1.- Adiós, Aquaea

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Dicen que en el cielo el amor es lo primero.

Haremos que el cielo sea un lugar en la tierra.

Oh, el cielo es un lugar en la tierra (*)

De niña nunca pudo entender qué hizo Erena para que la hubieran echado de la comunidad, y su amiga tampoco fue muy específica que digamos

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De niña nunca pudo entender qué hizo Erena para que la hubieran echado de la comunidad, y su amiga tampoco fue muy específica que digamos. Erena tenía poco más de cien años, y Ariel había escuchado hablar de ella desde que tenía memoria. Incluso había sirenas madres que les decían a las pequeñas que se alejaran de ella, que nadie querría jamás seguir su vergonzoso ejemplo. Una aberración. Una vergüenza para la comunidad. La abominable Erena.

Quizá por eso Ariel siempre sintió curiosidad por ella, y no le importó mucho que le prohibieran acercarse. Es más, cuando encontró a esa sirena solitaria ni siquiera sabía que era ella. Ariel tenía ocho años cuando la conoció, se había extraviado. Estaba nadando detrás de sus hermanas mayores pero ellas se adelantaron, Ariel se distrajo viendo unos peces. Cuando quiso seguirlas ya no las encontró, así que ella nadó con miedo mientras las buscaba, ni siquiera conocía bien la zona. Encontró a Erena y le preguntó con timidez si podía llevarla a Aquaea. Y debió sorprenderla bastante, porque "Eri" solo la quedó mirando sin reaccionar. Luego le contó que era porque ninguna sirena le hablaba. Erena era un deshecho de la comunidad que no merecía las palabras de nadie.

Solo supo que era la sirena malvada de quién todos hablaban cuando sus hermanas al verla cerca de ella empezaron a insultarle, y amenazaron con matarla si se volvía a acercar a la princesa. Desde ese momento la estricta prohibición de "No acercarse a Erena" pasó al puesto número de uno de las cosas que a Ariel no le importaba obedecer. Desde ese día no hizo otra cosa que escaparse para buscar a Erena en la zona donde la vio la primera vez. A veces la encontraba, a veces no. A veces Erena le decía que se largara, a veces se quedaba escuchando sus historias infantiles y sus travesuras en Aquaea. Y cómo la habrá molestado, que la solitaria sirena acabó por aceptar su compañía.

Erena era la única y mejor amiga de Ariel. De ella se decían muchas cosas, cada una más terrible que la anterior. Que fornicaba con humanos y otras criaturas... ¿Y por qué era malo eso? Se preguntaba Ariel sin entender bien. Se decía de Erena que cuando llegó a la edad en que debía de entregarse a un tritón para ser suya, como toda buena sirena debe, ella decidió irse y no ser de nadie. "¿Se puede entender esa insolencia?", se preguntaban las sirenas a veces, y ella solo las escuchaba en silencio. 

Pero sin duda el peor de sus delitos fue hacer un trato con la Bruja del mar. Decían que le servía y le hacía favores atroces, como llevar colas de sirena fresca para los embrujos que hacía. Ariel sabía que nada de eso era cierto, así que no le importaba que trataran a Eri como si fuera un monstruo. No podía querer a nadie como la quería a ella.

Y aunque de pequeña nunca entendió las razones de Erena para marcharse de la comunidad y convertirse en lo que era, poco después lo supo. Cuando se acercaron sus quince años. Llegaba el tiempo de salir a la superficie, de descubrir su voz. Porque aunque las sirenas dijeran "Hablar", no era eso lo que hacían. Ellas se escuchaban. Mirabas a una sirena y "hablabas" con ella, la escuchabas dentro de tu cabeza. La boca solo la abrían para comer, por eso era genial ir a la superficie. Ahí podría hablar de verdad. Abrir la boca y descubrir su verdadera voz, saldría algo dentro de ella, un sonido que era lo mismo que escuchaba dentro de su cabeza. Solo que esa vez sí sería real.

Maldita sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora