—¡Beasley, el hombre espera una respuesta! —exclamó Bill en cuanto no respondí al instante.

—Está bien, Shepard. —Rió Mark antes de ajustar su corbata y acercarse al coach—. Deja de gritar que no estás el campo. —Tras esto ambos estrecharon sus manos y palmearon sus hombros con afecto—. Ve a Chicago alguna vez, te estaré esperando con un jugador profesional dentro de poco —añadió haciendo un ademán hacia mí—, al que prometo cuidar bastante bien.

—Más te vale, imbécil —dijo el entrenador con una pequeña sonrisa en su rostro, sin embargo, la advertencia fue más que clara.

El miembro del equipo técnico de los Bears se adelantó y dejó que Bill y yo tuviésemos la oportunidad de despedirnos a solas.

—No quiero silencios incómodos, lágrimas, ni nada que se le asemeje. ¿Entendido? —preguntó dando un paso en mi dirección. Yo asentí de forma instantánea y él tomó una gran bocanada de aire que infló su pecho envuelto en una sudadera de la BCU—. Te vamos a extrañar, espero que cumplas tus sueños y bla, bla, bla... la cosa es que voy a decirte algo y espero que lo tengas presente desde este momento y hasta el fin de tus días, muchacho. —El sarcasmo e impaciencia son característicos de Bill, pero por primera vez noté que su voz se tornó más seria de lo normal y sentí el peso de cada palabra pronunciada con un propósito que estaba más allá de mi comprensión—. Conozco tu historia. Sé de tu padre adoptivo, de tus años en los diversos orfanatos y de la miserable vida que solías llevar; no quiero traer nada de eso a colación, pero necesito que compares lo que eras antes con lo que eres ahora. —Me sorprendió que fuera consciente de mi pasado—. Ya no eres un niño. No eres manipulable, inocente, indefenso y tampoco debes luchar para sobrevivir a la sombra de un padre alcohólico. —Me obligué a tragar con fuerza en cuanto la oración salió de su boca—. Eres dueño de tu propia vida ahora, Malcom. Fuiste capaz de luchar contra las calamidades y abrirte paso en la vida que merecías. Te ganaste cada cosa buena que te pasó y te pasará a partir de este momento, y estoy seguro de que todas tus virtudes te llevarán tan alto como sea posible. Eres un jugador estrella, eso quedó claro el primer día que tocaste un balón, pero también eres un hombre digno de admirar, y esa combinación es todo lo que alguien puede anhelar en esta jodida vida, así que intenta mantenerla incluso cuando las cosas vayan mal en el campo o fuera de él. No olvides cómo eres, de dónde eres y cómo llegaste hasta aquí. —Bill se tomó un momento para estudiar mi rostro y dejar que las palabras golpearan contra mí. Me observó con respeto y afecto, con horna—. Estoy orgulloso, Beasley. —Y a continuación se quitó su gorra de los Kansas City Chiefs para dejarla caer sobre mi cabeza—. Intenta que mi orgullo no se vaya por el retrete al hacer estupideces dentro de la NFL, porque ten asegurado que veré cada partido de los Bears.

—Jamás dejaría ir nada por el escusado a excepción de que sean heces —repliqué para ganarme una mirada asqueada por parte del coach—. Mucho menos su orgullo por mí, señor —agregué.

Bill asintió y comenzó a darse la vuelta, pero antes de marchar se tragó sus propias palabras y envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo.

—¿Usted no dijo que no habría abra...? —cuestioné.

—Cierra la boca o te haré perder el vuelo únicamente para que corras hasta Chicago.

—Como usted diga, coach.


—¡¿Estoy alucinando o es Malcom Beasley el que se dirige hacia el campo?! —La escandalosa voz de Gabe resuena a través de los amplificadores con emoción y desconcierto mientras corro con mi casco en mano. El peso de mi equipo parece multiplicarse en el instante en que los espectadores dejan caer sus ojos sobre mí—. ¡Creo que he dejado de respirar y se me acaba de paralizar el maldito corazón, que alguien me practique RCP ahora mismo! —Él está al borde de la mesa con una confundida Claire sentada a su lado—. Sin embargo, tengo preferencias, y deseo que la candente locutora a mi lado me haga reanimación cardiopulmonar antes de que los labios del ogro Shepard toquen los míos, los cuales, por cierto, son como un trozo de... —comienza a decir antes de verse interrumpido.

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