Capítulo 5

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—¡Llegamos, España! —grita Ethan, hermano de Daniela.

—Casi vomito. ¿Se sienten bien?.

—Sí, estamos bien —Ethan y yo rodamos los ojos.

—Me preocupo por ustedes —besa la frente de su hermano.

—No te preocupes.

 En todo el camino para llegar a la casa de los abuelos de Daniela, me la pasé en silencio. Pensando en mamá, y en porqué me dejó. Se fue así como si nada, como si yo fuera de hierro y no sintiera, como si ella no me importara, a veces yo no lo demostraba pero la amaba, y ella era mi motor para seguir adelante, y vencer este cáncer. Pero ahora ni ella ni nadie es mi motor, aprendí que no siempre ella iba a estar a mi lado, y si se fue supongo que fue por algo bueno, mi motor soy yo, soy yo el que va a vencer este cáncer, soy yo el que va a salir adelante, soy yo el que va a vivir, soy yo el que va a sufrir, soy yo el que va a morir, en todo soy yo. Y la misma palabra lo dice, Yo, yo nunca me fallaré, y siempre estaré para mi.

—Sé que estas pensando en ella —Daniela aprieta mi hombro.

—Si, estoy analizando cuanto la amo, aún cuando me dejó.

—Si... Aveces no puedes dejar de amarla, porque es tu mamá, porqué te crió, porqué te enseño todo, porqué te amó. Pero luego, creeme, llegará un momento en el que ella se arrepentirá de su abandono, de dejar solo a tal persona tan maravillosa como tu, te extrañará, le harás falta, y ojalá cuando regrese no sea tan tarde.

—No creo que regrese —hago una mueca de tristeza —Gracias Daniela, me haces sentir un poco mejor, y me ayudas a salir adelante. De verdad gracias, tus palabras me ayudan mucho.

—Gracias... Yo también perdí a mis padres, no de la misma forma que tu perdiste a tu madre, ellos no quisieron irse, tal vez tu madre tampoco. Fue en un accidente, no de carros, fue un accidente en el mar, siempre iban hacia el mar a investigar cosas sobre ello, hasta que un día, había otro barco y ese los sacudió, encontraron a mis padres abrazados, y esto me lo dieron cuando encontraron su cuerpo —me muestra un anillo de oro, y un libro pequeño —Mi hermano tenía 3 años, y yo sola me tuve que hacer cargo de él, ¿sabes?, es muy difícil no saber si estas haciendo un buen trabajo, si es así como tus padres cuidarían a tu hermano, no saber si están orgullosos de ti. Es difícil, porque no sé qué estarán pensando. El cielo. Una palabra difícil para algunas personas, y fáciles para otras, para mí... Enigmática.

—¿Por qué?.

—Porqué esa simple palabra puede tener muchos significados, tal vez cuando mueres no vas exactamente al cielo, tal vez pases por muchos obstáculos. Pero la persona sea buena o mala, yo creo, que debería conocer el cielo, todos debemos conocer el cielo.

—Piensas lo mismo que yo, no del cielo, sino de la muerte, yo pienso que a cada quien le llega su hora, cada quien tiene su momento en la vida, para unos serán cortos para otros largos, pero es una sola vida, y hay que vivirla. No vivirla rompiendo reglas o algo así, vivirla alocadamente, pero con educación. Hay personas que son amargadas, o siempre están tristes, son personas que todavía no saben el verdadero significado de la vida, que no conocen la vida, y si no conocen la vida, ¿que les espera cuando conozcan la muerte?.

—Mira, esa es la casa. Llegamos.

 Salimos del auto y tuve que cargar a Ethan ya que en el camino se había quedado dormido. Daniela, no tocó la puerta ya que un mayordomo al verla por alguna parte de la casa, abrió inmediatamente abrazándola y llenándola de besos, mientras ella reía. Una imagen muy linda y conmovedora. 

 Si pensaba que la casa por fuera era grande, por dentro era mucho mejor, es muy bonita, y muy elegante. Al entrar a lo que supongo era la sala, una señora muy bonita con algunas arrugas en su cara, pero muy bonita, recibió a Daniela llenándola de besos, y abrazos. Hasta que me vio a mi y le sonreí timídamente.

—Hola, jovencito —besó mi mejilla —¿Cómo te llamas?, Daniela me ha hablado mucho de ti, dice que eres muy lindo, y tiene razón.

—Abuela —Daniela agacha la mirada avergonzada, sus mejillas se tiñen de rojo. Tierno.

—Me llamo Axel, señora —me hizo una seña de que dejara a Ethan en un sofá-cama que estaba en la sala.

—Oh no, nada de señora jovencito, apenas tengo 49 años, llámame Abu.

—Está bien Abu —me sonrió.

—Lindo —apretujó mis mejillas.

—Conocelo mejor, Abu —fulminé con los ojos a Daniela y rió.

—Ella está muy loca Abu.

—Sí, eso lo sé.

—Deja que el abuelo Dit llegue, te matará, idiota.

—¿Piensas asustarme con eso, pequeño demonio?

—Creeme, cuando te vea te querrá matar, nadie se mete con su Tantirina —me saca la lengua.

—Oye tu —habló una voz de un señor, levanté la mirada y me encontré con un hombre de al menos 50 años, señalandome. ¿Ese es el abuelo Dit? en serio parece un policía esperando matar su presa —¿Quien eres, y que haces aquí? —entrecerró sus ojos.

 Volteé a ver a Daniela, y ella me dio una mirada tímida, con una sonrisa maliciosa. 

—Responde, bonito —me guiña un ojo.

Oh.

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