V e i n t i s i e t e

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Ya habían pasado siete días desde la vez que fui a ver a Ariel a su departamento

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Ya habían pasado siete días desde la vez que fui a ver a Ariel a su departamento. En todo este tiempo no se había aparecido en la tienda y era demasiado cobarde para ir junto a él de nuevo. Tenía miedo de ver a ese hombre y menos tan cerca del chico, pero a la vida le gusta hacerme las cosas difíciles porque el mismo estaba entrando en la tienda y con el dichoso que me robó todos los pensamientos en la última semana.

El hombre en cuestión abrió las puertas de vidrio para que Ariel pudiera pasar mientras yo los observaba con atención. Ariel entró con pasos inseguros, pero su acompañante estaba un tanto alegre. Ya que la caja registradora estaba al costado izquierdo de la tienda, muy cerca de la entrada, pasaron frente a mi antes de dirigirse hacia las estanterías. El mayor de ellos miró hacia donde yo estaba e hizo una inclinación de cabeza en modo de saludo, Ariel, en cambio, tenía la cabeza gacha por lo que no pude ver sus ojos grises.

Fueron a comprar sus cosas y minutos después se dirigieron hasta donde estaba yo. Por alguna razón, mi corazón palpitaba con fuerza cuando se acercaron, al ser consciente de su relación, ahora percibía aquellos indicios que lo confirmaban, entre ellos, la cercanía de ambos y el modo protector en que el mayor lucía para con Ariel.

—Buenas tardes —habló el hombre.

—Buenas tardes, señor —saludé y después dirigí mi mirada hasta Ariel—. Hola Ariel.

El chico levantó la mirada hasta mí y pude ver ese color que tanto llamaba mi atención. Al parecer el saludo no le agradó al hombre porque se mostró algo molesto.

—Por suerte tienen mucha comida enlatada—dijo el hombre de manera casual mientras me ponía a tipear su compra—, Ariel y yo estuvimos tan ocupados todo el día que nos entró mucha hambre.

Dejé de escribir por unos segundos ante lo que estaba insinuando el hombre y una punzada de algo que se sintió como veneno se deslizó en mi interior.

—Me imagino —respondí lo más alegre que pude, pero sonaba tan falso que nadie se lo creería—. Por cierto Ariel, se me olvidó decirte "gracias por el cómic" cuando fui a verte hace unos días.

Ariel me miró con los ojos abiertos, pero había miedo en ellos, por un momento temí haber metido la pata, pero el destello de fastidio en la expresión del hombre me dio tanta satisfacción que no pensé mucho en ello. Sin embargo, Ariel no habló.

—Descuida —dijo el hombre cuando me percaté del silencio del chico—, él no habla con las personas que le desagradan, le resulta una pérdida de tiempo.

Miré a Ariel para saber si era mentira o no, pero él abrió la boca como tratando de decir algo, por un momento pensé que lo desmentiría, sin embargo, volvió a sellar sus labios y miró a otro lado como avergonzado y triste. El hombre rió y pagó el monto que le indiqué de manera hosca, después salió del lugar con el chico atrás de él. Por el rabillo del ojo, porque ya no quería mirarlos más, vi como Ariel giró la cabeza buscando mi mirada hasta que el mayor rodeo sus brazos sobre los hombros del chico para arrastrarlo a sus pasos.

Me quedé ahí, solo y sintiendo ira, impotencia y los evidentes celos que hasta ese momento me había negado a admitir.  

Tú, un grito silenciosoWhere stories live. Discover now