Trago saliva para luego decir—: Como la vez anterior, volví a sentirme asfixiada —mis ojos sin vida están fijos al frente, donde creo está el rostro de mi hermana—. No podía seguir ni un segundo más en mi habitación porqué me sentía muy mal... me sentía deprimida. Es por eso que necesitaba aire y una vez más, salí a la calle. Aparte que por si no lo has notado no puedo saber qué hora es —mi voz se tiñe de ironía.

Otro pequeño silencio se instala entre nosotras, porque quizás Carol está procesando todo lo que acabo de decirle.

—¿De qué te salvo Evan? —pregunta, después de un largo rato de silencio.

—De... —trago saliva—, D-De un hombre —digo en un susurro.

—¿Por qué? ¿Qué iba a hacerte ese hombre?

—Iba a violarme —agacho la cabeza.

—¡Dios mio, Elizabeth! ¡¿Y te das cuenta de lo que pudo haber pasado si Evan no hubiera llegado?! —chilla mi hermana de forma exagerada.

—Quisieras gritarlo un poco más fuerte, ¡No te oyeron en Japón! —contesto de forma sarcástica.

—Es que esa es la razón por la cual no queremos dejarte sola —dice, ya un poco más calmada.

—¿Cuál?

—Porque siempre te sales cada vez que te sientes mal o entras en pánico y desesperación —el peso de algo se coloca alado mío—. Si sales así y nadie te ve, podría ocurrirte algo malo, y nosotros no queremos que pase.

Las palabras de mi hermana hace que algo raro se instale en mi pecho y deje de respirar como debería. Sé que tiene razón, sé que todo lo que ella dice es cierto. Pero la simple idea de que alguien esté cuidandome, porque yo me comporto como una niña pequeña me incómoda.

—Entonces cierra bien la puerta —resuelvo.

—Tú vas a buscar la forma de salir, aún así.

—De acuerdo —un suspiro escapa de mis labios—. Ya no voy a salir, lo prometo.

—No, Elizabeth. Es que no está a discusión —el peso que estaba en mi lado izquierdo de la cama desaparece, y percibo que Carol acaba de ponerse de pie—. Nuestros padres ya lo decidieron, y quieren que alguien cuide de ti. Porque si algo te llegará a pasar... —se interrumpe a si misma.

"Si algo me llegará a pasar les rompería el corazón", me digo a mí misma, porque sé que es cierto. Y estoy casi segura que ella está pensado exactamente lo mismo que yo.

Y la sensación que me embarga con solo pensar eso me hace sentir incómoda. Aún así, no me gusta la idea de tener un niñero cuidandome, porque para mí se ve ridículo ya que no soy una niña, tengo veinte años pero mis padres me siguen cuidando como una niña pequeña y eso me hace sentirme tonta, inútil...

—De todas formas no me pueden obligar a que alguien cuide de mí —digo, después de un rato de silencio que pareció una eternidad.


—Tienes que comprender que es por tu bien.

—Pero Carol... —sueno como una niña berrinchuda a la que sus padres no quieren comprar un juguete, pero en este momento no me importa.

—Fin de la discusión —dice, y escucho sus pasos alejarse.

—Por lo menos que sea alguien que no me conozca u otra persona —propongo al borde de la desesperación. Muchas veces Carol es difícil de convencer.

—Eso es decisión de nuestros padres, yo solo propuse que Evan cuidará de ti hasta que ellos vinieran y aceptaron.

—Bien —Me doy por vencida. Convencerla será inútil—. Entonces que así sea, de todas formas no sabrás dónde encontrarlo —una sonrisa de victoria se pinta sobre mis labios.

—Cierto —hace una pequeña pausa—. Pero tú me lo dirás.

—¡Estás loca! —me cruzo de brazos mientras frunzo mis cejas. En estos momentos quiero golpearme por haberle dicho que no lo encontrará fácil, ahora de seguro viene un chantaje de su parte.



—Tienes que decírmelo, Elizabeth.

—No.

—Entonces les diré a nuestros padres lo que ha pasado cuando te saliste sin avisarnos —resuelve, y ahora quiero golpearla a ella.

—¿Estás chantajeandome? —abro la boca en total sorpresa.



—¡Oh, vamos! Sabes que es para una buena causa.

Su comentario hace que sienta un cosquilleo raro en el estomago y, que una sonrisa tonta trate de tirar de las comisuras de mis labios, pero la reprimo lo más que puedo.

«Buena causa mis...»

—¿Entonces me dirás? —mi hermana me saca de mis pensamientos—. Sé que tú lo sabes.




—No te lo diré.

—De acuerdo —dice—, ¡Papás! —grita tan fuerte que su grito seguramente llego a Japón.





En ese momento escucho la voz de mamá decir algo que no logro entender y por instinto me lanzo contra Carol —o eso creo— pero en realidad caigo en el suelo sin atraparla. Unos dedos se clavan en mis brazos, pero sin la intención de hacerme daño y tiran de mí para que me levante del piso.

—Está bien, te diré —me doy por vencida, al ver que en realidad va a decirle a mis padres lo que estuvo a punto de pasarme, y lo cierto es que ya no quiero preocuparlos más. Suficiente tienen con mi abuela enferma.

Carol no dice nada, y puedo imaginar la sonrisa de satisfacción en su rostro. Ella le dice a mamá que no es nada, prosigue a guiarme donde antes estaba sentada y ella se sienta junto a mí.

Entonces yo le digo donde trabaja Evan; que es una pequeña veteriana para mascotas llamada pets and accessories; que está enfrente del parque principal de la ciudad.

—¿Qué hora es? —pregunto a mi hermana.

—Las cuatro y media —responde ella.

—Entonces lo puedes encontrar ahí, trabaja en las tardes.

—Bien —dice—. Ahora mismo iré a hablar con él —deja un beso sobre mi cabeza de forma rápida.

El peso que estaba a mi lado izquierdo desaparece, y ahora escucho los pasos apresurados de mi hermana. Me siento ansiosa e insegura. Trago saliva para luego insistir una vez más...

—Carol —no espero a que responda, así que continuo—: En serio... —aprieto mis ojos en busca de una esperanza o un milagro que haga que ella cambie de opinión—. ¿En serio no hay manera que sea otra persona que cuide de mí?

Silencio por unos instantes.

Nope —su respuesta está teñida de diversión y lo que le siguen a sus palabras es un portazo.

Mi habitación se sume en un silencio tranquilizador. Y mi hermana me deja aquí con la sensación extraña de imaginar a Evan cuidando de mí y de conviviendo con él todos los días. Todo esto es tan raro... No quiero y a la vez sí quiero que me cuide, solo porque siento que nadie me cuidará mejor como él y, para mí es extraño pensar de esa forma.

Estoy tan confundida, tengo tantos pensamientos en la cabeza que todos me confunde. Me acuesto sobre mi cama mientras me coloco de lado, con la cabeza hecha una maraña de pensamientos y emociones; pero pensando en uno en concreto.





"Nadie me cuidará mejor como él"...

Aunque no te pueda ver ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora