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Capítulo 15: Irrealidad

Los Ángeles era simplemente un lugar de ensueño, digno de inspirar la creación de historias entrañables y mágicas.

La joven volvió a suspirar, pegando su frente y sus dos manos al frío ventanal del tren. Simplemente no podía apartar su atención de los valles y los paisajes alpinos que atravesaban en ese momento. Sentía unos inusitados deseos de correr y perderse en aquellos frondosos bosques llenos de misterios, saltar arroyos, explorar, escuchar el sonido de las aves y de la naturaleza, y realmente no le extrañaría demasiado toparse con algún duende o hada que casualmente pasara por allí.

- Es hermoso...- Musitó empañando el cristal.

Elena sonrió maternalmente, dándole la razón y mirando también por la ventana – Pero es una lástima que la primavera esté tan lejos. Es en esa estación cuando surge la verdadera belleza de esta región.

- Se me hace difícil imaginar algo más bonito que esto...- Replicó la muchacha.

- Pero lo hay – Elena volvió su vista y ajustó un poco más su gabardina – La mejor época para visitar este pueblo es durante la floración de los cerezos que aquí ocurre a finales de Abril y principios de Mayo. Los paisajes son espectaculares. Los árboles cobran vida, adornando todas las calles de la ciudad y atrayendo visitantes de todas partes... Pero en estos momentos los árboles que nos rodean están muertos. Todo el resto del año, son sólo troncos secos y feos, de hecho, les encantan a los gusanos, por lo tanto ni siquiera son buenos árboles...pero aun así, los amamos.

Ross escuchaba de brazos cruzados y ojos cerrados, con la cabeza descansada en el respaldar de su asiento. Estaba realmente somnoliento, puesto que no había podido dormir demasiado la noche anterior por...ciertas razones. Al regresar de la recámara de Laura, se había metido en la regadera y girado el grifo con velocidad. El agua helada le cayó encima, todos sus músculos se contrajeron y su rostro se arrugó en una mueca, pero sabía que aquello era necesario. Al salir y vestirse de nuevo se sumergió en su cama, tratando de bloquear sus picantes pensamientos, revolviéndose de lado a lado hasta desacomodar por completo la cama, finalmente rindiéndose y mirando el techo por largo tiempo. Su corazón no podía dejar de latir con fuerza, y su respiración no se regularizaba. El recuerdo de la fragancia de Laura, de su suave y nívea piel a merced de sus manos y su boca, de sus temerosos e inexpertos movimientos, de sus dulces gemidos...todo lo estaba atormentado más de lo esperado.

Entreabrió los ojos y ladeó el rostro ligeramente para observarla. No habían cruzado muchas palabras esa mañana, de paso habían estado evitando quedarse a solas o mirarse ¡Demonios! Parecían dos niños tontos...

- Ross...- Lo llamó Elena, haciéndolo parpadear ligeramente y reunir su atención.

- ¿Sí? ¿Qué pasa?

- Te pregunté si recuerdas la vez que viniste aquí, cuando eras muy pequeño...

- Ahh...- Ross bostezó y se incorporó en su puesto, dejando su cómoda posición – Muy vagamente, una de las cosas que más recuerdo es haber estado caminando por la calle, en el festival...había una extensa alfombra rosa de pétalos de los arboles de por aquí...y muchísima gente.

- Me encantaría asistir a ese festival – Murmuró Laura.

El tren fue disminuyendo paulatinamente su velocidad hasta detenerse. Ross alcanzó el equipaje de Elena y luego los tres avanzaron hacia la salida. El viento frío los recibió mientras caminaban a las afueras de la estación, atravesando por la concurrida mercadería de la entrada de la pequeña ciudad. Laura se frotó los antebrazos. Aunque llevaba un abrigo y una bufanda la recorrió cierto escalofrío. A medida que se adentraban en el pueblo la joven no podía evitar detenerse y contemplar aquel maravilloso legado arquitectónico. La anciana notó su expresión y sonrió, adivinando sus pensamientos – Aquí se encuentran los mejores ejemplos de arquitectura – Acotó. Ross también examinó con interés su alrededor, mientras sostenía las dos pesadas maletas de Elena.

A través de mi ventana |Raura|Where stories live. Discover now