Es el miedo a saber
cómo es este mundo
observando a algunos buenos amigos
gritar: Déjenme salir (*)
Hace días que no se sentía muy bien. Quizá "extraño" era la mejor definición, como si no fuera el mismo de siempre. Y todo había empezado desde que conoció a la princesa Lissaendra en el templo de la Diosa del mar. O desde que perdió el rastro de Linet, todo pasó el mismo día. Fue a ese templo con la esperanza de volverla a ver y darle la libertad, pero desde entonces no sabía nada de ella. Supo que Linet se fue poco después de completar la prueba divina que exigían en el templo, y para ese momento él y la princesa ya habían llegado a Theodoria. No hubo forma de seguirla o de enviar a alguien a hacerlo. Todo había sucedido muy rápido, y seguía siendo extraño.
No lograba entender qué clase de extraño designio divino estaba viviendo. Porque seguía convencido que llegar al templo de la Diosa y conocer a Linet no fue una coincidencia. Tampoco lo era que la princesa haya acabado bajo el cuidado de la misma Linet luego de sufrir un naufragio similar al suyo. ¿Qué significaba eso? Dos personas destinadas a pasar el resto de sus vidas juntos por un acuerdo matrimonial conocieron a la misma sacerdotisa en circunstancias similares. ¿Acaso Linet los unía? ¿Todo eso había sido una señal para que le quede claro que Lissaendra era la mujer de su vida?
Hasta lo había conversado con Eric, en él siempre encontraba consejo. Para su amigo, Linet ni siquiera debería estar en su mente. Iba a casarse con Lissaendra, y tenía suerte con eso. Era una muchacha bella, agradable y de seguro sería buena esposa. Y si, era una cuestión de intereses entre reinos, pero no tenía que verlo por ese lado. Quizá no era solo política, quizá había algo más que los unía. Algo sobrenatural.
Se suponía que él ya no adoraba a las deidades, que tenía que convencerse que esas eran solo leyendas antiguas. La era de los espíritus acabó hace mucho, y con ella se fueron los dioses y espíritus que gobernaron el mundo por siglos. Si era así, ¿quién lo salvó del naufragio entonces? ¿Quién lo llevó hasta orillas del templo? ¿Quién hizo lo mismo con Lissaendra? La Diosa. ¿Quién si no? La Diosa del mar los bendijo. Ella aún existía en el mundo y actuaba de forma sutil, no como antes cuando se manifestaba entre los mortales y demostraba todo su poder sin restricciones. Eso no importaba. La Diosa seguía siendo la Diosa, y ella había rescatado del mar a él y Lissaendra, los acogió en su templo y los encontró. Los bendijo para que estuvieran juntos. Porque así tenía que ser.
Tampoco le parecía muy desagradable todo eso. Lissaendra era bella, y si, reconocía que estaba fascinado con la princesa. De a ratos le parecía una niña inocente y dulce, pero también una chica osada, hasta seductora. La noche de la fiesta en la playa bailó de una forma que lo dejó embelesado. No dejaba de pensar en eso desde entonces, le había encantado. Quería bailar con ella otra vez, quería verla bailar siempre. Fue fascinante, y Francis esperaba con ansias que se presenten en una fiesta para poder verla danzar.
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Maldita sirena
Fantasy¿Qué estarías dispuesta a dar por unas piernas? ¿Por un alma inmortal? ¿Darías todo lo que te hace ser tú misma? Esa es la decisión que Ariel debe tomar. Perderlo todo, o sacrificar su libertad. ****************** La princesa sirena Ariel ha cumpli...