065 | Terrario

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KANSAS

—¡Quita esta cosa de mí! ¡Quítala, Kansas! —ordena el muchacho con notoria desesperación.

—Cállate antes de que Bill te escuche —mascullo mientras busco mi camiseta debajo de la cama.

Hay mucho polvo, tengo que barrer.

—¡¿Cómo quieres que me calle si tengo un arácnido paseándose por mi órgano viril?! —espeta con horror—. Esta cosa es la especie más grande de la familia licósidos, se dedica a comer cucarachas, saltamontes y hasta roedores. ¡Se podría comer a Ratatouille de una mordida! —Encuentro la prenda y la sacudo antes de pasarla sobre mi cabeza.

Cuando soy capaz de mirar a Malcom otra vez noto que está entrando en pánico: su espalda está completamente pegada a la cabecera de la cama y tiene las piernas totalmente rectas. No parece tener movilidad y sus músculos están tensos, lo único que mueve son sus ojos que van de un lado al otro a una velocidad tan rápida como con la que su boca se abre y cierra diciendo un centenar de palabras por minuto.

—¡Es doméstica! No creo que vaya a hacerte daño... así que cierra la boca, por favor —reitero con exasperación.

—¿Y se supone que eso debe calmarme? —farfulla entre dientes—. ¡Quita esta araña de mi pene, ahora! Me siento víctima de una desfloración, esto es una profanación a mi persona.

De acuerdo, esto no está saliendo para nada bien.

Me gustaría poder decir que despertar entre los brazos del inglés fue algo sumamente placentero, y sí, lo fue, pero solamente por unos pocos segundos. Él empezó a reírse y me dijo que era insaciable, literalmente. Entonces, yo le respondí que no lo estaba tocando ahí abajo. El color se drenó del rostro del veintisiete mientras levantaba las sábanas para encontrar a un pequeño animal aferrado a su miembro.

No debería haber mantenido a la tarántula en mi habitación.

En Halloween tenía la intención de hacerle una broma con la araña, pero dado que terminamos atrapados dentro del Jeep haciendo algunas cosas indecentes me vi obligada a posponer mi plan. Le había pedido a Jamie que llamara a su primo

Héctor, quien trabaja en una tienda de mascotas, con el objetivo de alquilar al arácnido únicamente por una noche. Sin embargo, como pueden ver, me la quedé un poco más de lo necesario.

—¡Tranquilízate, encontraré su jaula!

—¡Terrario, no jaula! ¡Se llama terrario, Kansas!

—Ni con una tarántula sobre tu maldita cosa puedes dejar de decir palabras que nadie conoce —me quejo agachándome bajo el escritorio y tomando el rectángulo de cristal. Puedo jurar que cerré la tapa tras darle de comer la última vez.

—No es mi culpa que seas una ignorante respecto a los términos propios de la terrariofilia —objeta con sus fosas nasales abriéndose y cerrándose con frenesí—. ¡¿Por qué tenías una araña en tu cuarto? ¿Estás...?! —La oración se desvanece en la punta de su lengua en cuanto se oyen golpes desde la puerta.

—Kansas, ¿qué diablos estás haciendo ahí dentro? Deja de gritar como una niña, ya tuve suficiente con Zoe gritándome que le traiga más de esa insípida gelatina de hospital toda la madrugada. —La voz de mi padre me petrifica a medio camino de la cama—. Esa cría tiene más apetito que todos mis jugadores juntos.

Mis ojos se deslizan hacia el muchacho desnudo y veo que contiene la respiración. Sus globos oculares parecen estar a punto de salirse de órbita mientras observa con fijeza la puerta, la cobardía emanando de sus poros.

—Es que hay una araña en la pared, eso es todo —miento llevándome el dedo índice a los labios en cuanto me percato de que Malcom está por abrir la boca nuevamente.

TouchdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora