Capítulo 16: Afortunados.

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Tardo un tiempo en descifrar esas palabras, pero al levantar la vista lo comprendió.

—¿Aquí? —Pregunto sorprendido, y Christopher soltó una carcajada.

—Yo reaccione igual, —comento riendo. —Si, para ese doncel loco, su lugar preferido era este jardín, donde siempre podía tener al mimado Christopher Owen quejándose de todo. —Negó con la cabeza —¡Ay, ese Emi, siempre salía con cada cosa! Tengo que ir a visitarle un día de estos, —apunto para sí mismo.

—¿Donde esta? —La dulce voz de Castiel resonó en sus oídos, era increíble lo mucho que podía interesarse el de ojos azules por una persona a quien ni siquiera conocía.

—En el mausoleo de nuestra familia, como muchos donceles él vivía solo, así que nosotros nos hicimos cargo de su funeral y entierro, al fin y al cabo siempre fue parte de nuestra familia, —Respondió tranquilo. —Ahora ¿Quieres contarme tu a mí eso que tanto te aqueja? —Insto nuevamente a Castiel, quien parecia un tanto mas tranquilo. El doncel lo observo y cayó en cuenta de porque había llegado a ese lugar desde un comienzo —Te duele saber que eres, bueno... —Se sintió incapaz de completar la frase.

—No duele, —respondió Castiel negando con la cabeza, comprendiendo lo difícil que podría ser para Christopher soltar esas palabras sin hacer daño, —pero es difícil. Mi pá nunca quiso decirme la verdad, o al menos lo evito durante varios años, lamentablemente las personas no pensaron lo mismo que él. Ellos hablan a nuestras espaldas, a mí me dolía porque sentía que él no vivía tranquilo con ese peso. Tenía dieciocho años cuando mi padre abuso de él, y recién había cumplido los diecinueve cuando yo nací. A algunos le hacía gracia esa situación y se burlaban de su mala suerte, yo los escuchaba y él se sentía aun peor, porque no quería que me enterara de eso, hasta que un día le pedí que me contara, argumentando que así sería más fácil para los dos, yo aun era joven y no entendía mucho de lo que estaba sucediendo, pero no quería verle triste. Obviamente me costó mucho convencerle de que me dijera. —Guardo silencio.

Ese mutismo incomodo le calo hasta los huesos a Christopher, sabía que algo había pasado y ahora era él quien necesitaba saberlo, el rostro de Castiel lo demostraba, su expresión triste y dolida le hacía saber sobre ese peso que cargaba, e indudablemente necesitaba de ayuda.

—¿Castiel? —Consulto tocando su hombro, sacándole de ese estupor que le consumía. El menor bajo el rostro, incapaz de verle a la cara.

—Tenía trece años, –confeso si saber de dónde había obtenido la confianza para relatar uno de sus más grandes secretos. —Mi padre, él intento propasarse conmigo. —se le fue el aire, las manos le temblaban y ya era incapaz de articular palabra.

Christopher también se quedó mudo, no podía creer lo que estaba escuchando, deseaba pensar que era una broma de mal gusto. En ocasiones anteriores se había dicho a si mismo, que Castiel tenía mala suerte, un padre muerto, un hermano enfermo, una vida infernal y todo eso coronado por el círculo vicioso de una mala suerte que no le dejaba progresar. Pero esto ya comenzaba a sobrepasar los límites de la mala suerte. Castiel era desgraciado, esa esa era la verdad.

—Era mi padre, —soltó con vergüenza y Christopher apretó los puños con rabia. ¡Su propio padre intentando propasarse con él, siendo solo un niño! —Mi pá lo detuvo y yo me entere de cómo fueron las cosas por medio de quien fue mi progenitor. —Las palabras se cortaron entre los brazos que le envolvían.

—¡Demonios! —Castiel no podría saber lo que pasaba por la mente del pelinegro en esos momentos. Pero en Christopher eso era irrelevante, para él ya no importaba explicarle a Castiel todo lo que estaba sintiendo, él solo deseaba regodearse por un momento en su propia miseria, para de una vez por todas asumir que todos sus problemas no eran más que una maravilla junto a la vida que el menor llevaba padeciendo.

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