Capítulo 6, Parte 3

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En medio de la charla entre padre e hijo, Carmen les interrumpió para disculparse ya que ella tenía que retirarse porque le había prometido a Maruja ayudarla a buscar unos libros de leyes antes de que ella tuviese que irse al trabajo, se despidió de Tyrone y éste le dijo que pasaría a verla en la noche cuando su jornada laboral hubiese terminado y estuviera en la pensión.

Cuando ella se fue los dos siguieron hablando.

—Estoy muy orgulloso de ti Tyrone, me llenas de mucho orgullo hijo mío.

—Gracias papá pero recuerda que todo lo que estoy haciendo ahora es porque tuve un buen padre a mi lado.

Su padre, Ernesto López Vega, siempre fue un hombre y padre ejemplar que a toda hora se preocupó por el bienestar de su hijo y de su preciada familia. De pequeño Tyrone veía a su papá como un héroe y ya ahora en pleno proceso para convertirse en un médico profesional, ese perfil creado por él de aquel caballero que hacía todo lo posible por que nunca le faltara lo necesario, seguía vigente y sin muestras de dejar de serlo.

—Hijo tengo que contarte algo.

—Adelante ¿qué es papá?

—Quizás la noticia te tome por sorpresa.

—Tranquilo papá ¿qué es?

—Tu tía Carmela a muerto.

Abrió los ojos pero no reaccionó como lo haría una persona que acaba de recibir la noticia de que uno de sus seres queridos a muerto.

—Dios, no compartí mucho con ella pero su muerte me sorprende.

—Toda muerte nos sorprende.

La tía de Tyrone, Carmela López, era la hermana mayor de su padre quién gracias a su buen conocimiento y gran manejo en los negocios relacionados con el turismo logró salir hacia adelante con sus dos hijas a pesar de ser una mujer viuda a temprana edad, por lo bien que le fue en ese tipo de negocios recaudó una muy buena cantidad de dinero.

—Hijo, para nadie de la familia es un secreto que tu tía tenía una pequeña fortuna. Tú sabías eso de la fortuna ¿no?

—Sí lo sé papá, ambos sabemos que en la familia siempre se vivía hablando de ello.

En la familia siempre se vivía murmurando sobre cuál sería cantidad exacta de todo el dinero que Carmela tenía y no les ayudaba mucho el hecho de que ella vestía ropa no muy costosa, compraba vehículos no muy lujosos y sus dos tenían la misma postura con respecto a la relación dinero-persona. En una ocasión en el que se le preguntó porque ella vestía de esa manera y no tenia siquiera un auto de lujo, ella se limitó a contestar:

—Cuando muera el dinero no se irá conmigo, sin él nací y sin él me iré.

Y no dijo nada más.

El padre de Tyrone continuó hablando.

—Bueno. Tu tía, mi hermana padecía de cáncer de hígado y fue eso lo que la mató desgraciadamente.

—¿Sufrió mucho?

—No o al menos eso nos hacía saber a nosotros, quizás los cielos se apiadaron de ella por lo buena que era.

Con su hermano menor Carmela era muy buena, siempre estuvo atenta de él cuando apenas era un niño. Cuenta su padre que su hermana mayor le ayudó en muchas ocasiones con sus tareas, le lavó la ropa y que con mucha frecuencia mentía a la madre de ellos dos cuando él en una de sus travesuras rompía algo en la casa pero Carmela se echaba la culpa con tal de que la madre no golpeara a su hermano.

—Sucede que la lectura de su testamento fue hace unos meses y pues me ha dejado a mi cierta parte de su fortuna.

Tenía sentido lo que su padre le acababa de decir porque en vida su hermana siempre le tuvo un inmenso afecto con bien le contó él hace un tiempo y era este afecto que lo convertía a él en uno de los candidatos para obtener parte de la fortuna de ella.

—Parte del dinero —continuó explicando Ernesto — lo tomé para ir a jugar en un casino al póker y me fue muy bien, gané bastante dinero.

—Un momento papá, no estoy entendiendo muy bien tu punto.

Levantó su pierna derecha y dejó descansar su pie derecho sobre su rodilla izquierda, miró hacia abajo como buscando las palabras para seguirle hablando a su hijo.

—Mira...bueno, te lo contaré después.

Sacó la tarjeta que le había entregado la recepcionista y se la ofreció a él.

—Quédate unos días, puedes traer a tu novia si quieres.

Tyrone aceptó la tarjeta y su padre se puso de pie para ir a darle un abrazo. Abrazando fuertemente a su padre aún la misma interrogante seguía en su mente: ¿Qué sería lo que su padre le quería contar?


Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora