Extras• 3&4

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Extra 3.
Primer día de clases.

[4 años]


¿Por qué tienen que hacer algo así? ¿No es muy pequeño aún? Debería tomar a su hijo en brazos y dar media vuelta. No tiene que ser ese año.

Los pensamientos de Yuri se amontonan en su mente al ver como los pequeños infantes se despiden de sus padres y se encaminan a la entrada de la escuela. Al menos los más grandes.

Unos cuantos niños -más pequeños y con clara confusión y miedo reflejada en sus facciones-, se aferran a las faldas de sus madres o a los cuellos de sus progenitores. Probablemente son de nuevo ingreso como su hijo.

Yuri baja la vista al rubio que se aferra a su mano. Yuratchka Nikiforov lleva puesto un trajesito marinero azul cielo con detalles blancos, una boina del mismo color junto con calcetines blancos y zapatos negros. Tan adorable con su ceño fruncido y el puchero en los labios.

El bebé de ojos verdes está tan feliz como él por su primer día de clases.

Para Yuri es lo más difícil que ha hecho en años. ¿Cómo pueden los padres hacer ésto cada día? Dejar a su tierno e indefenso bebé sólo, en el basto mundo que las paredes y límites geográficos que el preescolar ofrece, por horas.

Yurio es muy pequeño aún a sus ojos. Aunque debe admitir que sería igual de difícil aún si el niño tuviera diez años. Y debe pasar tarde o temprano.

Inhalando de manera profunda y lenta para que el aire viaje hasta el fondo de sus pulmones y exhalando con labios temblorosos por el repentino deseo de llorar, Yuri se agacha hasta quedar a la altura de su hijo y sonríe como si no fuera el día más triste del año.

Los enormes ojos verdes brillan inseguros en su carita sonrojada, el flequillo de cabello lacio y rubio cortado en línea recta sobre sus cejas ondea ligeramente gracias a la brisa de la mañana. Su niño está tan precioso como asustado.

Yurio no es como los demás niños que corren a hacer amigos en el parque o de los que sonríen a los desconocidos de su edad que dicen querer ser sus amigos. Yuratchka es huraño con gente que no conoce, independientemente si son niños como él, y tiende a ver mal a quienes se le acercan. 

El azabache piensa que, quizá, se deba a que realmente no ha convivido mucho con más niños. Víctor y él lo monopolizan todo el tiempo. Incluso en los parques o centros recreativos.

Quizás ésto sea bueno. Quizás su niño necesita un respiro de ellos. Quizás Yuri necesita soltar un poquito a su hijo.

Sólo serán cinco horas. Se repite mentalmente. Sólo cinco horas y podrás venir por él y salvarlo de las garras del mundo.

-Es hora de que entres, Yurio. -se obliga a decir Yuri señalando hacia el colorido portón.

Las orbes menta se agrandan, presas de repentino pánico e incertidumbre antes de ver hacia la dirección que señala el dedo de su madre y volver la mirada a los ojos chocolate.

-¿Yurio tiene que hacerlo, mami?

Si, tienen que hacerlo. Se dice. Después de todo es algo natural, obligatorio y bueno en la vida. Aunque eso no lo hace más fácil.

Sus brazos rodean el pequeño cuerpo del infante, atrayéndolo a un abrazo reconfortante para ambos.

Es vagamente consciente de las miradas que atraen de algunos padres. Para ellos, la escena debe ser nostálgica y completamente comprensible.

-Si, gatito. Debes entrar, yo vendré por tí en unas horas.

Yurio aplasta el rostro en el cuello de su madre y suspira con clara rendición.

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