Capítulo 1

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CAPITULO 1

Oía el repiqueteo de mis tacones contra el suelo mientras avanzaba por una sórdida calle de Manhattan en una noche cerrada. En la acera aun se podían apreciar restos de la pequeña llovizna que había caído. Tuve que desviar el próximo paso para evitar meter mi asombrosa sandalia de quince centímetros de tacón en un turbio charco. Seguí con paso ligero mientras los coches pasaban a mi lado con cargantes canciones a toda pastilla.

Enseguida vi una larga fila de gente emperifollada con todo tipo de atuendos esperando para entrar en mi pub habitual, The Moment. Inspiré arrastrando el aire por mis fosas nasales, sonreí al notar aquella energía nocturna, la lujuria, la desinhibición. No pude evitar que una amplia sonrisa mostrara todos mis dientes, me encantaba la noche, aquello era lo que alimentaba mi atormentada alma.

Seguí con paso decidido hacia el corpulento portero de piel morena que tantas veces había abierto el cordón de terciopelo para mí. Sentí las miradas de los jóvenes que aguardaban en la cola, siempre resultaban del mismo repertorio: deseo, envidia, admiración... era lo que producía mi esencia, mas lo que realmente debían sentir era miedo.

El portero me sonrió mientras me permitía el paso.

-Parece que la noche promete.

-Si, hoy ha entrado bastante gente.-Su respuesta aumentó la excitación fomentando el éxtasis de mi esencia. Una ola de calor fue lo primero que recibí al entrar, la sensual música me pedía a gritos dejarme llevar y fundirme junto con esos cuerpos bamboleantes en el centro de la pista, pero no podía, sacudí aquellas peligrosas ideas de mi cabeza, sino quería que se formara una hecatombe debía seguir mi rutina.

Me senté en mi lugar habitual de la barra, me percaté que el camarero que solía atenderme no estaba, en cambio había otro notablemente más joven. El local de moda no podía permitirse un hombre maduro de camarero, suspiré acostumbrada a la las idioteces implícitas en el contrato social y pedí un whisky al demasiado sonriente camarero. Me tocaría bajarle los humos, me sabía al dedillo el comportamiento social, e imaginaba lo que podría acontecerse.

Me llevé el vaso a los labios y cuando el elixir divino mojó mi paladar sentí que mi decadente vacío era un poco más llevable, aquella sensación duró apenas un mísero segundo. De repente una sensación helada me embriagó paralizando mis actos, mi corazón dio un vuelco y la energía me golpeó dejándome sin aliento. Disimuladamente dejé la copa sobre la barra y eché un vistazo al lugar. Un grupo de universitarios a las tres, gente sudorosa en el centro de la pista, alguna que otra criatura sobrenatural que no despertó mi interés y... bingo. Unos ojos azules, al fondo del establecimiento estaban fijos en mí, fríos como el hielo, esperaba que no de la punta de un iceberg, gracias a Titanic todos sabemos lo traicioneros que pueden resultar. Fruncí el ceño, "¿qué tipo de criatura eres tú?", ladeé la cabeza confundida, era un chico joven, quizá de mi edad, pelo negro azabache que contrastaba con su pálida piel de mármol, poseía unos rasgos verdaderamente atractivos, estaba entretenido con la compañía de dos bellezas rubias que parecían necesitar su piel tanto como agua un resacoso en el desierto, "qué demonios, ¿eran gemelas?, un punto para el joven inquietante". Una descarada sonrisa se formó en sus labios dejando traslucir unos impecables dientes. "¿Alguna ascendencia feérica?" Eran curiosas las combinaciones de energía que puede llegar a desatar cada especie, cada mezcla es distinta, incluso la persona más mundana, con un mínimo de ascendencia sobrenatural pude llegar a poseer una esencia deliciosamente perturbadora. En la mayoría de los casos ninguno era consciente de que albergaba raíces sobrenaturales, tenían funciones únicamente humanas, solo se percibía algo distinto en su esencia. Me sostuvo la mirada, la energía se me clavaba como cientos de afiladas dagas en el pecho. Finalmente fui yo la que desvió la mirada perdiendo aquel pequeño asalto.

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