Me jodí a mí mismo.

—Alex...

Su voz me revolvió el estómago y apreté con toda fuerza mis manos sobre el borde del escritorio, tanto que mis nudillos se volvieron blancos. Traté por hacer memoria de todos los acontecimientos, en verdad lo traté, pero no recordé nada. En mi cabeza no hay nada. Ni siquiera recuerdo tenerla aquí en la habitación, por más que me esfuerzo en recordar algo en mi mente no está ella, sin embargo, puedo deducir lo que hice. Y que la regué.

—Vístete. —ordené, aún sin ser capaz de voltear y enfrentarla. No quería verla a la cara, porque vería en carne propia mi traición.

Las cuatro paredes de mi habitación se fueron haciendo cada vez más chicas para mí, de pronto mi respiración se comenzó a acelerar y el oxígeno ya no entraba tan fácilmente en mis pulmones.

Un silencio agonizante se formuló hasta que la escuché buscar su ropa.

—Ya no te acuerdas de nada, ¿verdad? —inquirió, tras mi espalda —. Alex... tú me llamaste, me pediste ayuda porque estabas muy borracho, no sé si fue a mí realmente a quien buscabas pero vine lo más rápido que pude, después no sé si te confundiste o algo pero me besaste... y... y...

No quise ni que terminara de emplear la palabra. Recogí con movimientos rápidos mi ropa y me vestí lo más acelerado que podía.
—Cállate.

No es algo que yo haría, no es algo que haría ni estado drogado,  pero por más que intenté recordar lo que hice, solo pude ser capaz de verme bebiéndome una botella yo solo.

Busqué la botella para cerciorarme de que estaba en lo correcto, y la encontré en la esquina de la cajonera, a lado de la puerta. La decepción y suciedad cayeron sobre mí mismo cuando a la mente se me vino la sonrisa de Skylar y mis ojos ardieron. Cubrí mi expresión con mi mano, que al instante la sentí mojarse por mis lágrimas. Lágrimas que no sentí derramar.

Lo he arruinado.

—Sabía que esto iba a pasar —susurró con un tono dolido, un tono que no me causó compasión o lástima; en lugar de eso sentí mi interior quemar y un subidón de calor, los músculos se me tensaron y mi respiración se atascó.

—¿¡Y POR QUÉ MIERDA NO TE FUISTE!? —bramé con histeria y me giré para por fin verle la cara con un gesto asustado, porque jamás me había visto tan alterado y apunto de perder la cordura —. ¿POR QUÉ TE QUEDAS A DORMIR? ¡TE HUBIERAS IDO! ¡Te hubieras ido y me habrías ahorrado toda esta puta mierda! —escupí y apreté los dientes—. ¡¿Cómo siquiera te atreves a meterte conmigo cuando estoy ebrio?!

—¡Tú me dijiste que me quedara! —se justificó elevando la voz y negué. No se escucha a algo que haría yo—. ¿No fue cierto lo que me dijiste anoche?

La pregunta estúpida hizo que un remolino de ira y frustración se formara dentro de mí.
—¡NO! —vociferé con crudeza—. No me acuerdo de nada... y jamás te habría buscado a ti.

Carrie tragó saliva por lo golpeadas que salieron mis palabras y bajó la mirada.
—Lo hiciste, Alex.

Busqué rápido mi celular y lo encontré tirado en el piso. Fruncí mis cejas, levantándolo y mirando la pantalla estrellada. No me importó eso, fue lo de menos, sin embargo, cuando entré al registro de llamadas encontré la última realizada por la madrugada, y negué incapaz de creerlo. Yo tenía bloqueado su número. ¿Por qué iba a desbloquearla y llamarla? ¿Por qué?

Quiero AmarteWhere stories live. Discover now