Capítulo 19, parte 1.

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Jungkook saltó del escenario, sin ni siquiera molestarse en bajar por las escaleras. Corrió todo lo que pudo por entre la gente del auditorio mientras la gente se empezaba a alborotar.

Empujó a varias personas para poder pasar, pero cuando llegó a la puerta del auditorio, se encontró solo con Taehyung.

No lo miró, no podía hacerlo o se le caería la cara de vergüenza. Pero de todas formas, el hijo del senador Kim si que le habló:

—No soy quién para decirte qué hacer, pero te has pasado de gilipollas.

Jungkook estaba al borde de las lágrimas. Le ardían los pulmones y el corazón parecía zumbar en vez de palpitar.

Le había salido mal.

Había intentado jugar con Aiko y ahora era él el que se arrastraba detrás de ella.

Miró a Taehyung con la culpa ardiéndole en la piel.

—Lo sé.

Se echó a correr otra vez hasta la salida del auditorio y una vez en la calle, miró hacia ambos lados.

El frío de diciembre y el viento le golpearon el rostro. Y fue entonces cuando sintió las primeras lágrimas acariciarle el rostro.

¿Qué había hecho? ¿Qué le había hecho a aquella chica tan dulce?

La vio caminar calle abajo, hacia su coche, y se quedó congelado sin saber qué hacer.

Se veía tan preciosa como siempre. Con el pelo cobrizo ondulado como siempre hasta la espalda con aquel vestido verde y ese abrigo negro tan bonito. Sus tacones retumbaban en las fachadas de los edificios de aquella calle.

—¡Aiko!

La chica frenó en seco.

—¡No! ¡Vete!

Jungkook no quería acercarse. No quería mirarle a la cara y reconocer la gilipollez que había hecho.

—Aiko, por favor...

La chica se giró enrrabietada y miró al castaño a los ojos desde aquella distancia. Lo señaló acusadoramente con el dedo índice y ni encontró las ganas para gritarle al chico. Quería irse de ahí a toda costa, encerrarse en su habitación y no volver a saber nada de nadie.

—Eres un maldito hijo de puta. No tengo palabras, no tengo forma de describirte. Eres un asco de persona.

Esas palabras se le colaron a Jungkook entre los huesos. Se sintió temblar y tiritar. Todas las fuerzas que tenía se las estaba llevando el viento.

Sin embargo, Aiko no dejaba de gritarle desde el otro lado de la calle mientras comenzaba a caminar con lentitud hacia el chico. Con la cabeza bien alta y la cara empapada de lágrimas, no podía quitar la vista del rostro de Jungkook mientras se sentía desgarrada por dentro.

—No entiendo por qué cojones me has mentido—suspiró. La calle ya estaba a oscuras, con las farolas encendidas y todos los comercios cerrados. Aiko se mordió el labio con fuerza, parpadeando con rapidez por culpa de las lágrimas —. No sé por qué me has tenido que mentir en todo esto, sabiendo cómo me sentía yo. ¡Cómo me sentía yo hacia ti y hacia el jodido pianista! ¡Que eras tú!

Aiko se llevó las manos a la cabeza, enterrando los dedos entre su cabello y soltando un jadeo.

No podía, simplemente no podía.

Tenía ganas de clavarle un tacón en la cara a Jungkook, librarse de él, quería hacer de todo y más.

No era capaz de comprender aquella mentira, no entendía por qué desde un principio, Jungkook no le había dicho que era él el pianista de los conciertos. Que era él quien le hacia sentir esas cosas a Aiko.

La morena vio cómo Jungkook, llorando, caía de rodillas sobre la acera. Sin embargo ella se mantuvo de pie, mirándolo desde arriba.

—No entiendo nada de esto. Y te pediría que me ayudaras a entenderlo.

El chico se llevó las manos a las rodillas, crispando los puños con fuerza e incapaz de decir nada.

Solo quería pedir perdón.

—Te juro que te pediría que me ayudaras a entenderlo, Jungkook—susurró la chica. Se llevó la mano a la cara, limpiándose las lágrimas y mirando hacia el cielo—. Pero es que no quiero nada más de ti. No puedo pretender que confío en un mentiroso. No puedo confiarte nada de mí. Ni mi corazón.

Jungkook estiró un brazo y agarró una de las manos de la chica, sientiendo el tacto suave y frío de esta. Aiko no apartó la mano, pero tampoco agarró la de Jungkook de vuelta.

—Perdón, Aiko.

La voz del chico sonó rota y apagada, pero sin embargo a Aiko no le dolió verlo así.

—No, perdón yo—suspiró—. Perdón por haberte dejado llegar tan lejos conmigo, pianista.

—Aiko, no...

Aiko se giró y caminó hasta su coche. Se subió y arrancó, y esa fue la última vez que Jungkook la vio en dos meses.

Espero que os guste, en un par de horas subiré la segunda parte ❤

Espero que os guste, en un par de horas subiré la segunda parte ❤

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pianist ♨ j.jungkookWhere stories live. Discover now