Capítulo IX

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Me dirijo de nuevo hacia la entrada, sin mirar atrás mientras una voz me grita que me detenga

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Me dirijo de nuevo hacia la entrada, sin mirar atrás mientras una voz me grita que me detenga.

— Phil, amigo espera a dónde vas— dice Al corriendo hacia mí.

Cuando Al comentó acerca de su plan de rescate que incluía meterse con los Iones, di media vuelta en seguida. Una cosa es ayudar a Al y sus planes locos pero meterse con esas cosas, es otro nivel.

—Te lo advertí— musito deteniéndome en la puerta—, cruzaste mi línea, meterse con los Iones es tan malo o peor que meterse con los generales, no podremos ni acercarnos, ni siquiera creo que podremos reconocer al tal Andrew.

Al se acerca a mí con cara impaciente y un poco furiosa.

—Mira chico, se que prometí que te dejaría ir cuando quieras, y aun eres libre de hacerlo, pero por lo menos primero escucha todo el plan, ni siquiera es necesaria tu presencia bien puedes quedarte echado mientras los demás vamos por él.

Lo miro expectante sin decir una palabra, reconsiderando mi posición, debo parecer un cobarde que corre cada dos segundos a la mínima sujeción de problemas. Pero no puedo abandonar la sensación de huida que me embarga, el miedo, el deseo por que todo termine.

—Al, yo... lo siento — resuelvo, dándome pequeños golpes en las sienes—, sabía en lo que me metía, solo dame unos días para sanarme y reorganizar mi mente; estaré en marcha en cuanto pueda.

Él asiente, y se devuelve por el camino hacia el salón, y no lo sigo, prefiero estar solo por un rato viendo mis heridas cerrarse.

Me aventuro fuera de la cueva al asegurarme que no hay nadie, solo las manchas de la batalla anterior, los demonios se han convertido en rocas de carbón cristalizado. Nadie sabría lo que paso aquí si no lo hubiera visto antes. Una mano yace más allá, mutilada del cuerpo de su dueño, quien no aparece por ningún sitio, restos de flechas y marcas de espada surcan el suelo por el que piso. No quedo nada más que retazos de los entes que lucharon. Me pregunto que será de ellos una vez se destruyen.

Más allá veo una pequeña saliente elevada, alejada del fragor del río. Subo a ella y echo un vistazo al lugar, el viento lleva los gritos de los condenados que aún no terminan su jornada, el monte Siriam se vislumbra a lo lejos, surcando la túnica anaranjada que se posa sobre nosotros, los Iones no se ven desde aquí, pero sé que siguen en su sitio, colgados, desangrándose de a poco sin remedio. Isabelle, su nombre regresa a mi mente, y me siento miserable al no haber pensado en ella en todo el tiempo que ha estado ahí.

—Amigo— una voz proviene a unos metros detrás de mí— ¿Pensando?

Por un segundo pensé que era Krain pero no, es Garell, el chico que se empecinaba en escapar cada que podía, no me asombro de que este aquí, de todos, él es el más apto para este sitio.

—Hola Garell, felicidades—fuerzo una sonrisa, mientras sigo mirando al horizonte, perdido en mis recuerdos —. Veo que por fin, pudiste escapar, al menos por un rato.

Inferno: RadianceWhere stories live. Discover now