025.

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La habitación se encontraba en total silencio. Podía distinguir cómo el pecho de Yoongi subía y bajaba junto a la tranquila respiración de su sueño profundo.

Mi mirada se encontraba plasmada en el reloj fluorescente de la pared al lado de la puerta y las uñas empezaban a dolerme de lo mucho que las había mordido.

Sabía que hacía frío afuera, pero la temperatura de la recámara se mantenía tibia. Aún así, sentía que me estaba asfixiando. Por eso, cuando el rubio se removió a mi lado y capturó mi cintura en un solo movimiento, jadeé.

Mi celular se iluminó y el nombre de mi primo apareció en la pantalla. Separé mis uñas de mis dientes y, mirándolo de reojo, con cautela, me estiré para tomar el aparato.

Había pasado de ser las 4:13 a las 4:14. Leí el mensaje tres veces seguidas y mientras más lo hacía, menos quería hacerlo. El peso que me estaba reteniendo yacía a mi lado, sin idea alguna de lo que planeaba hacer.

¿Por que el amor surge en los momentos más inoportunos?

Cerré los ojos con fuerza y mi corazón empezó a latir con velocidad. Yoongi volvió a removerse a mi lado pero estaba vez me mantuve en silencio.

Aproveché que me había dado la espalda para tomar mi suéter del suelo y levantarme lentamente para ponérmelo, junto a mi pantalón. Sabía que estaba haciendo el ruido suficiente para que se levantara, pero él no parecía sentir nada a su alrededor; dormía como un ángel, sin molestia alguna, con inocencia.

Me llevé las manos a la cara y me la restregué con fuerza, evitando que mis ojos empezaran a lagrimear. Pero, cuando esto no funcionó, miré hacia el techo y solté un profundo suspiro.

Mi celular volvió a iluminarse con un último mensaje de mi primo y me sentí temblar. Lo observé de cerca, una vez más, tratando de recordar ese momento como si no fuera a repetirse otra vez.

Y justo cuando sus ojos se abrieron, las sirenas policiacas empezaron a sonar y la habitación empezó a llenarse de esos distintivos colores; la historia de hace dos noches volvía a repetirse, pero esta vez, el que se encontraba confundido, era él.

Sus ojos me veían alerta, extrañado, sin entender lo que pasaba.

- Daeha... -me llamó, pero cerré los ojos y los hombres armados llenaron la habitación, levantando sus pistolas en dirección al hombre que amaba.

A pesar de la compañía, su mirada seguía puesta en mí, pero no veía decepción, ni mucho menos odio. Había algo escondido en su mirada que lo hizo ponerse de pie, sin esperar a que se lo pidiera y elevara sus manos al aire, caminando a la policía.

Todo parecía ir en cámara lenta y las lágrimas en mis ojos lo hacían cada vez peor. Yo había ocasionado esto, pero, ¿a caso me sentía mejor?

- Min Yoongi, queda bajo arresto por corrupción policial y dirección de prostitución.

Cuando sus muñecas fueron atadas pude sentir las mías arder, y el clic de las esposas hizo que mi cabeza doliera. Era como si en ese momento, fuéramos la misma persona. Al menos, yo sí sabía que era suya.

En el momento en que tomaron sus brazos con fuerza un nudo se me hizo en la garganta. Quería gritar su nombre. Pero ya estaba hecho.

Y, cuando su cuerpo desapareció detrás del umbral de la puerta junto a esos hombres, un agujero se taló en mi corazón. Quedé vacía.

- Señorita Jung...

Elevé la mirada hacia el oficial frente a mí, pero todo lo que salía de su boca me era imposible de entender. Ni siquiera parecía escucharlo bien.

- Señorita Jung... -insistió y cuando distinguí la irritabilidad en su rostro y tomó mi brazo llevándome a la puerta, entendí lo que me decía-. Apreciamos mucho su cooperación.

Lo miré de reojo y sentí ganas de escupirle la cara. Me zafé de su agarre y me incorporé, siguiendo mi propio camino hacia la calle.

- ¿Ya sacaron a mi hermano y a mí madre? -le pregunté, ignorando su caballerosidad en la puerta, apresurándome a la entrada justo a tiempo para alcanzar a ver cómo el auto en que se llevaban a Yoongi se alejaba por la autopista.

Dejé salir un pesado suspiro y me abracé a mi misma cuando conseguí sentir el frío de la madrugada. El oficial se encontraba de pie junto a la puerta del copiloto, esperándome y, de mala gana, entré en el auto, intentando asimilar la situación.

¿Por que me arrepentía tanto si era lo que él merecía? Porque lo amaba. ¿Y cómo podía dejarle de amar?

Negué con la cabeza y apreté la mandíbula; necesitaba ser fuerte. El amor no me podía volver débil.

- ¡Dae! -me dejé envolver por el abrazo de mi madre en cuanto entré a la comisaría y la apreté con fuerza cuando la sentí sollozar en mi cuello.

Daebum apretó mi mano y depositó un pequeño beso en mi sien, con los ojos tan brillantes en lágrimas como los míos.

Pero, algo seguía sin sentirse bien.

Casi sin saberlo, siendo atraída por el destino, me encontré observándolo en la celda de espera en que lo tenían. Su mirada estaba perdida y pude distinguir la sangre que salía de su labio de las mordidas que él mismo se estaba haciendo. Pero, cuando su mirada chocó contra la mía y medio sonrió, caminé con decisión hacia donde se encontraba, ignorando el oficial insistiendo en que me alejara.

Él se puso de pie y yo apreté los barrotes en mis manos, acercándome lo suficiente para poder verle a los ojos. Estos estaban apagados, cansados, pero había una pizca de diversión en ellos. Y la forma en que mantenía una sonrisa de lado me hizo confirmar que no estaba viendo mal.

- Aprendiste a jugar sucio -murmuró, tomando uno de los barrotes que yo apretaba, rozando su mano con la mía.

- ¿Qué estás...?

- Nunca pensé que alguien me haría llegar hasta aquí. Te felicito -me interrumpió y su mano se posicionó sobre la mía. Fruncí el ceño y mi cabeza empezó a palpitar-. Aún necesitas un poco más de práctica, de todos modos.

Su sonrisa se ensanchó y, si hubiese tenido un poco más de corazón por romper, este se hubiese roto totalmente. Apretó mi mano y se alejó, camino de espaldas hacia la banca en la que estaba sentado y volvió a su posición, aún mirándome.

- Cariño, vámonos a casa -la voz de mi madre sonó distante y, parecía estar en un trance bajo la mirada del hombre frente a mí.

Él lo sabía.

La suave mano de mi madre me acarició el hombro y con lentitud, empezó a halarme hacia atrás, despegándome de la celda. Pero eso no consiguió que me despegara de su mirada.

Él jugó conmigo tanto como yo jugué con él.

- ¿No quieres ver a tu papá?

Los ojos de mi hermano buscaron los míos y cuando lo miré, él pareció responderse a sí mismo. Pasó su brazo por mi hombro y me atrajo hacia él para empezar a caminar hacia la salida.

Pero, una vez más, miré sobre mi hombro y lo vi. Seguía sonriendo.

Ese hombre merecía estar en la cárcel tanto como lo merecía mí papá.



















gueno gueno gueno ÚLTIMO CAPÍTULO, BEBAS

Yoongi prostituto doble cara bye

- ema.

DIRTY | MIN YOON GI.Where stories live. Discover now