Capítulo 16

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Dejé que curara todas mis heridas, nos sentamos en la cama, cuando observamos que el proceso llevaría más tiempo de lo pensado.

Nos abstuvimos de conversar y dejé que mis ojos viajaran descaradamente por todas sus facciones. Sin vergüenza alguna analicé cada rasgo de sus expresiones, hasta me atrevería a decir que mi favorita es la de concentración.

Su ceño se frunce, las pupilas se dilatan, la mandíbula se tensa y el hueso sobresale, sus labios parecen una fina linea recta, además las ganas de pasar las yemas por las venas de su cuello hacen que me de picazón en los dedos.

Parece no darse cuenta como a cada segundo que pasa se integra un poco más en mi vida, me encantaría que el apoyara mi objetivo, pero aun así no tengo la confianza necesaria. Se que lo que hago esta penado por ley y obviamente no seria irme a la cárcel o una tortura, sino que habría muerte, así de simple.

Ya se hizo de noche. Aprecio el cielo estrellado, duermo delante de una ventana, tendría que ver todas las noches la hermosa luna decorada por los astros, pero después de la cena nos excluyen hasta de la vista nocturna. Las compuertas se cierran y con eso los ventanales son cubiertos por un material extraño que lo único que nos permite ver es la plena oscuridad.

—Admiro tu inconmensurable comprensión, pero es muy apócrifo en nuestra sociedad—no me lo dijo en un tono pesado sino dulce.

—La resiliencia no debió quedarse en el pasado—le permití entrelazar nuestras manos.

—No fue inmarcesible—dijo con un tono apenado y un poco avergonzado.

—No lo creo, esto no fue efímero. Tú lo sabes mejor que yo, hubo un momento hace siglos que los "normales" ayudaban a los "engendros"—le hablé con un poco de miedo ha que entendiera que no estoy en completa ignorancia del pasado prohibido.

—¿Cómo lo haces?—pregunta luego de un lapso de titubeo.

—¿El qué?

—Te insertas en mi cabeza y haces que todo lo que siempre he sentido que es normal y correcto, ya no lo sea—creí que se frustraría, pero al contrario sonrió en su máximo esplendor y me estrechó entre sus brazos.

—¿Eso quiere decir que te lo estás pensando?—no pude evitar demostrar la ilusión que me significaron sus palabras.

—Cuando pequeño siempre me pregunté por qué existían dos mundos complemente diferentes. Mis padres me explicaron que a ustedes no les debía nada y solo tenía que preocuparme de mi pueblo—ambos observamos la noche estrellada desde el suave colchón—Crecí con la idea de conseguir lo mejor para mi reino, sin importar las consecuencias que me llevaran—sus manos se tensaron por encima de las mías.

—¿No volviste a pensar en nosotros?—pregunté sin rencor.

—Si lo hice, muchas veces me atormentaba el echo de que en sí los de Agua forman parte de mi gente, sin embargo los maestros y toda la diplomacia me hicieron entender que ellos eran exiliados por los errores del pasado—giré a verle y vislumbré su perfecto perfíl.

No puedo culparle del todo, yo desde pequeña odio a los Orientales porque me quitaron mi hogar, pero Adrián ignoraba nuestra existencia ya que era lo que le enseñaban.

—¿Qué harás ahora?—interrogué dudosa de su decisión.

—Un trato—respondió dirgiéndome la mirada.

—¿Ah?—me solté de su agarre dándole énfasis de importancia a la situación.

—Quiero algo a cambio de que yo comience a mover mis influencias a favor de los engendros—explicó con una sonrisa ladeada que me daba desconfianza.

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora