Capítulo XX

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Las aguas tempestuosas del Flegonte nos llaman, su cause más fuerte que nunca, clama por nosotros. Escucho los gritos de los condenados que dispuestos en una jaula ven como uno a uno son arrojados al río.

Rebeldes— escucho —  granujas, gusanos, plebellos de mierda. 

Varios insultos siguen en marcha, hay un grupo abundante de demonios acechando bajo nuestros pies. 

Aun seguimos en vuelvo cuando veo la silueta familiar de un jorobado de alas cortas.

  — !Al¡ —  siseo desde lo lejos. No creía que sería posible encontrármelo de nuevo, pensé haberlo visto desaparecer en la revuelta, me imaginaba su cuerpo cubierto de ríos negros, cenizas y grava adueñándose de su piel impura.

— Hasta aquí acabó el paseo — dice el cazador, y me suelta al igual que sus hermanos a los otros. Hay no menos que cinco o seis metros de caída libre hacia el suelo, los grilletes en nuestros pies incrementan la fuerza de gravedad, golpeamos el piso con un estruendo, mi brazo se rompe, mis vertebras crujen quejumbrosas, contengo los gritos de dolor que me provoca los huesos de mi antebrazo derecho precipitándose hacia fuera rasgando mi piel.

— Quienes son estos —  pregunta uno de los verdugos a cargo mientras que los demás insisten a llevarnos a una celda.

Hay como veinte o más jaulas onix de formas irregulares, con pilares puntiagudos y puertas del mismo material. Los condenados se retuercen en su interior, están agolpados uno sobre otro, gimiendo, pateando, buscando la escapatoria ante su próximo final.

Isabelle esta inconsciente a mi lado con sangre emergiendo de sus oídos y nariz, la llamo por su nombre pero no muestra ninguna de señal de que pueda escucharme. Intento acercarme a su cuerpo inerte usando toda la fuerza que me resta pero mis piernas no despiertan y apenas puedo recorrer el pequeño tramo usando la mano izquierda.

— Phil — me llama Krain, su cuerpo tiene magulladuras pero parece no estar consciente de ellas —, es mejor que te alejes de ella.

Él se sienta y abraza sus rodillas con ambos brazos, aun no puede mirarme a los ojos, yo levanto la mirada todo lo posible para pedirle una explicación. Hay varias cosas de él que ahora no comprendo, tal como si fuera un completo extraño, una persona diferente, quizá más madura pero engañosa, desleal, con la mirada envejecida. 

— ¿Por qué dices eso?¿Por qué me alejaría de ella?— pregunto con más fuerza de la que intentaba mostrar, es claro que no puedo controlarme.

— Ya es tarde para explicártelo, solo prepárate — susurra mirando al frente y luego deja caer sus mirada, por primera vez en este tiempo me observa de soslayo y suspira como si me compadeciera o como si el maldito me tuviera pena.

Estoy preparado para responderle, quien sabe y si alcanzo levantarme pueda golpearlo en la boca solo una vez, mostrarle todo el daño que me ha causado, cuanto he perdido por su culpa.

—Lleva al grandote a una de las jaulas, trae a la Íon a la orilla —dice una voz escalofriantemente familiar — , y asegúrate que este  —me señala Amón sonriente —asegúrate de que tenga el mejor puesto de la casa.

Un demonio menor, que me recuerda Seirim, asiente varias veces con la cabeza, temblando un poco mientras alcanza una de sus llaves para soltar los grilletes. Isabelle se estremece un poco cuando el clavo sale de su tobillo pero no se despierta, Krain me devuelve una mirada apesadumbrada y se dirige a tropezones hacia su jaula, escoltado de dos demonios menores, el demonio que nos liberó me sujeta y me obliga a levantarme, no creo que haya lugar en mi cuerpo minimamente sano, todo duele y tarda demasiado en sanar. Me preguntó si se podría infringir el suficiente daño como para que no haya vuelta atrás, para que nuestros cuerpos mortales no puedan regenerarse, como si se quedaran desarmados, como los monstruos en el río o los carroñeros deformes.

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⏰ Last updated: Jan 05, 2018 ⏰

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