verte así, no tan diva como sueles serlo, es lindo, además creo que tienes sueño. -le atino, estoy cansada y quiero dormir, pero su compañía ha sido lo mejor que me ha pasado en todo el día y no quiero que se vaya.

sí, la verdad es que estoy cansada.

bueno si quieres me voy, para que puedas dormir.

olvidas que llueve a cantaros, no voy a dejarte ir, no quiero que te enfermes por mi culpa.

entonces que sugieres hacer.

no sé, si quieres puedes quedarte hasta que escampe y luego te cambias y te vas, eso sí avísale a Nico y a Pedro para que no se preocupen. -él asiente con la cabeza, se levanta de la cama en busca de su teléfono, yo aprovecho para meterme bajo las cobijas, sin dejar de observar cada movimiento suyo.

si Pedro, esperare a que dejar de llover, nos vemos más tarde. -cuelga la llamada y pone su vista en mí, sonríe levemente. —¿puedes apagar la luz? -le pregunto y él le echa un vistazo a toda la habitación, antes de acercarse al interruptor y apagar la luz, dejando la tenue luz de la lampara de noche.

Empieza a caminar hacia la cama y justo cuando llega a la esquina de la cama tropieza y se golpea el pie.

oh mier... -lo interrumpo antes de que termine la palabra. —sin groserías Simón.-digo tratando de contener la risa.

claro como fuiste tú quien la que se golpeo el dedo pequeño. -yo no puedo evitar reír. —con que muy risueña. -se acerca más a mí y comienza a hacerme cosquillas.

ya no más Simón. -digo entre risas y él se detiene y se sienta en el borde de la cama, y se me queda viendo.

te ves hermosa cuando ríes. -no respondo nada y solo nos quedamos viendo uno al otro. —me dejas dormir un rato contigo. -su propuesta me toma por sorpresa.

¿tú también estas cansado? -él asiente con la cabeza. —bien, duerme en el asiento. -él frunce el ceño molesto.

ok, si es lo que quieres. -se levanta decidido y comienza a caminar. —hey Simón aquel es el asiento. -señalo el asiento que esta frente a la cama, pero él hace caso omiso a mis palabras y rodea la cama y se mete entre las cobijas.

entonces que descanses Ambar. -dice cuando ya está acomodado. —eres un tramposo. -digo y le doy la espalda. Nos quedamos así en silencio, escuchando nuestras respiraciones a la par.

sabes que a Pedro le gusta Delfi. -una sonrisa se dibuja en mis labios, porque sé que trata de formar conversación, pero no le respondo nada. —Ambar ¿estas despierta?

Yo sigo sin responder, entonces él se queda en silencio, suspira fuerte, y entonces no puedo evitar reír y me giro en su dirección.

me engañaste. -habla tratando de sonar enojado. —sí, pero es que me das risa. Y si claro que lo sé.

¿a Delfi también le gusta? -pregunta. —no sé Simón.

debes de saberlo, eres su amiga. -asiento con la cabeza. —lo sabía. -celebra un poco.

no vayas a decirle nada, por favor. -él asiente con la cabeza. —bueno ahora sí a dormir. -ordeno.

tenemos que compartir cobija, así que acércate para que no te de frio. -sé que está incitándome a seguir un juego que yo quiero jugar, entonces me acerco más a él y apoyo mi cabeza en su pecho, él suspira antes de comenzar a acariciar mi cabello.

Y con el arrullo de las gotas de lluvia y las caricias en mi cabello me fui quedando dormida.

~♥~

Hay mucha oscuridad, un escalofrió recorre mi espina dorsal cuando la voz de mi padre me llama, intento encontrarlo, pero es imposible hacerlo. Es entonces que me veo de niña de nuevo, él me abraza, se ve algo diferente a como lo recuerdo, su barba a crecido un poco y eso le da un aspecto muy lúgubre.

De pronto veo a mi madrina de pie en el umbral de la puerta. —Vamos Hugo que no tengo todo el día. -mi papá, se queda mirándola molesta.

—Ambar, te quiero mucho. Me prometes que vasa portarte bien. -niego con la cabeza repitiendo mi acción de niña. —no quiero irme. -él me abraza nuevamente.

—debes ir con tu madrina, ella va a cuidar de ti, mientras yo viajo, no puedo llevarte conmigo Ambar.

—pero... -me interrumpe. —sin peros, vas a quedarte y me harás sentir muy orgullos se de ti. -da un beso en mi mejilla y se pone de pie, estira mi mano hacia mi madrina ella me toma con fuerza y salimos de la casa.

—te prometo que no te va a faltar nada, Ambar. -la voz de mi madrina resuena por toda mi cabeza. —pero debes que dejar de llorar. -dice cuando llegamos a la mansión, una señora joven se encuentra de pie en la entrada su cabello es castaño y algo ondulado, me recibe con una grata sonrisa, mientras que yo solo me abrazo al pequeño conejo de peluche que tengo en mis manos.

—no quiero estar aquí. -grito y me echó a correr por el jardín. —Ambar. -mi madrina grita fuerte.

—NO. -grito y es entonces que me levanto asustada, lagrimas ruedan por mis ojos, y mi respiración sube y baja rápidamente. 

El Mismo Corazón... (Simbar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora