su celular, lo que decía Charlie es cierto, Chesed está esperando su venganza.

—Los trillizos McGee reunidos— Charles se para frente a nosotros, frota sus manos y una sonrisa malvada se plasma en su rostro —Hora de hacer maldades.


ig: deeplittlething


Los Labios de ChristopherWhere stories live. Discover now