Capítulo 5.

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Jungkook se separó de mí de golpe, dejando un espacio por el que el aire frío no tardó en circular.

Su rostro se echó hacia atrás, con su flequillo moreno rozando sus pestañas, me miró desde su altura y luego sonrió perspicaz.

—Y ahora no estoy borracho, Nakamoto Aiko. Estoy completamente sobrio y sé lo que digo.

Sus ojos brillaron cuando la luz que venía del salón de fiestas se reflejó en sus pupilas.

De aquella manera, con la línea de su mandíbula remarcada ante mi rostro, su nuez de adán subiendo y bajando, Jungkook se veía hermoso.

Espera.

¿Qué?

Mi vista viajó con rapidez hasta encontrarse con las baldosas del suelo y mi cara no tardó en arder al rojo vivo.

La anatomía de Jungkook estaba demasiado cerca de mí para mi gusto.

—Bien jugada Jeon Jungkook—susurré iracunda. Alcé la vista rápido, encontrándome con la mirada sorprendida del moreno.

—¿Cómo qué...

Mi mano no tardó en aterrizar con fuerza sobre la mejilla del chico, y mientras, más humillado que sorprendido, él se sobaba la cara, golpeé con fuerza su rodilla derecha.

—¡Que no soy tonta! ¡Unas pocas disculpas y palabras bonitas no van a hacer que me olvide de lo de ayer!

Jungkook estaba doblado, agarrándose con una mano a la barandilla y con la otra sobándose la rodilla. Levantó la mirada, y sin borrar esa sonrisa de su rostro, soltó un suspiro.

—Vas a ser más difícil de lo que pensé.

Wow.

Debería de ofenderme.

¿Creyó que yo era fácil?

—Jodida rata—susurré señalándole acusadoramente.

—Linda gatita.

—¿Qué?

—¿Qué pasa? ¿No te gustan los apodos?

—Te estás ganando otra patada, pero esta tiene papeletas de caer en tus partes nobles.

Su expresión no cambió en lo absoluto.

Sus pestañas seguían enredadas en los mechones de su flequillo, las comisuras de sus labios continuaban curvadas hacia arriba, tiñendo su rostro de una expresión tallada por los dioses.

Con el corazón en un puño y los nervios revoloteando a mi alrededor, di media vuelta y comencé a caminar hacia la puerta del balcón.

—Lindo trasero, gatita.

Me giré con una rapidez inhumana y, sin dudarlo, lo pateé en la entrepierna.

—Que conste que le acabo de hacer un favor al mundo—Jungkook se tiró al suelo, apoyándose en todo momento contra la barandilla y sin borrar aquella sonrisa de su rostro. Me pregunto si sería algún "tic" permanente, porque no era normal—, si te castro este mundo no tendrá que soportar a más ratas engreídas. Así que sí, dejarte sin hijos es la mejor opción.

La sonrisa seguía en su rostro.

Se le escapó un jadeo divertido de entre los labios y me miró, apartándose el flequillo de los ojos con un movimiento de cabeza.

—¿No vas a querer tener hijos, gatita?

—Valió mierdas.

Ignorando su risa, me di por vencida y abrí la puerta del balcón, dejándolo a él solo.

pianist ♨ j.jungkookWhere stories live. Discover now