Capítulo 3, Parte 8

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Redactaba su argumento, lo elabora tomando y tratando nunca de dejar cualquier detalle interesante fuera. Mientras avanzaba con el argumento iba imaginándose a ella delante de una sala llena de familiares de ambas partes, tanto del acusado como de la parte acusadora, podía imaginarse casi de manera perfecta a un juez y un jurado conformado por cinco persona, todo parecía real. A medida que escribía cada palabra la ficción tomaba forma y todo se volvía más real, se sentía una abogada y mientras lo hacía tomó conciencia de que esa profesión al igual que en la de medicina, con cualquier mala práctica se podía condenar la vida de una persona de manera permanente y todo eso conlleva unas secuelas que seguramente serían irreparable para los familiares y amigos y un sufrimientos que los perseguiría hasta en los momentos de felicidad. Ella había abandonado la medicina pero no hizo más que utilizar otra vestimenta y otros instrumentos pero la misma presión y carga la sentiría de igual forma.

Se detuvo para tomar un breve receso y fumar un cigarrillo en las escaleras de la biblioteca, además de aclarar la mente con nuevas ideas. Notó que la biblioteca estaba más vacía, terminaron o no ya se habían marchado de esa estancia, Maruja había terminado pero seguía allí esperando que Carmen terminara el argumento para poder leer ambos argumentos y ver por cual se decidían, ella leía un libro pero Carmen estaba metida en su trabajo que nunca recordó que Maruja se haya puesto de pie para buscar un libro.

—¿Has terminado? —le preguntó Maruja poniendo en la mesa el libro llamado "La fe y el pecado".

—Aún no, me he detenido para tomar un corto descanso y fumar un cigarro ¿Tú has terminado?

—Sí.

—Voy a salir, no tardo.

—Déjame poner este libro en su lugar para acompañarte, necesito aire fresco.

Carmen recogió el cuaderno que estaba utilizando, fue a poner el diccionario donde lo había buscado y espero unos pocos segundos a que llegara Maruja.

—¿Quieres uno? —dijo Carmen sentada en la escalera un escalón más arriba que el de Maruja mientras le acercaba la caja de cigarros.

—No gracias, sería un suicidio.

—Sé que hace daño pero no exageres.

—No es por eso, de pequeña sufría de asma y ya podrás saber.

—Ya entiendo y es lo mejor que haces.

—¿Nunca has pensado en dejarlo?

—En realidad que es primera vez que escucho algo así ¿por qué lo preguntas?

—Por lo lógico, hace daño, acorta la vida.

—Pareces una madre de estas rígidas. Todo hace daño, vivir hace daño ¿y qué crees hacemos?, pues vivimos, algunos viven felices y otros no pero viven y con cada día que pasa, con cada año que pasa es uno menos y nos acercamos más a la muerte.

—Relájate, sólo fue una pregunta y no tenías que haberme contestado así.

—No te preocupes —dijo tocándole el hombro- incluso con humo incluido las fotografías salen mucho mejor.

Volvieron a entrar y Carmen siguió completando el trabajo. Por el cansancio que Maruja tenía no pudieron hacer la elección del argumento por lo que lo dejaron para el otro día, lo elegirían en el aula mientras las otras parejas presentaban sus trabajos.

Carmen se fue a la pensión y desde que llegó se fue a tomar una ducha, cambiarse e irse al trabajo. En el establecimiento no habló mucho, el tiempo pasó de prisa y ya estaba en su cama, con la pijama puesta y boca arriba, al cerrar los ojos se durmió al poco tiempo.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora