16• Appassionato.

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Durante su estancia en Rusia aprendió algunas cosas.

Recuerda, vagamente, una conversación que quizá no debió haber escuchado, pero que igual no debería haberse llevado acabo en un lugar público. Así que él no tiene toda la culpa.

Esa tarde, después de terminar sus prácticas y mientras alistaba sus cosas con el propósito de salir del recinto lo más rápido posible y llegar a la casa de Yakov porque siente que se le abrirá un agujero en el estómago sino come algo pronto, escucha un pequeño grito.

Yura puso los ojos en blanco aquel entonces al reconocer el sonido chillón de entusiasmo que le ha escuchado más de una ocasión a Mila, sobre todo cuando la Rusa se entusiasma demasiado. La intriga vino cuando el grito se sobrepuso a un silencio extraño y luego susurros ininteligibles.

Movido por una curiosidad insana y por la que su madre lo regañara si se llegase a enterar; caminó de puntillas, felicitándose mentalmente por no haberse puesto las deportivas aún.

Escondido detrás de una columna, Yuratchka Nikiforov comprendió realmente la diferencia que tenía entre sus compañeros de pista. Todos eran mayores ya que Yakov entrenaba sólo a patinadores de categoría Senior. Entre los cinco, solo Yura tenía quince años y era menor que Mila por tres años. Y ella era la más pequeña.

- ¿Entonces lo hicieron? -la voz de la pelirroja dejaba en claro lo entusiasmada que estaba, avivando más la curiosidad de Yurio - ¡Eso es increíble, Lizzet!

Lizzet era amiga de la Mila, casi siempre estaban juntas y aunque Yurio ha hablado muy poco con ella, piensa que es una chica muy madura para sus veinte años. Mucho más que Mila, al menos, y sólo se llevan dos años.

- Shh. Mila, alguien podría oírte.

- No hay nadie cerca -resopló la pelirroja -. Además no hay nada de que avergonzarse ¡Tu primera vez! ¡Ya eres toda una mujer!

- ¡Hablar de sexo a la ligera y en un lugar público si es cosa de que avergonzarse!

Algo en el cerebro de Yuratchka hizo clic. Como si un interruptor en su interior se activase. No era tonto, ha tenido clases de sexualidad en la escuela y su madre lo ha informado de lo básico desde su primer celo. Sin embargo, en esa ocasión hubo algo que alimentó su curiosidad.

A partir de ese momento procuró prestar más atención a su alrededor y se llevó muchas sorpresas. Como que la siempre sería Lizzet se sonrojaba y lanzaba miradas al capitán del equipo de Jockey cuando pasaban por la pista, o incluso que Mila coqueteaba descaradamente con algunos jugadores. Hasta Georgi sonreía como idiota cuando recibía algún mensaje de su insufrible novia.

Y observando más allá, todas las personas veían con menor o mayor grado de deseo y amor a alguien más.

Estaba acostumbrado a ver afecto. Sus padres son seres demasiado cariñosos entre ellos y con sus hijos, así que no desconoce totalmente las miradas que van desde la lujuria al amor sincero. Pero darse cuenta que el resto del mundo puede padecer lo mismo fue un poco shockeante.

Desde su encuentro del tercer tipo con JJ en los baños, tiende a tener más cuidado con las personas a su alrededor. Sobretodo con los Alfas, y toma religiosamente sus píldoras cada mañana. Si el olor del deseo está cerca, él procura no separarse de la multitud o estar siempre cerca de Mila, Lilia o Yakov.

Había olvidado lo que es sentir esa clase de deseo carnal. Había olvidado que él mismo lo experimentó en una ocasión.

Pero estaba ahí. El calor sofocante en todo su cuerpo y aquél extraño cosquilleo originándose en el centro mismo de su ser, viajando por cada rincón, cada nervio hasta casi hacerle cosquillas en la punta de los dedos y el cuero cabelludo. Sólo con sentir la mirada oscura de Otabek completamente centrada en él.

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