Capítulo 41.

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Pov Alexander.

Habían pasado tantos meses sin ver a Kaylee, en la boda de Paul ella estaba allí, frente a mí, me dolió verla con ese hombre y embarazada de él con un gran vientre, como quisiera que ese bebe que espera fuera mío, pero no era de otro hombre, se veía radiante y hermosa como siempre, con su gran sonrisa y sus ojos azules destallando un gran brillo, su cabello castaño estaba más corto que antes y se veía hermosa, cada día me lamentaba al haberla alejado de mí cuando ella me hizo un favor al casarse conmigo sin amarme, pero el día que estuve con ella en la luna de miel lo hice porque en verdad estaba sintiendo algo fuerte por ella, pero siempre tenía que comportarme así por Alessa, ella se enteró de que estuve con Kaylee en la noche de bodas y casi me mata diciendo que era un poco hombre, un maldito y un sin fin de cosas que no quiero recordar.

Tenía que aguantarme a Alessa y todos sus cambios drásticos de humor, sus amenazas y chantajes cada vez eran peor cuando la amenazaba que me iba a divorciar de ella, ya estaba harto de vivir con ella, no quería dejar a mi hija en manos de ella, pero tenía que aguantar el infierno que estaba viviendo, lo único que me mantenía aquí era Abby.

Todos los días peleaba con Alessa por muchas razones, una era porque quería ir a pedirle perdón a mis padres y ella me amenazaba con que si lo hacía se iba del país y no volvería a ver a mi hija, otra era porque tenía que trabajar muchas horas en la oficina de su padre y llegaba tarde, ella solo se quedaba en casa cuidando a la beba sin mover un dedo, discutíamos por todo.

Esa era mi vida en estos momentos, un maldito infierno en el cual yo mismo me había metido, respire hondamente y me acomode en el sillón de la sala, Alessa tenía a Abby en brazos y la beba no paraba de llorar mientras las miraba atento.

—Ya no llores, me estresas Abbigail —dice Alessa arrullando a Abby mientras caminaba por la sala.

—Dame a la beba Alessa, no me gusta como le estás hablando —la mire serio, acercándome a ella para coger a la beba en brazos, pero me dio la espalda.

—Vete al demonio Alexander, Abby es mi hija y tú no la vas a tocar ni podrás olerla mientras te sigas comportando como un idiota conmigo, llevas meses que no me tocas, no me hablas bien y me estoy hartando de ti —escupió ella mirándome desafiante.

—También es mi hija Alessa, no puedes quitarme el derecho de alzarla cuando yo quiera, tengo tanto derecho como tú —respondí cabreado.

—Podrás ser muy su padre, pero es mi hija y sobre ella mando yo que fui quien la tuve y le di la vida, entiende eso —me miro ofendida mientras chasqueaba su lengua.

—Estoy harto de ti, de tus amenazas, de este maldito matrimonio y de esta mierda de vida que llevábamos, sabes muy bien que solo estoy aquí por Abbigail, entiende de una maldita vez que ya no te amo, en realidad nunca te ame, fuiste una simple adicción enfermiza —grite aún más cabreado mientras me levante de golpe del sofá.

—A mí no me amenaces Alexander, soy capaz de irme del país y llevarme a Abby lejos donde nunca más la podrás ver, así que recuerda que estamos casados y no pienso dejar que esto se acabe por tus idioteces —dijo ella dejando a la beba en su mecedora.

—Estoy hasta el demonio contigo ¿Acaso no sabes que ya no te amo? Me cansé de ti, quiero que me des el divorcio e irme de aquí para poder buscar a Kaylee —respondí enojado mientras quería golpearla.

—Pues no, no dejaré que busques a esa zorra maldita, si me dejas soy capaz de matarme o quizás puedo hacerle daño a tu familia, así que piénsalo muy bien antes de irte tras ella, Alexander, créeme que lo haré y no me tentaré el corazón para nada, yo a ti te amo y no dejaré que nada ni nadie nos separe —espeto ella sonriendo falsamente mientras me miraba con su escalofriante mirada.

SIEMPRE TUYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora