Capítulo 11.

3.3K 431 116
                                    

un regalo, porque las quiero mucho

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

un regalo, porque las quiero mucho

Jungkook no dudó ni un segundo y tiró de mi, arrastrándome hasta el pasillo que llevaba a la salida.

—Chiquilla, eso es imposible.

Sorprendida por el comentario, puse la mirada fija y fría como un témpano en la nuca del moreno. Alcé una ceja, fijándome en cómo su mano tiraba de la manga de mi vestido, arrastrándome por el pasillo.

—No es imposible, te estoy contando la verdad.

—¿Qué es lo que sientes cuando lo ves? ¿Admiración? Eso lo siente cualquier persona por un buen músico. ¿Pero gustarte?—sin girarse a verme, soltó un suspiro—. Aiko, es imposible enamorarse de alguien sin conocerle.

—Gustar y enamorar no es lo mismo, no significa lo mismo.

—Aiko por Dios, ¿cuántos años tienes?—se giró sobre sus talones, y desde arriba, me miró intimidante, con los ojos brillando—. No puedes enamorarte de él. ¡Piensa como un adulto!

—¡Jungkook, para!—grité. Tiré con fuerza de mi brazo derecho y me planté a a penas cinco metros de las puertas—. ¿Por qué te pones así?

Me miró fijamente durante varios segundos y chasqueó la lengua, mirando hacia un lado.

—Como no voy a estar molesto si te quiero, Dios.

Y me quedé estática, aguantando la respiración sin darme cuenta. Le miré a los ojos, y pude jurar que no me quedaban ganas de mirar a nadie más. En ese preciso momento comprendí que los ojos, siempre, siempre pertenecen a la persona que los hace brillar.

Se me olvidó de golpe el pianista. Como hasta ahora, fuera del auditorio la existencia de tal personaje se esfumó de mi cabeza. En aquel momento, mi mente se centró en memorizar aquella escena.

Frente a mi, la anatomía de Jungkook se estiraba hasta levantarse una cabeza por encima de mi altura. Sus brazos colgaban tensos a ambos lados de su cuerpo, y sus ojos me miraban preocupados, esperando una respuesta de mi parte.

No sabía qué responder a aquella, no primeriza, pero si sorprendente declaración.

—Si no dices nada, me voy.

—¿Y qué quieres que diga, Jungkook?

El moreno entrecerró los ojos y tragó saliva sonoramente. Sentí una presión sobre mi pecho.

En completo silencio, con la música del auditorio de fondo, juré que podía escuchar los latidos de Jungkook. Dentro de su pecho, su corazón corría una carrera entre la decepción y la desesperación.

pianist ♨ j.jungkookOn viuen les histories. Descobreix ara