Capítulo 15. Viveka

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El agua le transmitía serenidad. Aquella serenidad que tantas veces tenía, pero que fallaba en los momentos más importantes. Su movimiento ondulante, que se producía al chocar contra la bañera y con su propio cuerpo, la hacía sentirse ligera como una pluma. Llevaba un buen tiempo allí sumergida, en completa calma y soledad, mientras un concierto de violín, proveniente de su celular, hacía eco en cada rincón de la habitación. Intentaba poner su mente en blanco para despejarse de todas sus preocupaciones y sentimientos, pero no le era fácil. Miraba con solemnidad uno de los candelabros que iluminada difusamente el cuarto de baño. Toda la mansión estaba siendo iluminada por ellos, y es que la noche ya se había instaurado.

Mientras ella se encontraba allí, el resto comía en la cocina en un ambiente cuasi familiar del que ella prefirió exiliarse. Respiró hondo y se hundió en el agua por unos minutos. Luego volvió a la posición en que se encontraba: recostada y con la cabeza suavemente apoyada en el borde de la bañera. Cerró los ojos para deleitarse con la música y en el momento en que el concierto terminó, recorrió con su vista la habitación. Intentaba imaginarse a sus antepasados viviendo allí grandes historias, importantes romances y sufrieron de los peores rencores y odios. Instantáneamente pensó en los primeros Von Engels. Un ligero estremecimiento la recorrió cuando recordó a Viveka. En cada momento en que lo pensaba, estaba más segura que debían ir a la casa de campo de ellos. Según lo que se decía, allí estaban guardados sus grandes secretos, y quizás, solo ahí, era donde encontraría respuestas.

El problema era que no sabía dónde estaba la casa; Caleb no tenía permitido decirlo, y Joshua no sabía la ubicación exacta. Torció el gesto ligeramente pero enseguida abrió los ojos al acordarse de la biblioteca de la cámara de entrenamiento. Son demasiados, pero no importa, se dijo dándose ánimo. A ella le gustaba leer y más si se trataba de su propia familia, ahí tenía un motivo por el que todo le resultaría más sencillo. Ella quería, deseaba y debía ir a esa casa de campo, y no iba a descansar hasta lograrlo. Quizás alguien me ayude, dijo. Pero Leonardo y Newén ya estaban ayudándole demasiado para ser algo que no tenía nada que ver con sus familias. Enseguida descarto a Lena, sabía que se aburría fácilmente y mas tratándose de historia. La última persona era Augusta pero negó rotundamente mientras su cuerpo parecía volver al inicio, a la tensión. No la quería cerca suyo. Estaba cansada de sus mentiras y falsedades. Tenía veintidós años y le seguía mintiendo descaradamente como cuando tenía ocho años, cuando le prometía que la visitaría y estaría siempre con ella. La furia la volvió a invadir. Golpeo violentamente el agua y cerró los ojos con fuerza para sumergirse. Permaneció más tiempo que los anteriores. Ya no quería auto flagelarse con sus emociones y pensamientos, deseaba que fluyeran a través de su cuerpo y se fueran, como el agua.

Cuando terminó de bañarse, fue directamente a la cámara de entrenamiento. Los otros estaban en su propio mundo, por lo que le fue fácil llegar allí y no ser interrumpida. Se ubicó en el centro de la habitación y miró con detenimientos los cientos de libros que se encontraban allí. Debía haber miles de años en ellos y de solo pensarlo su mente se saturaba de posible información. Recorrió todos los estantes, incluso los que estaban a mucha altura; muchos parecían ser diarios. Agarró varios libros, los cuales llevó con cuidado al sillón. Algunos de ellos se trataban de varios volúmenes de una misma persona; sabía que no le ayudaría a encontrar la ubicación pero saciaría su curiosidad. Viveka Von Engels, estaba escrito en la tapa con una perfecta caligrafía. Echándole un superficial vistazo, vio que habían comenzado a escribirse la misma noche de su cumpleaños número trece. Valquiria se sentó cómodamente en el sillón, con la perspectiva de que pasaría mucho tiempo allí.

[...]Según mi padre, las personas tienen que saber pensar, hablar poco y justo, y escribir como si no hubiera un mañana. Yo pienso muchas cosas, hablo demasiado y no escribo en ningún momento; ese es el motivo por el cual me regaló este diario en mi cumpleaños. Me agrada la idea de volcar todo lo que hay en mi mente en un papel, pero temo que es imposible. Mi mente va mucho más rápido que mi agilidad en la escritura y puede que muchas cosas queden en el deseo de escribirlas, ya que se irán en el mismo momento en que llegaron.

Legado I: Herederos de Sangre © [Finalizada]Where stories live. Discover now