Nueve: Sé menos obvio

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Una vez que salimos afuera, inspiré hondo para quitar de mis pulmones el aire viciado del interior del recinto. Cuando me quise dar cuenta, me percaté de que el castaño había caminado hasta el fin de la acera y se acercó hasta un cesto de basura para vomitar. Lola soltó una palabrota, Farrah una carcajada, y eso me enfureció más.

—¿¡De qué te ries!? —Me volví hacia ella y algunos de los adolescentes reunidos en la entrada del bar se apartaron— ¿Qué le has puesto a la cerveza?

La pelirroja interrumpió su risa para mirarme ofendida, pero se repuso de inmediato y se acercó un paso más hacia mí.

—Yo no le he puesto nada, ¿Qué te pasa?

Hizo un amague para acercarse al chico, pero le impedí el paso.

—Y a mí tampoco, ¿verdad?

Farrah me empujó.

—¡No me faltes el respeto! —Otro empujón. Retrocedí y trastabillé un poco—. ¡Mira, yo no tengo idea de lo que te metiste esa noche! —Dejó de avanzar, pero continuó con los ojos puestos en mí, furiosa—. Me prometiste ayudarme y te escapaste, ¿O eso tampoco lo recuerdas? Hazte responsable de tus actos, hombrecito.

Tragué saliva.

¿Con qué diablos prometí ayudarla?

—Perdóname por no creerte una mierda.

—No fue ella. —La voz de Jordan se oyó tan cerca de mí que di un respingo y lo miré con pánico. Iba acercándose a nosotros con un brazo sobre los hombros de la rubia para mantenerse de pie—. Fue la sertra... sertralina.

—¿Mezclaste alcohol con eso? —Lola alzó la cabeza para mirarlo— ¿Qué diablos te pasa, Jordan? —él no le contestó y ella se apartó de él enfadada— ¡No hagas eso!

Jordan se derrumbó sobre su novia en cuanto lo soltó y Farrah se acercó para ayudarla.

—¿Qué es eso?

—Un medicamento —contestó la pelirroja antes de indicarle a Lola que le pasara al castaño, puesto que éste era demasiado alto y pesado para el pequeño cuerpo de la rubia—. Ya me arruinaste la noche, Jordy —le dijo al castaño mientras pasaba el brazo de este por sobre sus hombros—. Vamos a tu auto.

Los dos comenzaron a caminar juntos. Me mantuve unos metros por detrás, junto a mi amiga, y la abracé para refugiarla un poco del frío y la pena.

—¿Acaso Jordan...?

Lola se estremeció ante una pequeña ráfaga de viento y se pegó más a mí.

—Cállate —fue lo único que dijo al respecto, antes de cambiar de tema—. Deja de tratar mal a Farrah. —Chasqueé la lengua y ella me imitó—. Hablo en serio ¿Cómo esperas que ella te trate bien si eres así?

—Tú no me dices qué hacer.

Ella jadeó, visiblemente indignada, y me miró con furia.

—Claro que lo hago.

—¡Lola!

Los dos alzamos la cabeza y miramos a Farrah, apoyada en el auto de Jordan, cuando le lanzó las llaves a la rubia. El muchacho se encontraba dentro, en el asiento del copiloto. Lola miró las llaves y luego a mí, nerviosa.

—No puedo dejar el auto de Jordan en mi casa —me dijo—. Mamá y papá me harán preguntas.

Los padres de Lola eran una mierda, según yo. Le habían prohibido juntarse conmigo hace años, porque creían que era una mala influencia, así como tampoco le permitieron unirse a las porristas en primer año porque el uniforme era aparentemente inmoral, y le recordaban constantemente que eran ellos los que le pagaban sus alimentos y estudios.

Romeo, Marco y JulietaWhere stories live. Discover now