046 | Prometedor

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MALCOM

Esto es incómodo.

—¿Quiénes son los Chicago Bears, Beasley? —La pregunta corta más que el silencio que nos envuelve, y puedo jurar que jamás vi a Bill tan inmóvil.

Desde que su mirada cayó en la mano entrelazada de su hija y la mía, él solo se ha limitado a observarme con esos estrechos e inquietantes ojos que posee. Kansas automáticamente se deshizo de mi agarre y murmuró una excusa sobre Zoe, galletas y los Hyland. La pequeña desgraciada me ha dejado en manos de su padre, completamente solo.

Me siento carnada para tiburones.

—Bill... —Tengo la intención de explicarle todo, pero él me interrumpe.

—Responde a la pregunta, Malcom. —Su voz es tan escalofriante como la carencia de expresión en su rostro—. ¿Quiénes son los Chicago Bears?

—¿Es absolutamente necesario que...? —comienzo a cuestionar.

—¡Solamente escúpelo, Beasley! ¿O acaso quieres correr un rato? Porque Betland tiene alrededor de tres mil millas y no tendré problema en obligarte a correrlos hasta que te conviertas en un charco de agua —advierte cerrando la puerta tras de él y mirándome con irritación.

—Los Bears son un equipo profesional de Chicago, Illinois —pronuncio las palabras tan rápido como puedo—. Ganaron el Super Bowl en 1985 y tienen más de siete campeonatos de la NFL ganados. Su actual entrenador es John Fox y Staley Da Bear es la mascota oficial —resumo mientras me acomodo en el sofá—. Sin embargo, todavía no comprendo el motivo de dicha y aleatoria pregunta, coach.

—¿Quién dijo que era aleatoria? —inquiere enarcando ambas cejas y cruzándose de brazos—. No estoy gastando saliva de gusto, Beasley. Te pregunté sobre el equipo porque algo ocurrió —explica comenzando a caminar hacia el sofá frente a mí, no sin antes cerrar la puerta con llave. Mala señal—. Tengo un conocido dentro del cuerpo técnico de los Bears. Fue uno de los tantos que me dijo que era mala idea invertir tiempo y dinero en un chico tan joven y que ni siquiera conocía —explica—. ¿Y sabes qué ocurrió mientras estaba en el hospital?

—Te llamó. —No se necesita tener un gran coeficiente intelectual para adivinarlo.

—Así es —prosigue—. Y no solo llamó, se disculpó por haber desconfiado de mi corazonada contigo, Beasley —añade tomando asiento y anclando sus ojos en los míos—. Mark, mi conocido, vio el último partido contra los Vultures cuando lo subieron a la página de la BCU. Luego de eso fue directo a reproducir tu primer partido contra los Panthers, y se ve que no logró obtener suficiente de ti. Me pidió ver los videos de los entrenamientos y ojear mis anotaciones sobre ti junto con los datos de rendimiento que provee la computadora, y créeme que se muere por obtener tu expediente. También vio cada partido que jugaste en Londres.

No puedo hacer más que mirarlo de forma atenta e intentar enfocarme en lo que me está diciendo, pero una parte de mí quiere saltearse toda esta introducción e ir directamente al final.

—Él llegará mañana para asistir a los entrenamientos de lo que resta de la semana. El objetivo de todo esto es verte a ti y a un muchacho de la OCU, una universidad que no está muy lejos de Betland. —A pesar de la seriedad que cubre sus facciones puedo vislumbrar cierto brillo de éxtasis en sus ojos—. ¿Entiendes esto, Malcom? Ni siquiera jugaste tres malditos partidos y ya tienes los ojos de grandes cuerpos técnicos puestos en ti. Están malditamente fascinados, tanto contigo por tu potencial como conmigo por dar en el clavo.

—¿Hay más equipos interesados? —inquiero con cierta estupefacción.

Pensé que la conversación en la que me dijo que existían varias posibles ofertas era solo eso, una conversación.

TouchdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora