3.40 Final

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Sí, como lo leen.
Este es el último capitulo, de esta historia.
Así que disfrútenlo mucho.
Sólo falta el "Epílogo" y está historia llega a su fin.
Fue un honor escribir para ustedes, me encanta saber que a alguien disfruta de lo que escribo.


(...)
—¿Estás segura que esto es lo que quieres, hija? —Lauren tomaba con ternura las manos de Amara.

—Mamá, no puedo caminar, tengo problemas con la droga y alguien decidió abusar sexualmente de mí porque estaba aburrido. ¡Necesito esto! —dijo mofándose de su situación para evitar repercutir en su salud mental claramente dañada.

—Sí crees que es lo mejor, está muy bien. Te apoyamos en lo que decidas hacer —presionó firme pero cariñosamente su hombros.

—Gracias, papá —se inclinaron a abrazarla.

Su cadera había soldado casi por completo, pero sus piernas aún estaban atrofiadas.

Se encontraban frente a un centro de Rehabilitación. Vaya que le hacía falta después de todo lo sucedido en su vida los últimos meses.

—Los amo tanto, muchas gracias.

—Te veremos cuando estés segura de volver a casa —le dieron un cálido beso en la mejilla y subieron a su auto.

Un enfermero ayudó a la ojiazul con su silla de ruedas. Aún no terminaba de asimilar que no podría caminar. A pesar de que el doctor le había dicho que volvería a hacerlo con terapia.

—Un gusto, señorita Gillies. Mi nombre es José Grey —Amara no pudo evitar reír—. En cuanto hagas un comentario sobre "50 Sombras", te saco de la institución —bromeó.

—¡No —levantó las manos de manera pacífica—, está bien! Yo no diré nada.

—Gracias —sonrió. Era un tipo atractivo y joven, quizá 30 años, pero extrañamente tenía el cabello muy canoso, con una sonrisa reconfortante—. Ven, vamos tu nueva habitación.

—¿Puedo llamar a alguien? —preguntó un poco nerviosa.

—Claro, es rehabilitación, no la cárcel —sonrió amablemente—. Pero no puedes ver a nadie en al menos 3 días, no queremos que huyas antes de comenzar el tratamiento —golpeó su hombro con suavidad y salió—. Te dejaré para que hables.

¿Hola? —la pelinegra suspiró, con un tremendo nudo en la garganta y el estómago hecho tirones.

—Dylan, soy Amara —miró el interior de aquella vacía habitación con olor a desinfectante.

Solo tenía una cama individual cubierta de sábanas blancas, un buró al lado derecho de está con una pequeña ventana en la cabecera de la cama para iluminar, un baño sin espejo u objetos punzantes para evitar incidentes y nada más.

¿Dónde estás? Te estoy esperando afuera del hospital.

—Salí está mañana. —Él se mantuvo en silencio y Amara entendió que pedía una explicación—. No voy a ir contigo, Dylan.

¿Qué? ¿Por qué? —se escuchaba desasosegado.

—Necesito ayuda, Dylan. Tengo muchos problemas psicológicos, físicos y soy una drogadicta —dijo con obviedad mientras jugaba con la silla empujándose de adelante hacia atrás—. Voy a volver —tragó saliva—. Lo prometo —no quería llorar, pero estaba tentada a hacerlo—. Te amo, Dylan. Volveré siendo la mujer que mereces a tu lado.

Tú eres todo lo que quiero, Amara. —Ayudándose de sus manos subió con gran esfuerzo a la cama.

—Por favor, no me busques —abrazó la almohada tratando de sonar segura de sus palabras—. Yo te encontraré cuando esté mucho mejor.

Come back, Mr. O'Brien (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora