Capítulo 21: Solo hay dos victimas.

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Capítulo 21: Solo hay dos victimas.

¿Alguna vez te volviste loco por un perro de la calle? La historia lleva casi siempre el mismo curso, Lo conoces, juegas, quizás le otorgues un nombre y todo acaba cuando tus padres responden a tu petición con un tajante: "No tenemos espacio en casa como para una mascota". Desde un inicio comprendías que encariñarte con esos ojos brillantes y esa cola felpuda era un error, sin embargo fuiste incapaz de seguir la racionalidad.

Allí estaba él, tenía su corazón encogido. Había prometido no llorar, pero inevitablemente tenía las lágrimas agolpadas en sus preciosos ojos.

Era una masa casi deforme, probablemente la masa deforme más bonita que había visto en toda su vida. ¡Claro era su hijo! La frase más cliché del mundo, comenzaba a tomar sentido cuando era una criatura propia la que se formaba en su vientre.

Existía una gran razon para sentir que el corazón le golpeaba la garganta y que sus ojos se aguaran por presenciar semejante maravilla. La primera de ellas era sin duda alguna observar por primera vez a su primogénito, esa manchita rosada en medio de todo. Era precioso, la cosita más hermosa que había visto en toda su vida, bueno una de las más bonitas si le comparaba con Giulian, quien era su primer y más grande orgullo, aun si fuera solo su hermano, y no su hijo como en este caso.

Recordaba con lujo de detalles el tiempo en que acompañaba a su pá a las revisiones mensuales, Giulian era una manchita negra, entre todas esas curvas grises. En una primera instancia no pudo identificar más que un cuadro incomprensible de arte moderno, sin embargo recordaba como su pá había llorado en esa ocasión, los ojos de una madre pueden ver mucho más allá que la vista de los mortales comunes y corrientes.

Sin embargo, y fuera de todo ese sentimentalismo maternal, había otra razón de fondo aún más poderosa, para sentir las lagrimas agolpando sus ojos. La culpa, maldita culpa que le consumía desde dentro, sentía el pecho oprimido, quizás era la razón más relevante por la cual deseaba largarse a llorar. ¡Ese era su bebé! una vil transacción entre el deseo por salvar a su hermano y el convertir a otro hombre en padre.

—Castiel. —Ya era la tercera vez que le llamaba. Él chico tenía sus ojos vidriosos y desenfocados, la respiración era irregular, estaba pálido como una hoja de papel, parecía que fuera a colapsar de un momento a otro —¿Te encuentras bien? —Consulto como todo medico preocupado.

El menor apenas se movió un poco, deseaba decir que estaba bien, mentir un poco y continuar con lo programado. Sin embargo y en contra de todo lo que esperaba. Observo a Robert y negó con la cabeza.

—Dame un segundo, Christopher encárgate de él —Pidió antes de salir de la pequeña y oscura sala.

Las palabras se oían lejanas, eran como molestos zumbidos rebotando en el fondo de su mente. Levanto la vista desorientado y se encontró con la expresión compungida del mayor. Tuvo que concentrarse un poco más para darse cuenta de que estaba temblando. ¿Cuándo había pasado todo eso?

—Oye ¿quieres que paremos? —Consulto Christopher después de un rato. Le estaba sujetando de una mano y utilizaba un tono escalofriantemente amable, considerando que estábamos hablando de él por supuesto.

—No. ¿Qué? –Se agarro la cabeza confundido, tampoco sabía en que comento se había desconectado de la realidad. Su cerebro apenas procesaba al 10 % de su velocidad acostumbrada, y las palabras de Christopher habían conseguido confundirlo aún más.

—Castiel, ¡Castiel! —El mayor solo había elevado un poco el tono de voz. Sin embargo Castiel llevo sus manos a los oídos como si hubieran tocado una bocina increíblemente molesta, justo frente a ellos.

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