Capítulo 8

17.2K 1.3K 214
                                    

Me removí cuando los rayos de luz molestaron a mis ojos.
Sentí un brazo sobre la cintura, una pierna encima de la cadera, una de las mías entre la ajena y mi cabeza descansaba en otro brazo que me parece mejor a cualquier almohada.

Abrí los ojos lentamente con miedo a que las sensaciones sean solo burla de mis sueños.
Mi boca se abrió levemente presa del asombro al observar el claro rostro de Adrián.

No estaba delirando. Estoy durmiendo  con el Dios del Agua.

No sé si salir corriendo o seguir observando sus largas pestañas rozando la piel de sus pómulos, bajé la mirada hasta sus labios hinchados y rojos.

Finalmente me decliné por mis necesidades visuales. No pasaron más de dos minutos, cuando su voz más ronca de lo normal me sobresaltó.

—¿Cambio de pose para que continúes memorizado mis facciones?—un calor inmediato se ubicó en mis mejillas.

—No sabía qué hacer. Ya debo irme—intenté salir de su agarre, pero este lo hizo más fuerte.

—Aún no desayunas—abrió los ojos y me permití observar sus perlas avellanas con un brillo especial por el reflejo de los rayos de sol.

—Es peligroso que siga aquí—terminé por zafarme y me levanté de la cama.

—Eres muy terca—tal como la noche anterior, Adrián utilizó sus habilidades de sigilo para detenerme antes de abrir la puerta.

—Tu terquedad es peor que la mía—acusé subiendo el tono de voz.

—Tan temprano y tan chillona—bufé mostrándole mi descontento.

—No lo hagas más difícil, tengo que llegar a mi cuarto sin ser vista por tus guardias y créeme eso no será nada sencillo—alcé una ceja y fruncí el ceño.

—Desayunarás acá, conmigo—enfatizó lo último.

—No quiero—me crucé de brazos exasperada por la discusión ridícula.

—Hicimos un trato—me recordó.

—Entonces ahora haremos otro. En el momento en que finalicemos la comida me dejarás ir y no me molestarás en el día—sonreí de lado esperando su aceptación.

—Todo bien excepto lo último—no alcancé a rechistar cuando Adrián depositó un beso en mi frente y salió de la habitación.

Resignada caminé hasta la cama analizando cuál será mi siguiente paso.
Quiero ver a Rizitos y poder cuidarlo. Mientras que yo no vaya al comedor él no tendrá oportunidad de alimentarse. Estará muy débil por un tiempo, si tuviese la contextura de una persona normal todo sería más fácil, pero la falta de nutrientes y descanso se harán notar.

Me senté en el colchón y recosté mi cabeza en la almohada de Adrián.

Cuando se abrió la puerta no giré a ver quién era, sin embargo al escuchar tacones rechinando en el suelo me puse de pie rápidamente.

—¿Quién es usted?—era una sirvienta.

¿Qué le digo?

—Estoy esperando a Adrián—dije suavemente intentando no mostrar nerviosismo.

—¡¿CÓMO DIJO?! Su Majestad no tiene esposa...¡¿CÓMO OSA A LLAMARLO POR SU NOMBRE?!—la mirada aterrorizada de la chica, además de sus gritos terminaron por atraer otras sirvientas y un guardia.

—Lo siento...No lo sabía—intenté explicarle.

—ERES TÚ—el guardia observó detalladamente mi rostro—TU ERES LA ENGENDRO QUE ESCAPÓ DE TOM—supongo que se refiere al guardia de la Tierra.

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora