XXI

0 1 0
                                    

/Berlín, Alexanderplatz/
/Año presente/

La vista que Carlos estaba teniendo no era ni de lejos la peor que había visto o presenciado, pero había algo en ella que fue especialmente sobrecogedor para Carlos, provocándole la náusea en medio de la llantera.
Alphonse, el chico que le había robado el corazón y le había hecho sentir algo bien estos días, estaba muerto.
Muerto por su rebeldía.

Muerto porque dejó de trabajar para Lucifer.
Para su...

Su padre.

En ese momento las piezas del puzzle encajaron en su cabeza, esa forma débil de Lucifer de la que hablaba la niña de las narices no podía ser otro que su padrastro, el que tanto odiaba.
El 'Smile', las drogas, que todo hubiese empezado justo cuando él dejó el dudoso negocio...
El entrenamiento al que le sometió, todo por lo que le había hecho pasar, no cabe ya a dudas.

Su padrastro era Lucifer, y por algún motivo él le quería.
A un simple humano de pacotilla como podía ser él.

Aunque bien sabía que hasta hace relativamente poco, él no parecía un humano.

Era un monstruo, como los de ahí abajo. Pero de otra manera algo menos notable y a la vez, más escalofriante.
Un lobo vestido de oveja, entre un rebaño.

Recordó como siempre le habló de un 'cometido', de algo que iba a cumplir y para lo que le estaba entrenando...
¿Sería para esto?
¿Para sembrar el Nuevo Apocalipsis?

Miró a sus manos, manchadas de la sangre de Alphonse, manchadas de sangre.
Como normalmente solía haberlas tenido.
Su respiración, volvió a ser inconstante y errática.

Como esa primera vez...
Que mató a alguien.

Se llevó las manos a la cabeza, y gritó. Tan fuerte como pudo. Tan alto como pudo.

Como si hubiese sido la primera vez que ha presenciado esto, como si hubiese sido la primera vez que hubiese matado a alguien indirectamente por mero impulso.

Carlos... Lo siento...
- Nah... Creo que no puedo con esto... Esto me... Me supera.
¿A qué te refieres?
- Todo esto... Me puede. Creo que mi padre es esa forma humana de Lucifer, creo que yo voy a acabar mal si sigo oponiéndome a sus órdenes... Creo... Que debo sacrificarme por tu bien, y por el de todos.... - por primera vez en mucho tiempo, tenía miedo. Miedo de ese que te paraliza por completo y anula todo tipo de acciones racionales.
¿Dejarías que él ganara?
- ¿Ganara? No... Jamás...
¿Entonces, por qué piensas en eso? Si él quiere que sufras... Será porque quiere que te sacrifiques...

Carlos miró en vilo al cielo, las nubes suavemente rozándole la cara le mareaban, pero al menos podía pensar con claridad.
Tenía razón.
Nah tenía razón.

No podía rendirse ahora que estaba empezando a ser persona, a pensar autónomamente. No podía perder contra su padre.

Jamás iba a permitirle a su padre esa victoria.

- Nah, por favor... Bajemos, creo que ya sé lo que voy a hacer. Vamos a Islandia. Nosotros y más gente.
¿Cuántos más? No quiero que la espalda me haga daño...
- Seis. Son las únicas personas que quiero a mi lado ahora...
Como ordenes, ahora voy a descender despacio...

Carlos cerró los ojos y trató de calmarse, si algo sabía él era mantener la cabeza fría en situaciones así.

A mitad del descenso, Carlos notó esa sensación de sentirse observado. Por instinto, miró a sus espaldas para ver a un chico rubio, algo moreno de piel y de inmaculado aspecto.

AbroadOnde histórias criam vida. Descubra agora