Capítulo 4, Parte 6

70 7 0
                                    

—Vamos, tienes que hablar claro con ella.

—Soy malísimo para estas cosas y además no sé si ella aún siento lo mismo por mí.

Con sus manos en el hombro de él Maruja sostenía a Tyrone.

—A ver chico, en el poco tiempo que conozco a esta chica puedo asegurarte de que ella es firme con sus decisiones. Es como una adulta cuando se trata de ello.  —Mentía, pues ella recordaba la ocasión en el que tenían que elegir un argumento y Carmen no fue firme al momento de elegir uno de los dos. Quería ayudar a ese amor de dos almas pérdidas.

—Por Dios Maruja con el amor es distinto.

—Dios, Jesús, amén, los santos y la santa trinidad pero lo que te digo es cierto ¿alguna vez has leído algo escrito por ella?

—No.

—Pues deja que te enseñe.

Quitándose la mochila de flores que cargaba en la espalda, empezó a buscar en el interior de la misma y sacó una hoja arrugada.

—Es algo que ella escribió en unos de sus cuadernos y me pareció algo muy hermoso que hasta lo copié —le decía mientras le pasaba la hoja de papel —luego tuve sospechas de que tú habías sido la inspiración de dicho escrito.

El estado en el que estaba la hoja no era el mejor de todos pero lo escrito ahí era legible. La hoja tenía escrito:

"¿Por qué no me permites que seamos felices juntos? Déjame ser parte de ti."

—Luego de mis sospechas fui algo intrusa y le pregunté si lo había escrito pensando en ti y sí, lo había hecho.

—Pero ahí dice que le permita entrar en mi corazón cuando precisamente fue lo dije, que trataríamos que algo entre nosotros se dé por ende le he dado el permiso de hacerlo, le he dado una oportunidad. Además ¿no ha notado que últimamente me pongo nervioso cuando estoy junto a ella?


—Tendré que sacar lo español. —dijo Maruja bajando la cabeza y negando con la misma.

—¿Qué?

Levantando la cabeza y abriendo los brazos Maruja le contestó.

—¡Joder tío que se lo digas! ¡Así somos las mujeres, esperamos que vosotros los hombres sean directos joder!

Estaba en apuros, Tyrone López sabía que Maruja tenía la razón y estaba en el deber y la obligación de ir donde Carmen para decirle todo lo que sentía y empezar o terminar con todo aquello de forma definitiva que era lo que menos él quería.

—Habla, no te quedes ahí parado como un gilipollas.

—Lo haré, se lo diré Maruja pero no te alteres.

—Coño hasta que por fin este chaval utiliza la cabezota esa. Anda y ve antes de que llegue el apocalipsis.

Sin perder tiempo pero con un nerviosismo tremendo fue hasta el sitio donde seguramente encontraría a Carmen, en la biblioteca. Al llegar ella tenía un libro en frente suyo y a su lado un cuaderno donde tomaba unos apuntes, se le veía más bella de lo normal. En el umbral de la puerta Tyrone respiró profundo hondo para seguir marchando con dirección a Carmen.

—Carmen.

—¡Hola! ¿Cómo estás? Precisamente iba a buscarte.

—Oh, bueno. Estoy algo nervioso.

—Te lo pregunté por ser cortés pero parece que viste un fantasma.

—Tenemos que hablar.

Ese "tenemos que hablar" ya el final había llegado pensó ella, acabaría su agonía para que empezara la rabia y la impotencia de no poder haber amado a alguien verdaderamente.

—¿Sobre qué?

—Te daré las explicaciones en un lugar mejor adecuado ¿salimos?

¿Por qué quieres atormentarme tanto Tyrone? Dilo de una sola vez y no andes con rodeos, decía Carmen en su mente.

—Por supuesto.

Ella tomó su cuaderno de la mesa, dejó el libro ahí mismo y siguió a Tyrone. Apenas cruzaron la entrada de la biblioteca él se interpuso en su camino provocando que ella detuviera su paso.

—¿Qué te pasa Tyrone? Estás actuando muy extraño.

—Lo-lo sé y es que-que...

—Oye tranquilo, relájate un poco, habla con calma.

Tyrone cerró los ojos.

—Me he enamorado de ti.

Contra todo lo que ella había pronosticado en la biblioteca cuando este individuo había aparecido, los casi dos meses de espera dieron sus frutos. Ocurrió lo que con mucha esperanza y paciencia ella esperaba, lo que ella llamaría un milagro digno de divulgar a todas las ciudades cercanas, Tyrone se había enamorado de ella. La palabra amor había aparecido y eso era algo muy difícil de encontrar en esta actualidad, un amor mutuo, un sentimiento recíproco.

—No-no-no te lo creo, no. Esto es un sueño. —Ahora era ella quién estaba nerviosa, Tyrone la contagió.

—No es un sueño, es la realidad. Yo Tyrone López me he enamorado de Carmen Moreno, la chica que tengo a mi frente y la que quiero amar.

—Maldición Tyrone.

—Repite lo que dijiste.

—Mal...

Y la besó. El sol aún estaba presente y una había temperatura ambiente en la atmósfera pero durante ese beso ella sintió que una lluvia caudalosa caía sobre ellos, que sus alrededores cientos de personas que se hallaban en una avenida principal corrían en todas las direcciones posibles para evitar mojarse, mientras ellos dos se unían y formaban sólo ser por medio de esas dos masas carnales llamadas labios. Los microbios de uno ya estaban en la boca del otro por la saliva que fluía entre ese intercambio producido por una muestra de afecto única en su clase, labio inferior y superior eran amantes inseparables sólo interrumpidos por los dientes en cada mordida. El tiempo se detuvo, la humanidad había muerto, ese beso era la vida de ellos.

Terminaron el beso que sólo fue unos pocos segundos pero para los dos pareció como si ellos acababan de haber reescrito la historia cinco veces donde hubieron sumas caricias y manos recorriendo las espaldas de cuerpos que cedían.

—¿Por qué duraste tanto para hacerlo idiota?

—¿Por qué duraste tanto para poder enamorarme estúpida?

Se volvieron a besar, ya el Muro de Berlín imaginario de ambos había caído, el Telón de Acero se había abierto dando rienda suelta al amor y el deseo. Cuando terminaron se brindaron una sonrisa de pura felicidad y se fueron caminando agarrados de la mano.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora