48.- Última oportunidad

2K 307 334
                                    

Y todos los sentimientos sin expresar

Y todas las verdades sin decir

Son todo lo que me queda

De la vida que nunca llevé (*)

Eric se secó las lágrimas de mala gana, y Ariel no sabía si a ese punto él ya había entendido que nada de eso era normal

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Eric se secó las lágrimas de mala gana, y Ariel no sabía si a ese punto él ya había entendido que nada de eso era normal. Que él ni ganas de llorar sentía, que eran sus lágrimas las que lo provocaban. Y en realidad ella tampoco podía ayudarlo, no podía dejar de llorar. Estaba desconsolada.

Había perdido, ella y Lissaendra lo sabían, la princesa también lloraba porque estaba segura que el fin de ambas estaba cerca. Ninguna de las dos tenía idea de lo que iba a pasar cuando Ariel muriera, puede que su alma quede atrapada para siempre sin lograr vincularse con nadie más.

La vida era cruel, y aunque debió aprenderlo hace mucho después de todo lo que le había pasado, al fin lo entendía de verdad. Salvó Aquaea, sostuvo el tridente del rey. Pudo ser reina, luchar para que su comunidad sea un mejor lugar para todas las sirenas. Tenía sueños, ilusiones, ganas de hacer bien las cosas. De volver a ver y amar a Linet. Pero todo eso se deshizo para siempre. Ella tenía piernas otra vez, sufría el dolor de caminar y tampoco recuperó su voz. Lo peor no era solo eso, sino lo que estaba sintiendo. Cada día se hacía más insoportable. Y eso era un dolor extraño que hacía temblar todo su cuerpo. La dejaba sin aire, le nublaba la vista. Estaba muriendo, lo sabía. No había cumplido con casarse, y la maldición entraba en efecto. Pronto iba a morir.

Y al menos le hubiera gustado pasar sus últimos días rodeada de Erena, sus hermanas, y los dos tritones esos que le caían muy bien, pero todo había resultado un verdadero desastre.

Cuando salió a la superficie tuvieron que llevarla pronto a un lugar donde pueda sobrevivir, pero no había nada ahí que pudiera comer. Ya no podía alimentarse de peces crudos o algas, había que ir a alguna parte del continente donde pudiera conseguir algo de comida, y tendría que hacerlo sola. Erena, preocupada, insistía para que Abdel les hiciera el encuentro y les lleve algo de comer, pero el hombre no se movía. Nadie creía que él les hubiera dado la espalda, gracias al vínculo que tenían, Erena sabía que él estaba en Theodoria. Pero no podía moverse, quizá era prisionero. Quizá se liberaría pronto, o no.

No tuvieron más alternativa que ir a alguna playa lejana de las costas de Theodoria, Ariel moría de hambre y necesitaba comer algo al menos. No funcionó, porque la capturaron. Y fue horrible, no recordaba haberse sentido tan asustada antes. Quizá fueron sus lágrimas de sirena lo único que la salvaron de que no le hicieran cosas malas, como no podían dejar de llorar en su presencia, no le hicieron nada más. Pero la empujaron, le arrojaron cosas, le dieron golpes. La vistieron apenas, e intentaron tocar en lugares donde Abdel le dijo que nadie debía hacerlo. Y se reían de ella, a veces hasta se reían entre lágrimas. Pasó de mano en mano. Primero unos pescadores, luego unos guardias, otros oficiales, quizá hasta soldados. Y así la llevaron hasta ese calabozo, donde pronto apareció el vizconde Eric.

Maldita sirenaWhere stories live. Discover now