—New York es preciosa, no tanto como Boston, pero sí muy hermosa —comento Aliah caminando a mi lado.

—Extraño Boston, es extraño, pero así lo siento, New York es grandiosa, pero no lo siento como mi hogar desde que llegue —confese en un hilo de voz.

—Es por los Harrison, ¿cierto? —cuestiono Aliah triste tomando mi mano.

—Si, Gregg y Anny son como unos padres para mí, quiero a Mía como una hermana y me duele haber dejado Boston solo por el idiota de Alexander, ellos no merecían nada de lo que él les hizo, últimamente mis hormonas me tienen así —respondí triste tomando mi vientre.

—Pequeña, algún día tendrás que volver allí y visitarlos, puede que tengas el valor de decirles que Jacob es su nieto, ellos tienen derecho a saber que viene un Harrison en camino, en cuanto a Alexander es un idiota, él nunca entenderá que tú eres la mujer de la vida y la indicada para él —comento Aliah con una sonrisa abrazándome.

Recordé las palabras de mi hermano, él y Aliah tenían razón, Anny y Gregg, debían saber que mi hijo es su nieto, ¿pero ellos se atreverían a decirle a Alexander?, no, de ellos no esperaba nada malo, cuando me apoyaron tras el divorcio sabía que eran una familia para mí, tendría que llegar el día que tenga que decirles que seran abuelos, pero no ahora, abrace a Aliah sollozando y ella me abrazo más fuerte, las hormonas me tienen muy sensible.

Mi mejor amiga siempre había sido un apoyo, decidimos ir a comprar algunas golosinas como papas, dulces, chocolates y otras cosas, entramos a un supermercado que quedaba cerca, tome una canasta y empezamos a llenar en esta lo que llevaríamos a casa.

—Recuerda llevar el helado de chocolate y de vainilla, por favor —espeté en súplica a Aliah a lo que ella solo me asintió sonriendo.

Después de pagar todo, salimos y decidimos ir a casa, ya eran las 10:30 P.M., ya estaba haciendo bastante frió, respire hondamente, ya se había convertido en una extraña costumbre hacerlo cuando hacía frió o en cualquier situación incómoda.

Llegamos a casa y subimos con los paquetes, entramos al apartamento y Aliah prendió la tele para ver una película, después de 3 horas riendo por una comedia romántica, era hora de dormir, me cambié mi ropa por algo más cómodo y me dispuse a dormir, Aliah dormía conmigo y la tomaba como almohada para embarazadas, me había acostumbrado a dormir con ella envuelta en mis piernas, me sentía cómoda dormir con mi mejor amiga.

Después de entrar en los brazos de Morfeo solamente pude pensar en alguien, mi pequeño angelito, me imaginaba con él entre mis brazos, un bebe regordete, de mejillas rosadas y ojos azules como los de su padre, cabello castaño y pestañas largas como las de Alexander.

Me desperté con la luz del día entrando por las ventanas, Aliah ya no estaba, me levanté de la cama y me puse mis pantuflas, venía un olor a tocino de la cocina, salí y allí estaba Aliah cocinando mientras bailaba con la música de Beyoncé reí internamente y carcajee.

—Te ves muy sexy bailando así Ali —pronuncié riendo recostándome en el lumbral de la puerta.

Para mi sorpresa ella andaba en sostén y bragas bailando, mi mejor amiga no tiene remedio alguno en serio, antes lo hacía desnuda, por lo menos ahora lo hace en ropa interior para que no la vieran desnuda.

—Cállate, me asustaste por Dios —comento ella tocando su pecho.

—No exageres, deberías cocinarle así a Paul —espeté riendo a carcajadas.

—Le cocino desnuda después de que hacemos el amor —confeso ella alzando los hombros.

—¡Iug!, eres asquerosa, ¿acaso follaban en la cocina cuando vivíamos juntas? —cuestione perpleja.

—En la cocina y en muchos lugares más del apartamento —confeso ella alzando las cejas de arriba abajo.

—Eres asquerosa Aliah, en verdad, no tienes remedio alguno —negué riendo, cosa que ella le dio gracia.

—Cállate, tú también lo has hecho, no concebiste a Jacob por obra divina del espíritu santo, ese santo te embarazo —me señaló ella ofendida.

Mis mejillas se tornaron un rojo tomate y sonreí ampliamente, recordé la noche en que me había entregado a Alexander, pero esta se esfumó al recordar sus palabras llenas de odio el día que todo se acabó en la oficina.

"No, porque yo amo a otra mujer, nunca me enamoraría de ti Kaylee por favor, sabes que lo que pasó esa noche solamente fue sexo."

Maldito idiota, sus palabras aún dolían co  mo un demonio, todo él aún dolía, aunque de esa noche tengo lo mejor que me ha pasado en toda la vida, mi pequeño Jacob, Alexander aún dolía en mi pecho, sabía muy bien que nunca lo dejaría de amar nunca, pero aun así él no me merecía y lo peor es que no sabía como reaccionar cuando lo volviera ver, no podía huir toda la vida como si yo hubiera hecho algo malo.

Sé que soy una mujer egoísta al no decirle de mi embarazo, pero él me hizo así, la Kaylee que soy ahora no era la misma que se casó con ese idiota y se dejó humillar por él, solo por darle una lección a su madre y querer que su matrimonio arreglado funcionara.

Jacob no conocería a su padre y eso me dolía muy en el fondo, pero Alexander quiso que todo fuera así por su manera de actuar, ni modo, Aliah me abrazo y sonreí débilmente, toque mi vientre y Jacob dio una pequeña patada, ambas nos miramos sorprendidas, pues siempre que mi mejor amiga tocaba mi vientre el bebe daba una patada.

Una semana después.

Había pasado una semana bastante ajetreada en el trabajo y la boda de Aliah, con ella había llegado mi séptimo mes de embarazo, mi vientre cada vez estaba más grande y abultado que antes, mañana al fin era la boda de Aliah con Paul, ya tenía mi vestido para la boda y tendría que viajar a Santa Bárbara, cosa que me irritaba porque no quería viajar.

Esta vez me acompaña alguien que jamás pensé que fuera, pero se ofreció ir conmigo a la boda para que no estuviera sola, Benjamín, era increíble pensar que él sería mi acompañante, pero no me quejo, era una gran compañía para ir.

Hoy era jueves en la noche y tendría que faltar al trabajo, pero menos mal Benjamín viajaba conmigo, decidí pedir arroz chino para cenar, moría de hambre y aún no cenaba, después de pedir la orden me senté en el gran sofá esperando la llegada del repartidor, coloque una serie animada y espere, después de reír como niña pequeña, llego el pedido y comencé a cenar.

La comida me sabía a dioses, realmente estaba comiendo demasiado últimamente, desde chocolate hasta gelatina, en verdad había subido un poco de peso, pero no me importaba, lo único que quería era que mi hijo naciera sano y fuerte, por eso me tomaba las vitaminas con juicio para que no me regañara la obstetra.

Decidí darme una ducha de agua tibia, me encantaba relajarme en la tina con las sales marinas que usaba, jugaba con la espuma como una niña pequeña, después de un rato decidí salir de la ducha, entre a la habitación y me cambié el vestido por una pijama, prepare un poco de té y subí a la pequeña azotea que había arriba del apartamento, se podía ver la ciudad con la noche estrellada, le di una sonrisa a la vista tan maravillosa.

Estaba un poco nerviosa porque sabía que Alexander iba a estar en la boda de Aliah y de Paul, aunque un no estaba lista para verlo, debía enfrentarme a mi pasado, no iba a salir huyendo como si hubiera hecho algo malo, tampoco le iba a quedar mal a mi mejor amiga, debía ser muy madura y dejar de lado todo lo que había pasado con él y asistir, al menos sabía que tenía el apoyo de Benjamín en todo momento y no me dejaría sola.

—Tienes que ser fuerte Kaylee, tú puedes con todo por tu hijo —me di ánimos a mí misma.

No iba a ser fácil volver a verlo después de tantos meses, pero que más daba, no importaba que tanto quisiera ocultar mi embarazo de él, tarde o temprano se iba a enterar porque Paul es su mejor amigo y por ende mi mejor amiga, su futura esposa, siempre estaríamos unidos por algo más que nuestro hijo, no mentía al decir que los nervios me tenían un poco mal, pero debía enfrentar todo como adulta que soy y mostrar lo madura que debia ser.

—Mañana nos veremos las caras Alexander Harrison —espete con una sonrisa, quizás verlo después de tanto tiempo me iba a ayudar a sacarlo más rápido de mi mente y mi corazón.

SIEMPRE TUYA ©Where stories live. Discover now