Capítulo 21

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Janeth ahogó un grito en su garganta y miró a todos lados buscando algo con que defenderse. Vio a Peter en el suelo, uno de los hombres le había vendado los ojos y las manos. Su doncella estaba aterrada, el cuerpo le temblaba y su expresión era tan alarmante que ella creyó que en poco tiempo iba a perder el control.

Intentando aclarar su mente, cerró los ojos por una fracción de segundos y suspiró profundo llevando aire puro a sus pulmones. Se percató de que estaban a mitad de camino de la mansión de Carolyn. Ella se dijo que había sido una tonta al bajarse antes del carruaje, sin ver si realmente habían llegado a su destino. Se fijó en el hombre que la sostenía con fuerza de los brazos y vio que de su chaqueta sobresalía algo filoso. Ella parpadeó extasiada y procedió.

Le pisó el pie al hombre con toda la fuerza que tuvo y le enterró la punta de la bota. Aprovechó el momento de debilidad del bandido para tomar la daga, sin embargo no se salvó de la represalia del tipo, el cual hundió los dedos con fuerza en sus brazos hasta hacerle el suficiente daño como para sacarle lágrimas. Janeth se defendió y levando su rodilla para darle en sus partes nobles al vándalo. Él la soltó rápidamente para cubrir con sus manos la parte afectada y cayó de rodillas. Valiéndose de su distracción se levantó la falda del vestido y le lanzó una patada, derribándolo en el suelo. Levantó la vista y vio al hombre que sostenía a su doncella. Se armó de valor y caminó hasta él.

—Suéltala —escupió—. No quiere saber lo bien que sé utilizar esto —espetó enseñándole la daga. Ella vio sus ojos abrirse desmesuradamente ante sus palabras y luego soltar a Ana—, Ayúdale a Peter a entrar en el carruaje.

Janeth no pensó por un segundo que el bandido soltaría a su doncella, en cambio creyó que se burlaría de ella y la iba a mandar a volar. No imaginó que se mostraría tan intimidante para que aquel alejara las manos rápidamente de Anne y diera varios pasos atrás para poner distancia. Cosa que le cayó como anillo al dedo, porque usó su valentía y se mostró fuerte y dispuesta a proteger a las dos personas que la acompañaban.

Janeth fue hasta el cochero sin dejar de ver al tipo y le arrancó la venda de los ojos, la cual se deslizó hasta su cuello. Ella se fijó en la mirada aterrada del hombre y lo ignoró para no perder tiempo. Entonces cortó con la navaja la cuerda que le mantenía sujetas las manos. Su doncella lo ayudó a ir al interior del carruaje a regañadientes. Ella vio la alarma en la cara de los sirvientes. Pero les murmuró que no salieran de allí por nada.

Janeth vio al tipo restante correr hasta el que estaba en el suelo y ella se apresuró a subir a la parte delantera del carruaje para tomar las riendas. Estaba muerta del susto y necesitaban salir de allí por el bien de los tres, en especial, porque ella había sido quien los había metido en aquella situación. Sin embargo no todo salió tan bien como lo pensó. Los caballos no se movieron ni una pizca, destruyendo su auto control. Gritó de todas las maneras posibles para que avanzaran y los sacaran de allí, pero nada sucedió. Sacada de quicio, tomo una vara que estaba a sus pies y pincho el cuerpo de uno de los animales. Fue allí que medio lo consideraron y después de relinchar los dos animales echaron a andar. Para su desgracia el hombre al que había golpeado se sujetó del carruaje y antes de que avanzaran lo suficiente la jaló y la derribó junto a él.

El cuerpo de Janeth prácticamente voló y cayó sin mucho tacto en el suelo. Sintió que sus huesos crujieron por el golpe, enviando alarmas a su cerebro. Se golpeó la cabeza y ni siquiera el sombrero que llevaba pudo evitar que el impacto fuera menos. Un hilo de sangre se deslizó rápidamente por su cabeza y los contornos de su rostro.

— ¡Ay! —se quejó con voz débil, ella levantó un poco la cabeza y alcanzó a ver como el carruaje se alejaba por el camino.

El tipo que la había tirado, estaba al otro lado en el suelo.
Por lo que ella luchó para ponerse de pie y alejarse de allí. El esfuerzo que hizo, logro que le doliera hasta el pelo. Apoyó primero una rodilla en la tierra y luego se impulsó para colocarse finalmente de pie. Tenía rasguños en los brazos y piernas, sus medias se había roto y uno de los guantes había desaparecido. Los botones de su escote habían desaparecido y se podía ver el comienzo de su corpiño. Ella suspiró profundo, llevando una gran bocanada de aire a sus pulmones. Dio un paso y se quejó de dolor en el tobillo izquierdo.

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