Capítulo 19.

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Camine por las escaleras, pero no vi a nadie, todo estaba en completo silencio, caminé hacia el pasillo mientras mi pecho latía con fuerza, no sabía muy bien con que me iba a encontrar en alguna de las habitaciones del corredor, camine por el pasillo cautelosamente y escuche un ruido, provenía de una de las habitaciones de huéspedes, un par de voces se escuchaban dentro bastante agitadas por lo que coloque mi oído en la puerta.

—Alexander —espeto una voz femenina entre gemidos.

—No debemos hacer esto, donde Kaylee se entere, me manda al demonio —respondió él, igual de agitado.

Maldición ¿Alexander había traído a Alessa hasta aquí?, sentí como irá comenzó a recorrer mi cuerpo, el idiota de Alexander me las iba a pagar muy caro, no le saldría nada barato haber traído esa tipa hasta la casa y cogérsela en mis narices, él había incumplido nuestro trato así que no había marcha atrás, todo se había acabado.

—Esta me la pagas Alexander Harrison, maldito, imbécil —grité golpeando la puerta.

Escuche como el pronuncio mi nombre desde el otro lado de la puerta, corrí hasta mi habitación y me encerré en ella poniendo el pestillo, tenía algo muy claro y era que no iba a permitir que Alexander trajera a su amante hasta la casa y mucho menos creyera que podía hacer lo que se le diera la gana como si fuera un hombre soltero.

Unas lágrimas bajaron por mis mejillas por la impotencia que tenía, pero yo misma sabía que desde que acepte casarme con él, esto iba a pasar, me quede dormida sin importarme un comino Alexander y su amante dentro de la casa.

Me levanté con la luz del sol atravesando las cortinas de la habitación, me estiré un poco, miré mi celular y tenía más de 15 llamadas perdidas de Alexander, 5 mensajes de voz y 3 mensajes de texto sin contar los mensajes de WhatsApp, fruncí el ceño confundida, ya que no entendía la insistencia de ese idiota al llamarme o enviarme mensajes.

Miré el reloj, las manecillas marcaban las 10:00 A.M., demonios había dormido demasiado, me levanté de la cama y tendí esta, entré al baño y decidí ducharme rápidamente, al terminar cepillé mi cabello, mis dientes y me maquillé ligeramente, me coloqué un vestido azul noche ajustado junto a unos tacones blancos, tomé el bolso y guardé mis cosas, salí de la habitación y bajé hasta la primera planta, Isabelle se encontraba bailando al ritmo de la música, reí sonoramente, cosa que hizo que ella saltara de los nervios y sonriera al verme, me acerqué a ella y la abrace.

—Mi niña, me asustaste mucho —espeto ella colocando una mano en su pecho aliviada.

—Bailas muy bien, deberías enseñarme —la miré sonriendo amablemente.

—Gracias —negó ella apenada, cosa que me pareció muy dulce.

—¿Y Alexander nana? —cuestioné con un suspiro mientras tomaba una taza de café.

—Se fue hace rato para la empresa, lo vi muy molesto porque cerraste la puerta con llave y no pudo entrar a cambiarse para ir a la oficina, le tocó esperar a que yo le lavara el traje de ayer para llevarse ese al trabajo —dijo ella con una mueca.

Yo solo reí sonoramente imaginando a Alexander tocando la puerta como un idiota, lamento decir que tengo un sueño bastante pesado, por eso no abrí la puerta y eso me meterá en grandes problemas, pero en verdad me valía un cacahuate lo que pensara o hiciera el idiota ese.

—Sé que él estaba con la tarántula de Alessa, mi niña —confeso ella sacándome de mis pensamientos.

—¿Escuchaste todo anoche? —cuestioné tomando uno poco de café.

—Sí, mi niña —respondió ella riendo.

—Que se vaya a coger con esa tarántula en otro lado donde no los veamos, tiene que respetar la casa y nos tiene que respetar a ti y a mí, ya que vivimos en la misma casa que él, además soy su esposa y créeme nana que esto le saldrá muy caro —espeté mirándola decidida.

SIEMPRE TUYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora