Capítulo Diecisiete: La promesa.

2.8K 422 181
                                    

— "¿Dónde estoy...?, hace tanto frío..." — Pensaba un azabache bastante débil recuperándose poco a poco de los golpes y con una fiebre algo elevada observando su alrededor, oscuridad, todo totalmente oscuro y con olor a humedad. — "Debo salir de aquí..." — Se levantó costosamente llegando a ser un acto inútil, la caída había lastimado seriamente su cuerpo sin llegar a romper por su suerte algún hueso pero algún que otro músculo sí que había sido dañado seriamente. Tras caer al suelo por el acto de levantarse, al parecer, una puerta, se abrió lentamente delante de sus ojos dejándole ciego por unos segundos hasta que su vista se adaptase por la claridad que entraba e impactaba en sus ojos.

— Vaya, vaya.., pero mira a quién tenemos aquí... —Decía una figura rubia desconocida con un casco y una capa entrando. — Eres.., ¿Super C., verdad? — Se puso de cuclillas frente a él y con su arma, al parecer, un martillo, alzó el rostro del azabache. — Wow.., estás rojo.., no me jodas.., ¿estás enfermo? — Puso un gesto molesto mientras tocaba la frente de este con la mano notando cómo ardía. — ¡Cáspita, ardes!

— Dé-déjame en...paz.., ¿quién mi-mierda...eres? —Expresó Super C. quitando su rostro de la mano de este con su respiración jadeante debido a la fiebre.

— Esclavo, trae ropaje seco y cámbiale, si muere de fiebre no habrá servido para nada capturarle. — Ordenó el rubio desconocido a uno que había en la puerta el cuál tras asentir, fue en busca de las cosas. — De momento seré tu.., amigo, Super C. pero.., cómo intentes hacer algo para estropear mis planes.., tendré que recurrir a la violencia.., en unos minutos vendré a hacerte unas preguntas.., y espero que las respondas o si no.., prepárate. — Y con una risa escalofriante, el desconocido salió del lugar llegando el otro con los ropajes secos aunque algo viejos para cambiar al azabache.

Minutos después.., tras Super C. luchar un poco y golpearle para que no le cambiara, acabó con las vestimentas y algo golpeado.

— Mi...chu-chullo...no... —Pidió mientras el esclavo terminaba por quitarle el chullo del cabello quedando únicamente de su vestimenta el antifaz. — No...¡n-no...! — Pidió arrastrándose cómo pudo siendo una petición inútil. Se había ido con su chullo. Un chullo al cuál le tenía cierto cariño.

.

.

— ¡De-devuél...veme mi...conejo...! — Decía una pequeñita persona sollozando con un chullo azul y pompón amarillo con los brazos alzados dando pequeños saltos intentando alcanzar su peluche.

— Boh.., ¿vas a llorar, nenaza? — Se burlaba un niño más mayor que tenía el peluche alzado para que no lo alcanzara. — Llora, lloooora... — Reía burlándose hasta que recibió un piedrazo en la cabeza. — ¿QUIÉN MIERDA...?

— No deberías meterte con las niñas. — Dijo una voz procedente de un pequeño azabache que se encaró al niño que se burlaba de aquella persona. — Eso te hace marica.

— ¿Pero qué diablos estás diciénd-...? — Decía hasta que el azabache se le echó encima comenzando a pelear. Definitivamente el azabache acabó perdiendo y saliendo bastante mal parado mientras el mayor se iba molesto con varios golpes.

— Uah.., l-lo siento... —Decía aquella persona acercándose al azabache temblando y aún sollozando. — Pe-pero.., gracias a ti lo.., conseguí... — Dijo con un tímido rubor apretando su conejito de peluche mientras se ponía de rodillas a su lado.

— No te preocupes... — Susurró mirando el cielo nublado de color gris cómo podía debido a los moratones que tenía en su cara e impedían ver bien. — Si hubiese podido manifestarlo.., ¡maldita sea! — Gritó eso último dando un puñetazo al suelo y agrietándolo bastante haciendo que la persona del chullo azul soltara un pequeño grito asustado y a la vez sorprendido. — ...genial, ahora.

En la Justicia siempre hay lugar para el Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora