Extra 2

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—Papá, esto parece ficción. ¿Sabes las películas en la qué el padre y la hija son muy unidos y se cuentan todo?. Bueno, esto es así. Creo que no necesito de una madre, teniéndote a ti estoy mucho mejor —sonreí con orgullo.

—Amor, siempre vas a necesitar a tú madre, siempre. Yo solo hago el intento de rellenar ese espacio.

—Te amo mucho papi.

—Y yo a ti hija —besé su frente —Pero basta de cursilerías, tienes a un baboso que impresionar.

—¡Papá!, todavía es algo vergonzoso hablar de un chico contigo —resopló.

—No debería avergonzarte bebé —rodé los ojos —Ya que soy la única persona adulta con la que convives tendrás que hablar conmigo sobre sexo, y besos con lengua.

—¡Papá! —chilló, tapando su rostro con las palmas de sus manos —No pensé que esto sería así, en los libros todo es muy diferente.

—No estamos en un libro, despierta tonta —la sacudí por los hombros —Estamos en la vida real, y, ¿por qué no?, ¡Podemos crear nuestro propio libro bebé! —grité entusiasmado.

 Jazmín gimió y rodó los ojos. Me miró por unos segundos y luego sacudió mis hebras de cabello, haciéndome despeinar.

—Estás loco papá.

—Gracias por el cumplido —reí.

 Treinta minutos después, Jazmín y yo nos encontrábamos en el centro comercial cerca de nuestra casa. No pensé que fuera tan difícil para una adolescente conseguir ropa, pero lo es. Hemos entrado, sin exagerar, a más de diez tiendas en la que no hemos conseguido un vestido que le guste a Jaz. Le pedí primero comprar tacones, pero resulta que no le gustan y prefiere usar sus zapatillas, así que no repliqué. 

 Seguía a Jazmín por cada tienda a la que entrabamos y trataba de darle mí opinión sobre que vestido comprar, por fin, después de tantas tiendas por conocer, eligió un vestido color azul con un estampado de unicornio, y manga larga. No se lo vi puesto, pero, según ella, el vestido era perfecto, y eso esperaba.

—¿Algo más qué necesites comprar cariño? —susurré, sosteniéndome de un pie, ya que el dolor era insoportable.

—No lo creo pá. Ya tengo el vestido, algunas pinturas de boca, las zapatillas, y solo... —pensó —¡Oh!, mí cabello, tendríamos que ir a alguna peluquería cerca de aquí —asentí.

 Encontramos por fin la peluquería en la que no pude entrar, según por ser hombre, así que me encontraba en unas sillas viendo a la nada. Desde el lugar en el que estaba podía apreciar a Jaz siendo peinada.

 De pronto me encontré mirando mí reloj en mí muñeca izquierda, ya no servía, pero tenía un significado tan grande para mí, que no me importada. Resoplé. Otra vez venían los recuerdos de Esmeralda. Recuerdo como tengo este reloj, recuerdo todo lo qué pasó esa vez, sus ojos, su boca, sus mejillas coloradas, todo. Ella me tendió el reloj, y sus palabras fueron tan lindas que me bastó solo un segundo para derretirme y besarla. Sonrío e inconscientemente llevo mis dedos a mí labio inferior, tratando así, de recordar la sensación tan placentera y linda que sentía cuando los labios de Esme se unieron con los míos, soy capaz de sentir un leve cosquilleo en mí labio inferior, soy capaz de imaginar a Esmeralda frente a mí besándome, y diciéndome lo mucho que me quiere, pero, cuando abro mis ojos no hay nada, no está ella, mis labios no están unidos a los de ella, y mí corazón se oprime.

 Ya he pasado por esto un montón de veces, trato de que ella solo quede en el pasado, trato de que sea dueña de aquello, de recordarla en los momentos felices y de no sentirme mal, pero es estúpido de mí importa intentar mantenerla en el pasado, porqué no puedo. Todos los días, un pensamiento nuevo de ella acude hacía mí. Mis parpados se cierran con pesar, y oprimo mis labios en una línea recta, todos los recuerdos ocupan mí mente, y me siento agobiado. Respiro y exhalo, repito ese procedimiento varias veces, hasta estar calmado completamente.

Más Allá Del CieloWhere stories live. Discover now