Capítulo 4. Lya

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La última vez que había visto a Grant fue hace un año, aproximadamente. Mamá, papá, Maya, Pietro, Grant y yo fuimos de vacaciones a Moscú. Ah, también iba Kate, la inseparable de Grant.

Desde que lo conocí, él siempre ha estado cerca de ella, pendiente de sus movimientos, de su estado, de ella en general. Incluso llegué a notar que entre ellos había más que cariño de mejores amigos. No es que me sorprenda que sean algo más, es decir, Kate es bastante linda e inteligente y Grant es... Grant. Dejó de ser el niño con cara pícara y ojos azules inocentes para convertirse en un hombre alto, musculoso y terriblemente atractivo; sus ojos azules no ayudan para nada en que no llame la atención, y su gran estatura aporta más atractivo, además de su mandíbula bien marcada y labios gruesos...

—Tierra llamando a Lya —dice Kahina, pateando mi pierna para atraer mi atención—. ¿Me estás escuchando o no, Roja?

No, en realidad no.

—Lo siento. Estaba pensando en otra cosa. ¿Qué decías, Kahina? —me disculpo.

Sus ojos marrones se entrecierran, y una sonrisa pícara curva sus labios. —Ya veo... pensabas en Grant.

Mierda.

—¿Qué? No.

Mierda.

—Sí, lo hacías. A decir verdad, no te culpo. Es bastante atractivo y se nota que le sorprendió verte bonita, incluso a Drew —comenta.

—Hablando de Drew —salto, usando mi técnica de evasión y para distraerla un poco—, ¿qué se traen ustedes? Últimamente han estado muy unidos, desde que él regresó.

—Somos amigos, qué importa —dice con frialdad.

Bien, no conseguiré nada si está así.

—De todos modos, no me interesa. Es demasiado pretencioso —agrega ella.

Arqueo una ceja. —A él sí le interesas...

Varios golpes rápidos y desesperados en la puerta principal hacen que Kahina y yo saltemos fuera de la cama y nos pongamos en alerta y listas para lo que sea. Puede que apenas sean las diez de la mañana -nosotras hicimos una pijamada celebrando nuestra amistad de una semana-, pero el peligro no tiene hora de llegada.

Kahina agarra una daga del tamaño de su antebrazo que me recuerda a las que usan los Cazadores de Sombras. En mi camino a la puerta, agarro un cuchillo de la cocina. Ambas estamos descalzas y usando nuestras pijamas.

Abro la puerta al mismo tiempo que Kahina apunta con la daga al que nos sacó de nuestro momento de chicas. Los ojos verdes de Danny Rand se abren mucho al tener la punta de la daga en su manzana de Adán.

—Ya veo que no son mañaneras —dice. Aparta suavemente la daga y ve a Kahina—. ¿Siempre recibes así a tus mentores?

—Solo los que me molestan —responde y aparta la daga.

—¿Pasa algo? —pregunto.

Danny me ve. Él tiene unos treinta y tres años y es bastante atractivo, supongo que su aura pacífica hace que sea más atractivo que el resto de los mentores. Es la persona en la que más confío, después de mis padres y los Antiguos Vengadores. 

—Nos convocaron en la base —dice—. Cinco minutos para que estén listas.

Kahina corre a su apartamento, y yo regreso al interior del mío. Agarro unos jeans negros que se me ajustan un poco a las piernas, una blusa verde un poco holgada en el abdomen y Converse negras. Amarro mi cabello en una coleta alta, agarro un par de dagas y mi celular. Me apresuro en salir del apartamento y bajo las escaleras.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora