3.- El templo de la diosa

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Con un poco de esfuerzo lo levantaron en la camilla. Sus hermanas más fuertes lo llevaban, ella iba a su lado. Francis tomó su mano despacio, y ella con una sonrisa lo acompañó hasta adentro sin soltarlo. Pero tuvo que apartarse un momento cuando la hermana mayor apareció delante de ellos, acababa de despertarse alertada por tanto alboroto.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién es este hombre?

—Hermana mayor, lo encontré en las rocas. Al parecer la marea lo trajo aquí —explicó Linet.

—¿Se ha identificado?

—Solo dijo que se llama Francis.

—Hermana, ¿y si es un pirata? —Preguntó con miedo una de ellas—. Creo que deberíamos avisar a las autoridades.

—No creo que sea un pirata —dijo Linet en su defensa.

—¿Cómo estás tan segura? —Preguntó la hermana mayor. Se veía seria, daba un poco de miedo. La entendía, en el pasado los piratas entraron al templo e hicieron de las suyas sin ningún respeto a la Diosa. Pero ella no quería que echen a Francis, menos que lo traten como un delincuente.

—Por sus ropas, hermana. He tocado su camisa, es muy fina, nadie que no sea un noble tiene esa clase de ropa. —La mujer asintió, por un lado se sintió más tranquila, pero no creía que la hermana mayor se fíe del todo. Miró de reojo a Francis esperando que dijera algo a su favor, pero estaba inconsciente una vez más—. Si desea yo lo cuidaré, está muy débil. Apenas despierte lo interrogaré, no quiero que mis hermanas se sientan inseguras.

—Está bien, Linet, puedes cuidarlo. Pero ten mucho cuidado. Marian —dijo llamando a una de las hermanas que estaban cerca—, ve a preguntar a las autoridades, quizá se ha reportado algún naufragio importante. Puede que estén buscando a este hombre.

—Si, hermana mayor, volveré pronto. —Marian hizo una leve inclinación y desapareció de inmediato. Solo quedaba esperar noticias y ojalá que sean buenas.

—Linet, este hombre estará bajo tu cuidado por ahora. Ruego que tengas razón y sea un hombre bueno, no me gustaría saber que protegimos a un pirata.

—Yo también espero eso, hermana mayor. —La mujer volvió a asentir, todas se inclinaron apenas se retiró. 

Linet al fin pudo respirar más tranquila, les hizo una seña a sus hermanas y juntas avanzaron hasta la estancia donde a veces atendían enfermos o personas que pasaban necesidad. Ella se encargaría de Francis.


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—¡Y entonces vi que tenía el cabello como el sol y ya no podía más! ¡En serio que era la criatura más bella de la tierra y el mar! ¡Del cielo también! Yo ya no sabía qué hacer, quería quedarme en el templo viéndola, pero había mucha gente y tenía miedo que me descubran así que... ¡Ah, por la Diosa! ¡Tengo que volver a verla!

—Ariel, cálmate —le dijo Erena con toda tranquilidad. 

Hace apenas unas horas que regresó a la isla donde su amiga y Abdel esperaban, intentó descansar un poco después de una noche de desventuras, pero al final la emoción la ganó y apenas encontró a ambos empezó a contarles toda la historia. Desde que vio el barco, pasando por el rescate del hombre, y terminando por la visión de la mujer de los cabellos dorados.

—¡No puedo! De verdad, Eri, quería dormir un rato pero estoy que no puedo con la emoción. Qué cosa más bella, por la Diosa. ¿Ya les dije lo de su cabello?

—Como trescientas veces —le dijo Abdel, él siquiera parecía entretenido con su narración—. Querida, ¿es que nunca habías visto una rubia? ¿No hay sirenas rubias?

Maldita sirenaWhere stories live. Discover now