Capítulo 10.

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Llegamos a la gran mansión en donde vivía Alexander, mis ojos se abrieron de par en par al ver un lugar tan grande con jardines y puertas en cristal, tenía un decorado elegante y moderno, nos bajamos del auto mientras Copito dormía en los brazos de Alexander, caminamos hasta la puerta en caoba y se abrió esta para dejar ver una señora de bastantes años con unos ojos mieles y cabello rubio canoso.

—Nana —saludó Alexander serio.

—Mi niño que bueno que llegas —lo saludó la señora con un cálido abrazo; —¿quién es esta hermosa chica? —cuestionó curiosa.

—Kaylee, nana —respondió Alexander mirándonos a ambas.

—¿Eres la prometida de Alex? —cuestionó perpleja sin poder creerlo.

—Sí —asentí tímida.

Ella solo me abrazo y aunque quedé un poco confundida, le devolví el abrazo y después de que nos separáramos ella me brindó una cálida sonrisa.

—Soy Isabelle, la nana de Alexander, me puedes llamar por mi nombre o bien puedes decirme nana —comentó tomando mi mano con delicadeza.

Asentí y le devolví el gesto, acomodé mi cabello con timidez mientras entrabamos, la mansión era muy grande y bonita, pero aun así se sentía un poco de frío cuando miraba a todos lados, no sé si era cosa mía, pero se respiraba un poco de calidez. Tras dejar a Copito a cuidado de Isabelle, estaba tranquila de que mi gata estaría en buenas manos, nos despedimos de ella y salimos de la mansión rumbo al aeropuerto, el camino fue silencioso como siempre, cuando llegamos nos ayudaron a bajar las maletas.

—Kaylee, tenemos que abordar el avión —dijo Alexander, en un tono frío mientras caminaba hacia el avión.

La emoción me invadió al saber que vería a papá, llevaba poco más de dos años sin verlo, nos subimos y buscamos nuestros asientos, el mío por suerte estaba en la ventana, me senté con un poco de nervios mientras acomodaba mi chaqueta.

—El vuelo dura seis horas y unos minutos, así que descanse —vocifero mirándome antes de desviar su mirada hasta su celular.

Él tenía razón, estaba algo cansada, así que saqué un libro que por suerte había traído y comencé a leer, uno de mis más grandes hobbies es leer, amo leer desde que tengo uso de razón, por lo que leo cada vez que puedo. Poco a poco me fui quedando dormida, un sueño pleno en el cual estaba Alexander, se veía sonriendo, pero la mujer con la que se casaba no era yo, era Alessa.

En el altar ambos estaban sonriendo felices, yo me encontraba observando la escena y comencé a llorar ¿Qué patético no? ¿Por qué lloraba?, a mi alrededor todos reían y me llamaban zorra por estar presente allí.

—¡No! —exclamé en angustia.

Sentí como unas manos me tomaron de los hombros, poco a poco fui despertando cuando vi a Alexander y me estaba mirándome raro, tape mi rostro con mis manos.

—¿Está bien? —pregunto frunciendo el ceño confundido.

—Sí —respondí bastante tajante.

—Pronto aterrizaremos, así que no se quede dormida —espeto él con seriedad.

Asentí y vi hacia la ventana, ya era de noche y las grandes nubes parecían algodones en el cielo, este estaba estrellado y realmente era de noche, suspiré hondamente, ya que mi pecho dolía un poco. Al aterrizar me puse mis audífonos olvidándome del mundo y entrando en un trance, sentí como me estaba quedando dormida de nuevo y alguien volvió a moverme, Alexander estaba frente a mi bastante molesto.

—Ya llegamos Kaylee, no se quede dormida —pronuncio Alexander moviéndome.

Al menos estaba molesto más, no me gritaba como siempre lo hacía, bufé mentalmente y me acomodé en el asiento mientras el avión aterrizaba, al aterrizar bajamos a la pista y fuimos a buscar las maletas, de Alexander no se me hace raro ya su indiferencia.

SIEMPRE TUYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora