Yuratchka a veces olvida cosas. Y quiere pensar que es culpa de la sangre de su padre corriendo por sus venas, esos genes olvidadizos que desea no haber heredado. Él no olvida niños en el supermercado o centros comerciales, no olvida ir por ellos a sus respectivas clases, fechas importantes o compromisos pactados; Yurio es despistado con cosas un poco más mundanas y normales, como olvidar alguna tarea que bebía presentar en alguna clase, las llaves de su casa, el paradero del par de sus calcetines favoritos, un libro en algún rincón no visible de la casa. Cosas pequeñas.

No obstante, Yurio jamás volvería a olvidar que debe tocar las puertas antes de entrar a alguna recámara, jurando ser mil veces más precavido si se trata de la habitación de sus padres. No porque jamás los haya visto haciéndose arrumacos, besándose o compartiendo abrazos poco censurados momentos en los cuales él sabe debe sacar a Yullian de paseo antes de que sus padres olviden que sus hijos están ahí, pero piensa que puede ahorrarle a Zet el mal rato y posible ardor de ojos. Su mejor amigo no tenía que enterarse de la promiscuidad de sus papás de esa forma.

Aunque tampoco es como si el tío Phichit y Seung sean santos de devoción.

Pero no es cómodo, para nadie. Y no es bueno para la salud mental de ellos, principalmente la de Yuri, que ruega porque, si en algún futuro llega a estar así el nombre de Beka brillando en su mente, la imagen de sus padres en momentos fogosos no arruine sus propias experiencias.

Siendo que las cosas en su familia no siempre son como se supone que deberían y el rubio ya está más o menos acostumbrado, cuestionándose que tan normal es que esas situaciones ya sean cotidianas, se abstiene de comentarios. Aguantando la vergüenza y tragándose la indignación que le provoca ver la sonrisa de suficiencia en labios de su padre a medio vestir, con su madre en iguales condiciones sobre el regazo del de ojos azules, pero visiblemente ruborizado. Aunado, claro está, al click insistente de la cámara de Zet, guardando pruebas del suceso para la prosperidad.

 Aunado, claro está, al click insistente de la cámara de Zet, guardando pruebas del suceso para la prosperidad

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.








[16 años]





—Siempre me he preguntado —Viktor gira hacia su interlocutor, dejando su ardua dedicación de observar a su familia jugando, para ver directamente a Otabek. Curioso—, ¿Por qué Yura parece odiar tanto los patos?

Ah, la pregunta del millón de euros. La incógnita comparable con la cura contra el cáncer. Sin embargo, la respuesta podría valerle reproches que se ha querido ahorrar durante toda la vida de su hijo.

El mayor desvía su mirada, volviendo a enfocar sus ojos azules en las personas que más ama en el mundo.

Las vacaciones de verano comienzan y con ellas el paso del tiempo parece avanzar inexorable y sin tregua alguna para padres celosos y posesivos como su esposo y él, que deben ver cada día como su pequeño bebé rubio crece a cada parpadeo. Ahora su retoño tiene 16 años y si la edad no es suficiente para comprobar su crecimiento tanto físico como mental, hay que ver al novio que llega cada año durante las vacaciones para pasar tiempo con su rubio hijo.

Somos tu familia. Where stories live. Discover now