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El invierno a Aberdeen había llegado.

Solamente faltaban unas semanas para que navidad y año nuevo llegaran, y aunque era un pueblo pequeño, la gente se sentía eufórica por la llegada de dichas fechas.

El instituto estaba siendo decorado por los de último año con todas las cosas que hemos hecho hasta ahora en la bodega, ví a mi novia bajar de una escalera y automáticamente sonreí. El día de hoy llevaba unas vans grises, un pantalón negro, una blusa blanca, chaqueta color gris y un beanie del mismo color.

Ella también me vió y sonrió antes de que Carter llamara su atención. Yo seguí mi camino pero lastimosamente Austin me detuvo.

-Hola, Mila. _saludó con ese irritable tono seductor.

-Hola Austin. _dije con voz cansada.

-¿Hasta cuándo te harás la difícil? Se perfectamente las ganas que tienes de estar conmigo.

Hasta ahí. No voy a soportar más a este idiota creyéndose la última maldita coca-cola en el desierto.

-Escuchame bien, Mahone. Ni en esta vida, ni en mil más voy a siquiera salir contigo a la esquina. ¿Entendiste? _mascullé apretando mis puños y dejándolo con la palabra en la boca.

Caminé con paso firme hasta mi próxima clase girando a ver el rostro serio de la chica del beanie y una mirada que podría enterrarte. Aquella mirada no era para mi, era para Austin que recostado en una pared miraba sin ningún tapujo las piernas de una estudiante de último año.

Algo iba a hacer.

(...)

¿Como pude haber olvidado mi carpeta en la casa de Ally? Que mal estás, Camila.

Fui con paso veloz a la clase de mi amiga con la esperanza de que ella me hubiera hecho la caridad de traermela. Mientras más me acercaba a su salón, más risas escuchaba.

No eran unas simples risas de "Alguien acaba de hacer un comentario gracioso respecto a la clase". No, eran carcajadas, de esas que hacen que todos tus huesos, músculos y articulaciones vibraran con cada sacudida de tu pecho.

Eran las carcajadas que debíamos tener a diario.

Entré sin avisar y me encontré a más de uno de los de último año en el suelo, agarrando sus estómagos y limpiando las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Ally era una de ellas, solo que estaba sentada en su escritorio. Mi mirada fue hacia la chica del beanie, que ya no tenía puesto por cierto, sus mejillas estaban rojas, su cabello desordenado, sus ojos llorosos y una sonrisa de esas que mueven todos los músculos de tu rostro.

-¿Ally? ¿Qué sucede? _pregunté riendo suavemente gracias a sus risas contagiosas.

Mi pequeña amiga no respondió, me entregó su teléfono y le dio play a un vídeo.

Era Austin, completamente solo en el gimnasio. Estaba acomodando unas cuantas pelotas y después de mirar en todas las direcciones, oprimió un botón y la macarena empezó a sonar. Se quitó la camisa y el jogger quedando en bóxer mientras se movía de un lado a otro al ritmo de la música. Lo gracioso no era eso, lo gracioso era que Patrick estaba detrás de él intentando aguantar las carcajadas, lo asustó y como era de esperarse, Mahone cayó al suelo.

¿A qué no adivinan quien se unió a las carcajadas de todo el salón?

(...)

-¡Buu! _pegué el salto de mi vida y gracias a eso, la chica del beanie empezó a reír.

¿Cómo podía seguir riendo sin que le doliera la cara?

-Serás imbécil, Cannon. _le di un golpe en el brazo y después le abrí la puerta de mi convertible. -Se supone que tienes clases, ¿qué haces aquí?

Paradise (CAMILA CABELLO Y TÚ) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora